Se ha hecho viral la versión que del Himno Nacional español ha presentado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid la cantante Marta Sánchez, la cual circula hoy por todos los correos electrónicos y los whastapps de España, y hasta ha trascendido nuestras fronteras.
 
            El intento de esa buena cantante que es Marta Sánchez tiene, desde luego, algo de loable: el hecho de que una artista española a la que nadie puede negar el sello de la modernidad ni su popularidad entone los acordes de un símbolo patrio como es el Himno Nacional en un país donde desde hace cuarenta años nos quieren convencer de que nuestros símbolos patrios sólo son restos del fascio y símbolo del retraso y la opresión y no merecen ser exhibidos y menos aún utilizados, es algo muy digno de agradecer y de premiar. Así lo entendió el público presente en el Teatro de la Zarzuela, que irrumpió en una salva de aplausos que expresaban su agrado y hasta su complicidad.
 
            Es curioso porque cuando en su día un juego parecido con la letra de la Marsellesa ocurrió en el país con el que compartimos los Pirineos, los más encendidos partidarios de los símbolos patrios allí se expresaron severamente contrariados, mientras que aquí, los que participan de esa misma condición se muestran muy favorables a lo ocurrido en el Teatro de la Zarzuela. Algo que, sin embargo, no es tan difícil de entender: mientras la Marsellesa forma parte del acervo común francés y nadie en Francia osa ponerlo en duda sin arriesgarse a la desaprobación general, lo que permite a sus más acérrimos defensores mostrarse muy intransigentes con la pureza del símbolo, en España, en un fenómeno con pocos precedentes, la militancia en determinadas ideologías y grupos obliga automáticamente al cuestionamiento, al desprecio y al menoscabo de los símbolos patrios, cuando no al de la esencia misma de la patria, y cualquier aproximación a ellos, por innovadora que sea, es, dentro del campo de los que sí amamos a nuestra patria, bien acogida hasta por los más puristas.
 
            Como quiera que sea, gracias sean dadas a Marta Sánchez que, de alguna manera, ha asumido sobre sus espaldas el desagravio a las repetidas ofensas que nuestros símbolos nacionales sufren por todas partes del país ante la indiferencia de los gobiernos españoles que en los últimos años han sido, de todos sin excepción, incluso los de aquéllos que hasta la fecha no se jactaban, -como otros sí, en cambio-, de un rabioso e impenitente antiespañolismo. Y eso que los agravios a los símbolos nacionales constituyen un tipo punible que castiga con toda claridad nuestro código penal(1), por lo que las muchas ocasiones en que han tenido lugar, algunas de ellas con descarada publicidad, no tendrían por qué (no deberían, en realidad) haber quedado impunes.
 
            El intento de Marta Sánchez no es sino uno más de los muchos que se han hecho de poner letra al Himno Nacional español, la conocida “Marcha Real”. Está desde luego el de José María Pemán que nos enseñaban en algunas escuelas, de todos los que se han hecho, el que más éxito ha tenido, si se puede llamar éxito a lo que cosechó. A los que añadir tantos y tantos otros: Ventura de la Vega, Eduardo Marquina, Jon Juaristi, Guillermo Delgado…
 
            No hace mucho, en 2007, al solo objeto de que nuestros deportistas pudieran mover la boca durante los eventos deportivos exactamente igual que lo hacen aquéllos a los que tienen que enfrentarse en el acto iniciático que es la interpretación de los himnos en los eventos internacionales, el Comité Olímpico español hasta convocó un concurso para ponerle letra a la Marcha Real, concurso al que se presentaron más de siete mil propuestas y que, de hecho, tuvo un ganador: el ciudadrealeño Paulino Cubero.
 
            A lo mejor, después de todo, lo más conveniente sea aceptar que nuestro Himno no tiene letra, lo cual lo convierte, hasta donde yo sé, en un ejemplo único en el mundo. Algo de lo cual los españoles no tendríamos por qué avergonzarnos y que podría incluso convertirse en un motivo más de orgullo el día que nos decidamos, por fin, a sentir orgullo de nuestro país y a asumir su emocionante historia y su riquísimo legado y, con ella, sus símbolos nacionales antiquísimos. A lo mejor, desde este punto de vista, nos ayuda a hacerlo el entender que el Himno Nacional así, como está, sin letra, es, entre los himnos nacionales, uno de los más antiguos, si no el que más(2). Cantado con letra, ¿acaso no pasaría a ser “el último de la fila”?
 
            Pero todo eso en España es, al día de hoy, labor quimérica. Demasiados españoles, muchos de ellos encaramados a una petulante (y sólo autoproclamada) “élite intelectual” con una representación a todas luces desproporcionada, ni siquiera por su antiespañolismo indisimulado y visceral, sino, lo que es aún más grave si cabe, por la escasa calidad de su obra, se encuentran más cómodos en la Leyenda Negra, en el cainismo y en la envidia, en la panoclastia, en el cuestionamiento enfermizo e irracional de nuestro ser y de nuestra historia, de nuestros símbolos y de cuanto nos une, o lo que es lo mismo, en el continuo insulto a los que son -a los que somos, aunque sea a su pesar- sus compatriotas. Y todo, por supuesto, desde el prejuicio y el slogan fácil y corto, desde la más evidente, insuperable y delatadora de las ignorancias.
 
            En todo caso, desde aquí, y como ya se ha dicho, gracias Marta, como español yo, como española tú, muchas gracias. Y a Vds., que hagan mucho bien y que no reciban menos. Hasta la próxima.
 
 
            (1) Artículo 543 del Código Penal. “Las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus Comunidades Autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad, se castigarán con la pena de multa de siete a doce meses”.
 
            (2) Es muy difícil determinar cuál es el himno nacional más antiguo entre los que hoy día se entonan: para determinarlo habría que conjugar, por lo menos, tres momentos diferentes: el de su composición, el del comienzo de su utilización popular y el de su elevación oficial a la categoría de himno nacional. Pero se siga el criterio que se siga, la Marcha Real figura siempre entre los himnos más antiguos.
 
 
            ©L.A.
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