En medio de todas las cosas que están sucediendo a nivel mundial y eclesial, me siento inspirado a dar voz a un anhelo que hay en el corazón de todos: la esperanza. ¿Cómo podemos mantenerla en medio de este caos? ¿Cómo estar seguros de que todo saldrá bien?
La última palabra sobre la historia no la tiene el azar, ni el hombre, ni el demonio. La última palabra sobre todo es la Omega, es Cristo. NADA escapa a su plan, todo sucede según lo que Él ha previsto, y Él lo permite porque sabe que contribuye a su plan.
La esperanza es la CERTEZA de que Cristo ya ha vencido. No nos toca a nosotros conocer los momentos y los modos en que está victoria se manifiesta. Solo creerlo con fe firme y esperanza cierta, y seguir anunciando al mundo el amor de Dios en medio del caos.
Dios no quiere que vivamos inquietos. No os inquietéis, no tengáis miedo. No hay nada que el Señor no haya previsto. No temáis el futuro, porque está en manos de Dios. Y Dios no defrauda. Podemos no tener miedo si de veras abandonamos la pretensión de controlar y comprender todo.
¿Pensáis que el demonio es esa bestia grandiosa y casi invencible que aparece en los cuentos y películas? Es lo que quiere que creamos. Está dominado por el MIEDO, un miedo terrible a Dios, a María, a los creyentes, un miedo que le atormenta día y noche, y del que no puede huir.
Es una pobre bestia asustadiza que trata de esconderse de Dios sin lograrlo, el cualquier rendija, gimoteando y lloriqueando, ardiendo en rabia y desesperación. Es lo más parecido a la nada. Es el todotemeroso. Por eso quiere que nosotros también temamos.
Que le temamos a él, como si pudiera algo; que temamos a los poderosos, al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Quiere que vivamos muertos de miedo, como él. ¡Pobre bestiezuela, pretendiendo grandezas cuando es solo un animal moribundo y sentenciado! No merece ni lástima.
No, la victoria no es suya. Dios ya ha vencido. Los hijos de la luz sufrimos en el combate por el bien, y los hijos de la oscuridad, pocos y engañados, creen servir a un gran señor, que finalmente solo puede ofrecerles el miedo y la oscuridad en que muere eternamente.
La mayor parte de la gente vive simplemente engañada, adormecida, atontada y asustada. A cada uno de ellos Dios les exigirá según lo que se les ha dado. ¿Pensáis que todas estas víctimas de los vanos intentos de Satán son culpables? Probablemente no saben lo que hacen.
Entonces, si Dios no les condenará, ¿por qué Satán nos hace pensar que son malos, que están corrompidos, que no tienen remedio? Para minar nuestra esperanza. Ese es su objetivo final: que los creyentes tiremos la toalla y pensemos que el mal ha vencido.
No, ha vencido el bien. Y los pobres hombres que se dejan arrastrar por los dictados inmorales de los poderosos no saben lo que hacen, y probablemente se salven por su ignorancia. La victoria de Dios será aplastante. Dios no hace chapuzas.
No creáis lo que el demonio os induce a creer: que la humanidad está destinada a la perdición. No. Él sabe que no es verdad, y por eso en su rabia quiere que nos desesperemos. Pero en el fondo sabe que está derrotado y que apenas arrastrará a nadie consigo. Y eso le corroe.
Nosotros tenemos la firme esperanza de que la vida del hombre está en manos de Dios, de que su sangre es un precio incalculable para salvar a los hombres, y que nada ni nadie puede más que su Amor. Y por tanto, Él vencerá. Inevitablemente.
Todo lo que sucede entremedias son borrascas que tratan de ocultar la existencia del Sol; pero no pueden hacerlo. Dios ha vencido, vence y vencerá. Oremos por los que sufren, y oremos para que se haga Su voluntad. Luchemos para que los hombres abran los ojos y el corazón.
Pero sobre todo esperemos. La esperanza no defrauda. Dios es todopoderoso y manifestará su gloria, como siempre. Veremos que suya es la historia, el tiempo y la eternidad, y ya en el entretanto podemos descansar tranquilos, porque nuestro destino está en Sus Manos.