Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 25
Hace poco más de veinte años comenzó una moda en el occidente cultural consistente en llevar dinero a espuertas a los países más pobres de la tierra “para ayudar al desarrollo”. Era pasta regalada sacada de arcas públicas y de los bolsillos singulares de los donantes conmovidos. Por aquellos tiempos, para canalizar estos billetes se crearon las laicistas “organizaciones no gubernamentales”. Instituciones que sirvieron de paraguas para colocar al llamado “voluntariado”, o personas dispuestas de buena fe a ayudar a los pobres a salir al desarrollo en el mundo de la cultura, la sanidad…Hoy son ídolos de barro, como todo lo humano.
Los voluntarios pasaron a llamarse cooperantes, ya que iban por un tiempo y un espacio a ejercer su cooperación a sacar a los marginados de su postración social, motivada por el egoísmo de los países capitalistas explotadores y saqueadores de las riquezas ingentes de unas tierras tenidas como colonias hasta el proceso de independencia de los años sesenta del siglo pasado.
Las ongs, como la prensa comenzó a simplificar, eran el trampolín para pasar de anónimos a héroes en cuestión de meses. Cuando fuerzas fanáticas comenzaron a secuestrar y matar a los cooperantes en tierras subdesarrolladas nació un largo listado laicista de “mártires” por el desarrollo del atraso de los pueblos indígenas. Los altares de los medios informativos mundiales se llenaron de personas a “venerar” por ser capaces de haber sufrido un cautiverio de secuestro, o la muerte a tiro limpio.
Los ancianos misioneros que la Iglesia Católica había enviado, por vocación religiosa o laical, para cumplir el mandato de Jesús de Nazaret de acudir hasta el último confín de la tierra a llevar la buena noticia del Evangelio, vieron que su salud se quebraba, sus suplentes no llegaban, y optaron por hacer convenios con las organizaciones no gubernamentales, provistas de dineros frescos y cuantiosos para ejercer el eterno papel de las misiones: dar de comer, enseñar, sanar los cuerpos y las almas, llevando a la persona completa a ser hijos de Dios.
Y así ha sido durante años. Hasta que en ciertas congregaciones religiosas comenzaron a ver, cómo los cooperantes de las organizaciones no gubernamentales se convertían en sagaces patrones de ideas muy alejadas de las propias de las instituciones católicas. Comenzaron a romperse los convenios. Fueron, los mismos religiosos los que crearon una organización no gubernamental paralela a su propia fundación.
En el evangelio de hoy Jesús es tentado por el diablo en el desierto de Judea durante cuarenta días y sus noches. De modo terminante Jesús venció las tentaciones demoníacas. Cualquier ser humano, católico o no, recibe la visita del diablo poniéndole en la disyuntiva de elegir el bien o el mal. La impecabilidad no existe en este valle de lágrimas.
Ahora, la prensa ha descubierto cómo alguna organización no gubernamental, acosada por el diablo del dinero y el sexo, han organizado orgías más propias del extinto Imperio Romano, que de los tiempos actuales tan cultos y puritanos. Si encima esas bacanales se han pagado con dinero para “salir del desarrollo” de los pueblos pobres, el escándalo está montado de sobra. Algunos donantes voluntarios han cortado el grifo. Ciertos gobiernos han amenazado con retirar subvenciones y demás regalos dadivosos. Las mismas ongs han salido a confesar sus pecados ocultos hablando de limpieza de los corruptos. La credibilidad ha ido por los suelos, porque nadie, ni en la Iglesia ni en ninguna parte, está libre de la tentación que lleva al pecado.
Tomás de la Torre Lendínez