¿De qué paradigma partimos, del ideal de Dios o de la fragilidad humana?
a) Si partimos de la fragilidad humana, consideramos a la naturaleza humana incapaz de llegar al ideal querido por Dios y a la redención como un acto limitado que va desenvolviéndose poco a poco mientras las personas van adecuando su vida moral a la voluntad de Dios, pero nunca llegan a la plenitud porque no pueden, de modo que la fragilidad prevalece y ha de ser aceptada como inexorable e inevitable.
a) Si partimos de la fragilidad humana, consideramos a la naturaleza humana incapaz de llegar al ideal querido por Dios y a la redención como un acto limitado que va desenvolviéndose poco a poco mientras las personas van adecuando su vida moral a la voluntad de Dios, pero nunca llegan a la plenitud porque no pueden, de modo que la fragilidad prevalece y ha de ser aceptada como inexorable e inevitable.
Esto suena fenomenal, ¿verdad? Muy Misericordioso y bueno, muy comprensivo y muy acorde con un Dios que es blandito y achuchable y que nos dice que en el fondo no pasa nada, que lo sigamos intentando.
Casi casi como un Dios que se divierte viendo a sus criaturas intentando escapar de un laberinto sabiendo que es imposible pero que las mira con ternura sin tenderles la mano ni ayudarlas, desistiendo de que puedan dar más de sí.
b) Si partimos del ideal de Dios, sabemos cuál es su voluntad plena para nosotros, sin rebajas, cuál es el ideal al que debemos tender continuamente son rebajarlo y sin descansar. Por nuestras fuerzas es imposible, pero tenemos la certeza de que Dios nos da su gracia.
Entonces, mirando al ideal, vemos que nuestra vida no se ajusta pero nunca nos conformamos, sino que vamos dando pasos con su gracia hacia lo que Dios quiere de nosotros. La Iglesia acompaña nuestra fragilidad, pero también la sana con los sacramentos y nos recuerda sin cesar elideal al cual estamos llamados y del que no podemos desisitir, porque nuestra felicidad no está en asumir nuestra fragilidad y quedarnos en ella, sino en asumirla y aceptar la gracia que nos concede ir superándola.
En esta visión Dios nos mira con cariño y ternura, pero no como el que mira a un hijo tonto, sino como un Padre responsable que educa a su hijo y le concede la capacidad para superarse y ser cada vez más lo que está llamado a ser.
Este Dios es respetuoso con la libertad humana, acoge con Misericordia su fragilidad, pero también la sana y la eleva; porque Dios cree en el hombre y en su capacidad de cooperación cona gracia para acercarse gradual y decididamente al ideal.
Este es el debate teológico y antropológico que está detrás de todo lo que está sucediendo en la Iglesia. Cuidado, porque con la imagen de Dios misericordioso se nos está colando la imagen del hombre líquido e incapaz, y el paradigma de la debilidad.
No creamos a estas ideas que pueden parecer modernas y bonitas, pero que en el fondo hacen vacía e inútil la cruz de Cristo y no creen en el poder de la gracia para redimir y justificar plenamente al hombre, haciéndolo capaz de llegar a ser lo que está llamado a ser.