En el Evangelio de hoy domingo podemos que hay más que un sentido puramente materialista en la realidad. Cristo muestra a esta trascendencia a tres apóstoles elegidos. Fueron elegidos para dar testimonio de aquello que sobrepasa nuestro entendimiento humano.
Es de notar que, en la glorificación del Señor en el monte se declara todo el Misterio de la Santísima Trinidad, así como se había declarado en el bautismo en el Jordán, porque veremos y alabaremos en la resurrección la misma gloria que confesamos en el bautismo. Y no en vano el Espíritu Santo, que apareció allí bajo la figura de una paloma, aparece aquí en una nube brillante, porque el que ahora guarda con sencillo corazón la fe que recibió, contemplará entonces con toda claridad el objeto de su fe. En el momento, pues, en que sonó esta voz sobre el Hijo, se encontró solo, porque, cuando se manifieste a los elegidos, será Dios en todo para todo (1Cor 15), o más bien brillará Cristo en todo con los suyos, como la cabeza con el cuerpo. (Beda el Venerable, In Marcum, 3, 27)
Desgraciadamente, nuestra religión ha ido dando pasos hacia una práctica inmanentista, humanista y solidaria. No es raro que haya tantos católicos que prefieran hacer su vida al margen de la Iglesia. Ya no les aporta nada que una buena ONG no les ofrezca. Además, siempre serán mejor vistos y valorados si trabajan en una ONG. Pero ¿Es eso lo que Dios quiere para nosotros? Parece que no es así, ya que de otra forma, las teofanías que son presenciadas por los apóstoles carecerían de sentido. De hecho, muchos teólogos las ignoran o las clasifican con desvaríos místicos sin sentido.
¿Cómo vivir con sentido de lo Sagrado hoy en día? No es sencillo vivir viendo más allá de las apariencias materiales y sociales. Seguramente nos tomarán por locos si nos persignamos al iniciar la jornada. Qué sentido tiene marcar la cruz en nosotros de forma consciente cuando, a los ojos mundanos, lo que hacemos es mover la mano como si hiciéramos un conjuro mágico. La sociedad actual ignora que los símbolos verdaderos muestran que hay más de lo aparente. Igual que una señal de tráfico que nos advierte de un peligro invisible, persignarse evidencia que hacemos nuestra la cruz de Cristo y que sabemos que todo lo que hagamos en el día, debe ser para mayor gloria de Dios. No se trata de nada eficaz, productivo, medible o socialmente bien visto. Se trata de un signo de consagración personal a la Voluntad de Dios. Marcar nuestra frente miércoles de Ceniza, no es una costumbre cultural, ni una actividad ritualista. Es aceptar que somos polvo y que este polvo sólo tiene sentido en Cristo, a través de la Cruz.
Creo que fue en la Cuaresma pasada cuando tuve un diálogo interesante con un hermano católico sobre este tema. Él decía que en Cuaresma él ayunaba de decir palabras inadecuadas o de ver programas de televisión inadecuados. Pero no encontraba sentido de ayunar de comida. Más bien veía que hacer eso era farisaico. Yo le comentaba la fuerza que tiene el signo del ayuno de comida, ya que nos muestra lo poco que somos. Nos ayuda a ver en la debilidad, el signo de nuestra verdadera naturaleza caída. Nos ayuda en encontrar, más claramente, la necesidad de Dios. Como es lógico, todo lo que le indiqué quedó en un risita llena de desdén y en algún comentario despectivo. Tristemente se evidenció fue que la religión que vivimos era diferente en lo profundo, aunque aparentemente parezca que es la misma. Ayunar de alimentos tiene su sentido sagrado, igual que rezar con más frecuencia, dar limosna y poner nuestro empeño en ver a Dios en todo y todos, los que nos rodean.