Tengan cuidado para no aparecer jamás
como melancólicos, con semblante hosco y cabizbajo.
-San Francisco de Asís-
Ocurrió hace unos años. Cuando se educaba en el piensa en los demás.
Un niño de 10 años entró en una heladería, se acercó al mostrador y preguntó:
─¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuetes?
─50 céntimos, respondió la dependienta.
El niño sacó su mano del bolsillo y examinó atentamente el dinero que tenía. Después volvió a preguntar:
─Y ¿Cuánto cuesta un helado solo?
Algunas personas estaban esperando también y la dependienta ya estaba un poco impaciente.
─35 céntimos, dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas. Y dijo:
─Entonces, quiero el helado solo.
La dependienta le dio el helado, puso la cuenta a la vista del niño y se fue. El niño cogió el helado, pagó en la caja y se marchó.
Cuando la dependienta volvió a limpiar el mostrador, le costó tragar saliva con lo que vio. Allí, puesto cuidadosamente en un montoncito, había exactamente 15 céntimos… su propina. El niño, pudiendo haber tomado el helado de 50, le pareció sin embargo que no era justo no dar algo de propina.
Tendríamos que aplicar lo contrario que dice el refrán y traducirlo así: Piensa bien y acertarás.
Deberíamos obligarnos a hacer lecturas positivas, a ver la vida sin tantos resentimientos. No se trata de disfrazar la realidad, sino de interpretarla buscando las buenas intenciones que puede haber detrás de cualquier gesto.
La acción logra cambiar los sentimientos. Así que si alguien siente que ha perdido alegría y entusiasmo, que se dedique a obrar como si tuviera entusiasmo y alegría, y verá cómo la acción transforma su sentimiento (W. James).
«Al mal tiempo, buena cara», dice el refrán popular. El alegre no se queja por nada; en cambio, el triste se queja de todo.
Las personas más desdichadas que he conocido no son las más enfermas, ni las más pobres, ni las más ignorantes, sino las que no sienten amor a Dios y las que no tienen alegría (Madre Teresa de Calcuta).
Si lo dice la Madre Teresa habrá que tomar nota, ¿no?
Las personas más dichosas son las que tienen a Dios. Y son consecuentes, claro.
como melancólicos, con semblante hosco y cabizbajo.
-San Francisco de Asís-
Ocurrió hace unos años. Cuando se educaba en el piensa en los demás.
Un niño de 10 años entró en una heladería, se acercó al mostrador y preguntó:
─¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuetes?
─50 céntimos, respondió la dependienta.
El niño sacó su mano del bolsillo y examinó atentamente el dinero que tenía. Después volvió a preguntar:
─Y ¿Cuánto cuesta un helado solo?
Algunas personas estaban esperando también y la dependienta ya estaba un poco impaciente.
─35 céntimos, dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas. Y dijo:
─Entonces, quiero el helado solo.
La dependienta le dio el helado, puso la cuenta a la vista del niño y se fue. El niño cogió el helado, pagó en la caja y se marchó.
Cuando la dependienta volvió a limpiar el mostrador, le costó tragar saliva con lo que vio. Allí, puesto cuidadosamente en un montoncito, había exactamente 15 céntimos… su propina. El niño, pudiendo haber tomado el helado de 50, le pareció sin embargo que no era justo no dar algo de propina.
Tendríamos que aplicar lo contrario que dice el refrán y traducirlo así: Piensa bien y acertarás.
Deberíamos obligarnos a hacer lecturas positivas, a ver la vida sin tantos resentimientos. No se trata de disfrazar la realidad, sino de interpretarla buscando las buenas intenciones que puede haber detrás de cualquier gesto.
La acción logra cambiar los sentimientos. Así que si alguien siente que ha perdido alegría y entusiasmo, que se dedique a obrar como si tuviera entusiasmo y alegría, y verá cómo la acción transforma su sentimiento (W. James).
«Al mal tiempo, buena cara», dice el refrán popular. El alegre no se queja por nada; en cambio, el triste se queja de todo.
Las personas más desdichadas que he conocido no son las más enfermas, ni las más pobres, ni las más ignorantes, sino las que no sienten amor a Dios y las que no tienen alegría (Madre Teresa de Calcuta).
Si lo dice la Madre Teresa habrá que tomar nota, ¿no?
Las personas más dichosas son las que tienen a Dios. Y son consecuentes, claro.