Mientras hoy en el mundo, muchas personas creen que ser espirituales es apuntarse a clases de yoga o de meditación, que son dos de las disciplinas “Nueva Era” más puestas de moda, para un auténtico católico en cambio, significa algo muy distinto y que va mucho más allá de repetidos ejercicios de concentración, pues se trata de un verdadero encuentro con nuestro Señor Jesucristo a través de sus santos sacramentos así como la práctica de una vida ascética y mística, que lograrán perfeccionar su vida cristiana encaminada a un único fin: la santidad.
Lamentablemente en los tiempos tan liberales que vivimos, muchos de nosotros, hemos reducido la práctica de la fe católica al cumplimiento inclusive tradicional de los sacramentos o nos hemos conformado con solo la asistencia dominical a la Santa Misa. Dejando así de lado, muchos otros aspectos importantes en la búsqueda de la santificación personal como son la oración constante (en sus distintas formas), la vivencia de virtudes, la lectura de libros religiosos, etc. Todo esto debido muchas veces a una carencia de formación o un completo desinterés por querer crecer en la fe y los sacrificios que esto conlleva.
Sabemos también, que existen felizmente algunos grupos o carismas en la iglesia, que se han centrado exclusivamente a este tipo de perfeccionamiento en los laicos y hacen una labor loable. Sin embargo, para aquellos que no eligen estos caminos, la iglesia también de modo general lo aconseja pues el llamado lo hizo Cristo en el evangelio: “Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial lo es” (Mateo 5,6) así como el Concilio Vaticano II nos exhorta sobre ello: “Todos los fieles, de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con que es perfecto el mismo Padre”. Por tanto, tenemos la grave obligación de procurar la perfección cristiana.
Es así que los católicos en cualquier tipo de situación que nos encontremos, estamos en el deber de elevar nuestro nivel espiritual y para ello debemos empezar a buscar formarnos con buenos libros, maestros y directores que les nos puedan ayudar en esta dura tarea, pero que lograremos no con nuestras propias fuerzas, sino con ayuda de la gracia que Dios otorga a través de los sacramentos.
Algunas recomendaciones para ir formando nuestra espiritualidad:
Aquí os dejo una serie de consejos para encomendarse a la práctica de una vida devota. Para algunos de ellos me he basado en el libro Comprometerse a un plan de vida espiritual de Antonio Maria Ramirez, el cual recomiendo leer para profundizar más en el tema.
- - Tener un plan de vida espiritual diario que incluya la oración matutina, El Ángelus al medio día, el rezo completo del rosario. También la lectura de un libro católico que nos inculque sobre las virtudes o como tener una correcta vida devota. En otras ocasiones quizá la lectura del evangelio, meditando en sus enseñanzas.
- - Intentar asistir a misa aparte de los domingos, todos los días si es posible o en su defecto algún día entre semana.
- - Confesión y Comunión frecuente. La primera quizá cada dos semanas, una vez al mes o cuando tu conciencia te lo indique.
- - Buscar una buena dirección espiritual y de preferencia que venga de manos de un Sacerdote recomendado.
- - Realizar obras de misericordia (corporales y espirituales).
- - Hacer algún retiro, convivencia o ejercicios espirituales.
- - En casos donde se busque ya mayor profundización o guiar a otros en la fe, también es importante formarse doctrinalmente a través de cursos de Teología, Ciencias Religiosas, Biblia, etc.
También debemos de tener en cuenta, que iremos caminando poco a poco, por lo que quizá cumpliremos o mejoraremos en sólo algunos de estos puntos, ya luego con ayuda de Dios y de una buena voluntad, nos enfocaremos en los demás.
Yasmín Oré