La cabalgata de Reyes de Puente de Vallecas es una secuela del zapaterismo. Así como Rinus Michel es el artífice del fútbol total y la Filomatic del rasurado absoluto, así el presidente socialista es el autor de la sublimación del revanchismo. Hasta su llegada al poder, los españoles se habían enfrentado entre sí por cuestiones importantes, como la ley sálica, o básicas, como el arbitraje de Guruceta, pero a partir de él surge también la discordia por lo trascendental, por las cosas de Dios. Aunque la armonía generada por la transición no estaba cogida con alfileres, Rodríguez se dio maña para enturbiar la convivencia. Tanta, que no hay que descartar que cuando se estudie su etapa de gobierno los historiadores le equiparen a Atila. Con Pepiño Blanco en el papel de su caballo.
No hay que escarbar toda la noche para encontrar a Zapatero detrás de cualquier disparate progresista. La ocurrencia vallecana no habría sido posible si no hubiera elevado a categoría política de normal lo que a nivel de calle era anormal. Cito en concreto el matrimonio homosexual porque así enlazo por autovía con la cabalgata, en la que participará una carroza de un colectivo, el LGTB, que no se dirige al portal como las muñecas de Famosa, para hacer llegar al Niño su cariño y su amistad, sino para reivindicar la diversidad. Puesto que se trata de una fiesta infantil, no parece adecuado hacer en ella apología del amor libre. Pero es que esta gente no es nada sutil. No siempre ha sido así. Seguro que Rock Hudson, todo un caballero, no habría utilizado este escaparate para salir del armario.
Por lo demás, la utilización de una cabalgata católica para ajustar cuentas con el catolicismo revela que la izquierda radical madrileña está dispuesta a demoler el templo desde dentro. Otra cosa es que lo consiga. Más que nada porque episodios como el de la carroza arco iris juegan en su contra: cuantas más rarezas vea el niño en el desfile más creerá en los Reyes Magos de toda la vida. Lejos de dudas, le generarán certezas porque en la infancia la ilusión no se apuntala en las imágenes, sino en la fe. Y en la cabalgata las reinonas son menos relevantes que los caramelos, dado que, para el niño, aunque los repartan las reinonas, caen siempre del cielo.