Todos los años nuevos traen la misma cantinela: entramos en un cambio de cliclo, llegamos a un nuevo tiempo, estamos en una etapa indefinible...
Si hablan los políticos tienen la misma letra, casi igual música, pretendiendo aborregar más a los súbditos con el repetitivo estribillo: nuevo ciclo, tiempo y etapa indescifrable. Son más repetidos que la morcilla.
Si hablan los obispos, los pocos que lo hacen, ponen unas letras y una musiquilla para adormilar mucho más a los miembros del Pueblo de Dios. No salen de la vía del tren eclesial de siempre.
Si hablan los intelectuales, los pocos que quedan, nos entretienen con ideas del año anterior y de los de antaño. No tienen inventiva ni capacidad crativa.
A veces es mejor callar, porque vivimos tiempos de espejismos en el desierto de la vida, donde confundimos la realidad real con la imaginada en esos espejismos ilusorios.
Quien debía abrir horizontes de esperanza, quien debía orientar y elevar los corazones hacia Dios, se encuentra en los pensamientos decimonónicos de las revoluciones pendientes en el obrerismo y el campesinado.
Así que solamente, nos queda la Palabra de Dios y los Sacramentos de la Santa Madre Iglesia, momentos donde unicamente entramos en contacto con la vida divina, donde no existe el espejismo, ni la repetición cansina, ni los nuevos ciclos, tiempos o etapas, sino la eternidad inmensa del misterio de Dios, hecho Hombre en Jesús de Nazaret.
Feliz año nuevo, amigos lectores.
Tomás de la Torre Lendínez