Pocas semanas antes de su muerte, Teresa del Niño Jesús, se preguntó en voz alta y en presencia de sus hermanas:
-«Sufro mucho... Pero ¿sufro bien?»
Saber sufrir es importante. Saber sufrir bien, es mucho mejor.
El dolor es el vecino más cercano que todos tenemos. Un día llamará a nuestra puerta. Unos saldrán de la prueba, madurados, mejorados, santificados; otros deteriorados, deshechos...
La misma Teresa del Niño Jesús, en sus terribles dolores, había respondido:
-«El secreto está en querer todo lo que Jesús quiere y por amor.
-»Sólo el pensamiento de que cumplo la voluntad de Dios es la causa de toda mi paz y alegría».
Su plena conformidad le ayudó a “navegar por el mar borrascoso del mundo con el abandono y el amor de un niño que sabe que su padre le ama y no podría dejarlo solo, en la hora del peligro”.
San Pablo afirma (2 Tim 2,1): «Si sufrimos con Cristo, seremos glorificados con Él».
Felices los que oirán de Cristo:
-«Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Por eso dispongo del Reino para vosotros, como lo dispuso mi Padre para mí». (Lc 22, 28)