El P. Edmundo Iturbide Reygondaud M.Sp.S. (1900-1974), al entrar en el noviciado de los Misioneros del Espíritu Santo en 1917, tuvo la oportunidad de tratar muy de cerca a los fundadores de su congregación: el venerable[1] P. Félix de Jesús Rougier (1859-1938) y la también venerable Concepción Cabrera de Armida (1862-1937). El primero, sacerdote ejemplar, contemplativo y, al mismo tiempo, emprendedor a gran escala y la segunda, laica, mística y madre de familia.
El P. Edmundo, nos dejó una anécdota que nos permite conocer qué pensaba Concepción Cabrera sobre la crisis de valores en el mundo. Quizá él o algún otro, esperaba una queja o lamento, lleno de negatividad y crítica monótona; sin embargo, lo que recibió fue una respuesta realista y, al mismo tiempo, cargada de optimismo, de fe y coherencia. Dejemos que nos la cuente:
“Yo me quejaba una vez de la situación mundial, y que cómo Dios permitía esto y lo otro, a la señora Concepción Cabrera de Armida… se sonrío y me dijo: ¡Ay! P. Edmundo, tiene usted mucha razón hay que corregir este mundo que anda tan mal; y qué le parece si empezamos usted y yo, vamos a empezar a corregirnos y así, ya empezó la corrección mundial, habrá desde luego, dos pícaros menos en el mundo…”[2].
A veces, los católicos solamente sabemos quejarnos, jugar al “aguafiestas”, olvidando que si bien hay que tener en claro lo que está mal, aquello que deshumaniza, el tema no es sonar a disco rayado, sino implicarnos en el cambio, en el plan de mejora y, entonces, dar sentido, fundamento a la crítica de un modo que realmente construya. Los sermones aburren, cansan, alejan, pero implicarse sobre el terreno convence, atrae, cuestiona, despierta y compromete. Puntos que la Venerable Concepción Cabrera de Armida logró consolidar a su alrededor. De modo que la Espiritualidad de la Cruz, más que un conjunto de quejas en redes sociales, implica poner manos a la obra, sumando esfuerzos que generen un cambio, empezando a nivel personal. Solo así podremos ser creíbles en un mundo que necesita referencias para darse cuenta que hay otro camino posible, el de una fe vista en lo concreto, en el día a día.
Seamos claros y realistas, pero también conscientes de que siempre hay motivos para seguir. La Cuaresma, como tiempo de preparación, tiene todo un sentido pedagógico que implica, en cierta manera, volver a empezar, reconstruir, para ir a lo esencial, a lo que realmente vale la pena y hacerlo de un modo amable, optimista.
El P. Edmundo, nos dejó una anécdota que nos permite conocer qué pensaba Concepción Cabrera sobre la crisis de valores en el mundo. Quizá él o algún otro, esperaba una queja o lamento, lleno de negatividad y crítica monótona; sin embargo, lo que recibió fue una respuesta realista y, al mismo tiempo, cargada de optimismo, de fe y coherencia. Dejemos que nos la cuente:
“Yo me quejaba una vez de la situación mundial, y que cómo Dios permitía esto y lo otro, a la señora Concepción Cabrera de Armida… se sonrío y me dijo: ¡Ay! P. Edmundo, tiene usted mucha razón hay que corregir este mundo que anda tan mal; y qué le parece si empezamos usted y yo, vamos a empezar a corregirnos y así, ya empezó la corrección mundial, habrá desde luego, dos pícaros menos en el mundo…”[2].
A veces, los católicos solamente sabemos quejarnos, jugar al “aguafiestas”, olvidando que si bien hay que tener en claro lo que está mal, aquello que deshumaniza, el tema no es sonar a disco rayado, sino implicarnos en el cambio, en el plan de mejora y, entonces, dar sentido, fundamento a la crítica de un modo que realmente construya. Los sermones aburren, cansan, alejan, pero implicarse sobre el terreno convence, atrae, cuestiona, despierta y compromete. Puntos que la Venerable Concepción Cabrera de Armida logró consolidar a su alrededor. De modo que la Espiritualidad de la Cruz, más que un conjunto de quejas en redes sociales, implica poner manos a la obra, sumando esfuerzos que generen un cambio, empezando a nivel personal. Solo así podremos ser creíbles en un mundo que necesita referencias para darse cuenta que hay otro camino posible, el de una fe vista en lo concreto, en el día a día.
Seamos claros y realistas, pero también conscientes de que siempre hay motivos para seguir. La Cuaresma, como tiempo de preparación, tiene todo un sentido pedagógico que implica, en cierta manera, volver a empezar, reconstruir, para ir a lo esencial, a lo que realmente vale la pena y hacerlo de un modo amable, optimista.
[1] El término “venerable” se aplica a todos los candidatos a ser canonizados cuando el papa firma el decreto que asegura que vivieron las virtudes en un grado heroico.
[2] Colección Pan diario. (2016). Pan diario, amasado, horneado y servido por el P. Edmundo Iturbide Reygondaud. Página 176. México: La Cruz.