El secreto de la sabiduría, el poder y
el conocimiento es la humildad.
-Ernest Hemingway-
En aquellos tiempos en los que España tenía la conciencia de ser católica, era frecuente, en las fiestas patronales, traer dos predicadores: uno, para el sermón de la mañana durante la misa patronal; el otro, para el sermón de la tarde en los oficios vespertinos.
En una ocasión el orador de la mañana dijo al acabar su sermón, refiriéndose al predicador de la tarde:
─Es hombre sabio, pico de oro, y se encargará de aclararos una vieja cuestión: si Jesús entró en la Ciudad Santa de Jerusalén sobre un borrico o una borrica.
Recogió el guante el predicador de la tarde y le soltó un «dardo» a su colega matinal, diciendo, con estudiada ambigüedad, al finalizar su sermón:
─Sobre la duda que planteó el orador de la mañana respecto al género de la cabalgadura de Jesús, debe saber mi colega que es un asno.
La humildad es la base de todas las virtudes y de todo progreso espiritual. Dice San Agustín en un sermón sobre la humildad y el temor de Dios: Cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección.
La humildad es «guardiana de todas las virtudes» y fundamento de la vida interior. La soberbia fue la raíz y la fuente de la maldad humana; contra ella, el Señor pone la humildad como firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás virtudes se edificarán con solidez.
La humildad es una antorcha que presenta a la luz del día nuestras imperfecciones; no consiste, pues, en palabras ni en obras, sino en el conocimiento de sí mismo, gracias al cual descubrimos en nuestro ser un cúmulo de defectos que el orgullo nos ocultaba hasta el presente
Una de las manifestaciones de la soberbia es la presunción; se muestra cuando alguien presume de sí mismo como si estuviera por encima de los demás. Nuevamente, aquí se puede observar la relación entre la envidia y la soberbia, ya que, en muchas ocasiones el hecho de presumir es la base para que alguien pueda envidiarnos. El movimiento de la soberbia es inseparable tanto de la vanagloria como de la envidia.
La humildad es fruto de la gracia divina y de nuestra experiencia humana. En realidad, la vida es una larga escuela de humildad.
Por eso las personas que se dejan guiar por el orgullo tienen una rara bipolaridad porque, en una apariencia humana, muestran un comportamiento un poco borrico.
el conocimiento es la humildad.
-Ernest Hemingway-
En aquellos tiempos en los que España tenía la conciencia de ser católica, era frecuente, en las fiestas patronales, traer dos predicadores: uno, para el sermón de la mañana durante la misa patronal; el otro, para el sermón de la tarde en los oficios vespertinos.
En una ocasión el orador de la mañana dijo al acabar su sermón, refiriéndose al predicador de la tarde:
─Es hombre sabio, pico de oro, y se encargará de aclararos una vieja cuestión: si Jesús entró en la Ciudad Santa de Jerusalén sobre un borrico o una borrica.
Recogió el guante el predicador de la tarde y le soltó un «dardo» a su colega matinal, diciendo, con estudiada ambigüedad, al finalizar su sermón:
─Sobre la duda que planteó el orador de la mañana respecto al género de la cabalgadura de Jesús, debe saber mi colega que es un asno.
La humildad es la base de todas las virtudes y de todo progreso espiritual. Dice San Agustín en un sermón sobre la humildad y el temor de Dios: Cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección.
La humildad es «guardiana de todas las virtudes» y fundamento de la vida interior. La soberbia fue la raíz y la fuente de la maldad humana; contra ella, el Señor pone la humildad como firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás virtudes se edificarán con solidez.
La humildad es una antorcha que presenta a la luz del día nuestras imperfecciones; no consiste, pues, en palabras ni en obras, sino en el conocimiento de sí mismo, gracias al cual descubrimos en nuestro ser un cúmulo de defectos que el orgullo nos ocultaba hasta el presente
Una de las manifestaciones de la soberbia es la presunción; se muestra cuando alguien presume de sí mismo como si estuviera por encima de los demás. Nuevamente, aquí se puede observar la relación entre la envidia y la soberbia, ya que, en muchas ocasiones el hecho de presumir es la base para que alguien pueda envidiarnos. El movimiento de la soberbia es inseparable tanto de la vanagloria como de la envidia.
La humildad es fruto de la gracia divina y de nuestra experiencia humana. En realidad, la vida es una larga escuela de humildad.
Por eso las personas que se dejan guiar por el orgullo tienen una rara bipolaridad porque, en una apariencia humana, muestran un comportamiento un poco borrico.