Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
Sagrada Familia: Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él
[El largo evangelio de hoy nos presenta a la Sagrada Familia viajando al Templo de Jerusalén para cumplir con los ritos previstos por la ley. Sin embargo, allí nos encontramos con dos personajes que, perteneciendo al ámbito espiritual y mental del Antiguo Testamento, serán capaces de reconocer la novedad que significa Jesús. Dos personales que nos introducirán en lo íntimo de la familia de Dios.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Señor, estás… -Señor, estoy… En este momento, en este encuentro oracional quiero caminar con vosotros, Jesús, María y José hacia el Templo… Algo, o mucho, aprenderé de vosotros para saber recorrer el camino de la vida y el de la fe y el del amor y el del compromiso cristiano… ¡Lo necesito tanto!...
Del Evangelio de san Lucas 2,22-40: (Tener a mano el texto completo y leerlo).
>María y José llevaron al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas y dos pichones”.
-Nos admira el hecho de que ellos, los tres, la familia de Dios hecho hombre, fuera al Templo de Jerusalén para cumplir la ley. ¿Cumplir ellos la ley? Pues sí. Dirá Jesús más tarde que ha venido no para abolir la ley, sino para darla plenitud. La plenitud de la ley es Él, Jesús. El cumplimiento de la ley sin Él, por simples motivos humanos, puede llegar a ser injusto e inhumano. No basta entonces. ¿Qué me motiva a mí al cumplimiento de la ley? ¿Y en mi familia y entre los míos?
-Lo que hacen José y María está estipulado por la Ley del Señor propia del Antiguo Testamento. Como piadosos y observantes israelitas amaban la Ley del Señor, para ellos reflejo cierto y claro de la voluntad de Dios, y gustosamente se someten a ella. No podían hacer nada mejor que acogerla y vivirla. Esta es una gran lección para un mundo como el nuestro que no tiene a la Ley y de Dios como referencia religiosa. Esto nos dice a las familias cristianas que seamos fieles en vivir y cumplir la nueva Ley que Jesús es y nos ofrece en el Evangelio. ¿Acogemos y vivimos en familia la ley humana, divina y evangélica y eclesial, como la santa voluntad de Dios en nuestro vivir cotidiano? ¿O queremos vivir a nuestro aire y después culpamos a Dios o le pedimos milagros?
Señor, anhelo la bienaventuranza del salmista que en oración elogiaba la ley divina: “Dichoso el que, con vida intachable, camina en la ley del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón; el que sin cometer iniquidad, anda por sus senderos” (Salmo 119,1). María y José, interceded por mí. Amén.
>Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Lee había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor… Impulsado por el Espíritu fue al templo… Tomó al niño en brazos y y bendijo a Dios…
-Un retrato excelente del verdadero creyente. Se dice por tres veces que está asistido por el Espíritu Santo y además que se deja conducir por él: es obediente a sus inspiraciones. ¡Qué importante y decisivo es eso en la vida de fe! Y era justo y piadoso. El hombre que esperaba y que va al encuentro para acoger a las familias… ¡Atención a esto! Todo ello le permite a Simeón conocer a Jesús y experimentar la alegría y el consuelo de encontrar y tener en sus brazos al que esperaba. Nos cuestiona, ¿verdad? Déjate cuestionar por esta figura de hombre de Dios. Necesitamos hoy esos hombres. ¿Me dejo conducir por el espíritu? ¿Adónde me conduce hoy a mí para encontrar a Jesús? ¿Me mueve y conduce el Espíritu o me mueven y conducen otras cosas, otros espíritus?
>Había también una profetisa, llamada Ana, viuda que tenía más de ochenta y cuatro años; no se apartaban del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Llegó allí también, alababa a Dios y hablaba del niño a todos.
-Otro buen retrato de la mujer anciana que ha servido a Dios, habla de él, y le anuncia a los demás. También en la ancianidad se pueden hacer cosas muy valiosas; entre otras: orar, alabar a Dios y hablar a los demás de Él. Buen apostolado. De ahí viene la rica experiencia y sabiduría del anciano, no del quien ha vivido superficialmente la vida. Pero lo más importante es que a ella también su género de vida le lleva a reconocer a Jesús y testimoniarlo a quienes esperaban. Jesús colma las esperanzas de aquellos ancianos que simbolizaban al mejor Israel. Esta figura, ¿me sugiere algo a mí? ¿Qué?...
>Y a ti misma (María), una espada te traspasará el alma…
-¡Qué profecía ésta en un tal momento! ¿Se refiere a los sufrimientos de María en la Pasión de su hijo Jesús (la Dolorosa)? Puede ser muy bien. Pero puede muy bien ser también una profecía acerca del recorrido espiritual de todo creyente seguidor de Jesús: éste tendrá que dejarse traspasar por el mensaje de su Maestro y Señor, y por su estilo de vida, hasta tener sus mismos sentimientos. Ser fieles a Jesús tiene su precio, y debemos aprender a aceptarlos. El discípulo no es mayor que su Maestro. ¿Cómo sientes y percibes tú esta profecía para tu vida de fe en el seguimiento de Jesús?
>En Nazaret, el niño iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.
-Así fue la vida de Jesús durante años, unos treinta. Se explica aquí, en pocas palabras, la importancia de la vida cotidiana como experiencia de Dios y crecimiento espiritual. ¡Ya ves! En la cotidianidad, no hay que esperar manifestaciones ostentosas de parte de Dios, ni milagros llamativos, sino que se trata de experimentar y testimoniar a Dios, a Jesús, en la a veces pesada rutina de nuestros días sencillos, sin relieve, ocultos. En la fe cristiana existe larga experiencia: ahí es donde se cocina nuestro discipulado fiel y la presencia vivificadora del Reino de Dios que crece en nosotros y a través de nosotros. ¿Entiendes? Conviene pensarlo para vivirlo y aprovecharlo…
Señor y Padre misericordioso, concede a mí y a los míos imitar fielmente los ejemplos de la Sagrada Familia y de quienes les acogieron y fortificaron en su fe en Jesús, su Hijo amado, para que yo también pueda crecer espiritualmente, vivir la experiencia de la fe en esta vida, y después pueda gozar eternamente de su compañía en el cielo. Amén.