LA PALMA DEL MARTRIO
La tragedia del Hermano Fernando Saperas trascendió en el pueblo de Tárrega. Como ejemplo valen las palabras de Sor josefina Palau, entonces una muchacha.
Hacia las doce de la noche terminó aquella infamia. Como los milicianos vieron que no había nada que hacer, vomitando blasfemias, sacan a Fernando de aquellos antros y lo llevan al auto de la muerte. Se encuentran con un convoy de guerra. Mientras pasa, dos de ellos custodian al preso, mientras los demás celebran el bar el acontecimiento del día entre mofas y blasfemias.
Antes de llegar al Cementerio, un control de los milicianos de Tárega los detiene. Narran lo ocurrido durante el día y proponen cortar los genitales del Fernando. Se impone el sentido común de los del control que les echan en cara sus salvajadas.
El Hermano Fernando Saperas queda a la izquierda de la puerta, iluminado por los focos del auto. Por el asesino Pedro Segalá sabemos su último dialogo con los verdugos: