Hoy, 28 de enero, recordamos la fiesta de Santo Tomás de Aquino (12241274), por lo que todo se presta para subrayar “tres binomios” en los que se esconde el secreto de la actualidad de su trabajo, no obstante el paso de los siglos y el constante cambio de los paradigmas:

Fe y ciencia:

Hoy que tanto sabemos sobre la Psicología y otras áreas del conocimiento, más de uno se quedaría sorprendido al descubrir que fue Tomás de Aquino uno de sus pioneros, al igual que todo lo relacionado con el Derecho Internacional Público, así como avances científicos vinculados a la Física y a la Lógica. No es casualidad que en las cinco vías para demostrar la existencia de Dios, empleara más argumentos cualitativos y cuantitativos del universo que aspectos religiosos. En gran medida, porque él pensaba que, frente al ateísmo, no había que dar, de entrada, argumentos espirituales, sino científicos y, ya después, cuando el terreno estuviera más preparado o puesto en contexto, abordar los puntos bíblicos. Al enteramos, por citar un caso muy común, que a un amigo ateo o agnóstico, algún compañero católico le mandó vía WhatsApp un mensaje religioso a la media noche, supuestamente, para animarlo o convencerlo, vale la pena recordarle que eso no es evangelizar, sino caer mal de manera innecesaria, porque, en primer lugar, hay que preparar el terreno, mediante el diálogo, la apertura y la razón, además de que enviar cosas fuera de horario, es algo molesto. Santo Tomás buscaría escuchar sus argumentos y, posteriormente, hacerle ver otro punto de vista pero sin saturar como sucede con esos mensajes que, aunque seguramente tienen una buena intención, están lejos de ser asertivos.

Tomás vinculó los dos pilares que permiten profundizar en la verdad. Es decir, la fe y la ciencia, gracias a que supo recuperar la filosofía de los griegos; especialmente, de Aristóteles, desde una relectura propia de la nueva cultura cristiana que había tomado fuerza durante el periodo medieval. Actualmente, toca hacer lo mismo, pues el mundo avanza y es posible vincular el desarrollo con la convicción de Dios.

Argumento y contra argumento:

Es interesante, al repasar la Suma Teológica, observar su método. Primero, describe el argumento en contra de su postura, rescatando lo que haya de cierto en ella, para luego, contra argumentar, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia. En la Universidad de Paris, en la que fue profesor, eran muy aplaudidos los debates que organizaba. Por algo, su clase estaba siempre a rebosar. Y es justo lo que tenemos que hacer hoy. No se trata de contestar un argumento con un capricho, movidos por el enojo o la pasión del momento, sino hacerlo en tres pasos: (1) Escuchar, (2) valorar lo cierto que pueda haber en el punto contrario y (3) contra argumentar a la luz de la integridad (sin relativismo) de nuestra fe. Así lo hacía también Santo Domingo de Guzmán, el fundador de la Orden de Predicadores a la que perteneció Tomás.

Estudio y oración:

Hoy, quizá inconscientemente, muchos critican a los católicos intelectuales, por considerarlos fuera de la acción, de las periferias, pero ¿esto es cierto? No todos pueden dedicarse a lo mismo por la variedad de retos y necesidades; sin embargo, el estudio, en campos como la lucha contra la pobreza, es algo importante, porque de ese modo es posible entender, por ejemplo, la estructura socioeconómica de la zona, además de que los intelectuales dan paso a la parte programática que después, en el lugar, se va adaptando a las implicaciones prácticas. Tomás de Aquino dio contenido a la acción de la Iglesia. Lo hizo, no solamente estudiando a profundidad, sino por la vía de la oración que siempre amplía los horizontes porque al practicarla, el ser humano, crece, considerando otras variables que sin un momento de Lectio divina o silencio no habría sido capaz de ver y asimilar.

Conclusión:

Recordar a Santo Tomás de Aquino es seguir su ejemplo. En él, no hubo mediocridad o cosas mal hechas, sino que se mantuvo con entusiasmo y creatividad en la tarea que le encomendaron. Propuso la fe de una manera atractiva, inteligente, capaz de persuadir sin restarle por ello libertad a nadie. Sus escritos y predicaciones fueron las vías, acorde con el carisma de la orden, que lo llevaron a replantear la presencia de Dios con excelentes resultados.

Les recomiendo ver lo que decía Benedicto XVI al respecto: