El intento de “ataque”, (no podemos medir la intención de una persona desquiciada), que sufrió el Santo Padre durante la Misa del Gallo en la Basílica de San Pedro, y que diera tela para cortar, aunque no tanta como debiera, nos mueve a hacer unas modestas reflexiones.
¿Por qué no adoptar una solución para este particular tipo de riesgos que corre el Pontífice volviendo a la hoy denostada sedia gestatoria, o silla gestatoria sobre la cual los pontífices hasta Paulo VI inclusive, que fue quien la quitó del uso, realizaban sus entradas y salidas durante las grandes ceremonias litúrgicas.
Surgirán algunas objeciones que es necesario adelantar.
1) Esta costumbre es una exaltación casi idolátrica del papa.
2) Aparta al Pontífice de la gente.
3) Se trata de un regreso a la idea del papa-rey.
4) No condice con los aires del Concilio Vaticano II
Et via dicente... pero a nuestro propósito bastan.
1) No es posible exaltar más la figura del Sumo Pontífice que cuando lo reconocemos y veneramos como el Vicario de Cristo en la tierra, su “virrey”, diríamos en términos de la historia hispánica. La objeción tiene un tufillo luterano rancio, como que fermenta desde hace varios siglos. Solo que ahora en las alacenas de la Cristiandad.
Ningún católico que se precie adora al Papa, ni le prodiga culto de hiperdulía, ni siquiera de dulía. Se tiene por el Papa el respeto que se tenía en el antiguo régimen por el Rey cristiano, con más el adicional de que el Santo Padre es por derecho divino y particular asistencia del Espíritu Santo, “el dulce Cristo en la tierra”, al decir de Santa Catalina de Siena. Quien sin embargo no trepidó en fustigar con palabras duras los aspectos vergonzosos de los papas a los que les envió sus maravillosas Cartas.
En esta convicción de que el papa participa de la doble condición de pecador y a la vez de la altísima dignidad de ser Vicario de Cristo, (analogable a lo que se ha dicho de la Iglesia casta et meretrix) hemos de considerar rectamente el asunto. Santo y pecador. Santo por la función (y a veces, no siempre, por la vida virtuosa), pecador por la naturaleza humana caída. Por eso es a priori el Santo Padre y Su Santidad, aunque sea pecador.
2) La Sedia Gestatoria no es una mera exaltación de la figura del Pontífice, la cual merece ser exaltada en los términos antedichos, sin también y fundamentalmente un servicio práctico. El Papa, en su trono ambulante sostenido por caballeros al servicio de la Casa Pontificia, es visto por todos, no solo por los que ocupan las primeras filas, y puede ver a todos. Y bendecir a todos cara a cara. Y si se trata de un papa anciano, es una alivio de sus esfuerzos. Pío XII solía inclinarse a saludar con apretones de mano desde la sedia a las multitudes que se agolpaban en torno a su figura ascética. Fue el Papa más popular del siglo XX y nunca fue renuente al contacto directo y físico con la multitud. Y jamás renunció a la sedia, porque entendía claramente su función práctica y simbólica.
3) ¿Se trata de un regreso a la idea del Papa Rey? No lo se, pero si así fuera no le encuentro nada malo. El Papa es rey Es el rey de la Iglesia militante y es el rey del Estado Vaticano. Pero por sobre todo es el representante de Cristo Rey en la tierra, una suerte de virreynato que, siendo tan alta la representación que enviste, no parece exagerado tributarle honores de rey. Un rey que en ciertos aspectos está por encima de todos los reyes terrenales.
A los partidarios de una “iglesia democrática” esta idea resulta respugnante. Pero, claro, se han equivocado. La Iglesia es monárquica en su constitución divina. Y si algo democrático tiene, en el sentido chestertoniano del término, es su respeto por el pasado y la extraordinaria permeabilidad social. De hecho su primer rey fue un pescador de Galilea, y muchos luego, hombres de la más humilde condición, como el último papa canonizado, Pío X, hijo de un pobre empleado municipal de aldea. En la Iglesia se asciende por méritos, no por origen social (dicho esto como norma general, no me argumenten con excepciones).
4) No condice con los aires del Vaticano II. A esto digo, estos aires vienen contaminados y si nos atenemos a la recomendación oficial del Papa reinante, hemos de asumir la “hermenéuica de la continuidad” como criterio dirimente. De modo que nada de lo que viene de la tradición, aunque en este caso sea humana, es desdeñable per se. Y sanseacabó.
Ya es penoso ver al Papa desplazarse en una caja de vidrio antibalas. ¿será ahora la sugerencia de algún trasnochado que realice las procesiones litúrgicas blindado de un modo equivalente?
¿Y si volvemos a la antigua, bella y venerable constumbre de que entre en la Basílica en andas, sobre su trono, a la vista de todos, bendiciendo a todos, y lejos de saltarines desequilibrados?
Quiera Dios que este suceso que empañó la misa de la Noche de Navidad sirva para rescatar la venerable sedia gestatoria tan infructuosamente archivada en aras de un igualitarismo incomprensible y cuyos frutos agraces vemos a diario.
Ceremonia de Canonización de San Pío X. El Papa Pío XII llega a la Basílica por en medio de las multitudes en la Sedia Gestatoria