El evangelio de hoy domingo es muy interesante. Es un Evangelio que nos llena de esperanza. Si nos acercamos a Cristo y pedimos su ayuda, Él nos salvará. Lo que le ciego Bartimeo nos muestra en Mc 10, 46-52, se repite en la vida de tantas personas necesitadas. En todos los casos hay una serie de elementos que son interesantes repasar:
- Existe sufrimiento y sólo Dios puede hacer algo para que dejemos de sufrir
- Se solicita a Cristo que nos ayude, que nos sane, que nos saque del lago que nos ahoga.
- Cristo señala que la fe (confianza) es la que les ha salvado.
Si no tenemos confianza, la esperanza deja de tener sentido. ¿Quién espera algo bueno de una persona que desconocemos o de la que desconfiamos? Pero también hay fe (conocimiento) porque todas las personas saben que Cristo es el Hijo de Dios y que tiene poder para enderezar aquello que ha sido torcido, siempre que sea Voluntad de Dios.
Para estas personas, Cristo no era un político revolucionario, ni un psicólogo, ni un gestor de temores, como algunos autores modernos quieren hacernos creer. Para ellas Cristo no era lo que cada uno sentía o le gustaba. No tenía sentido preguntarnos ¿Qué era Cristo para ellas? Porque ninguna tenía dudas o sentimientos, sino certezas.
Una mujer llena de fe toca al Señor, y la muchedumbre lo oprime, porque el que se ve abrumado por las diversas herejías o por las costumbres perversas, es venerado solamente por la fiel Iglesia católica. La Iglesia de las naciones viene detrás, puesto que, no viendo al Señor presente en la carne, llega a la gracia de la fe después que se han cumplido los Misterios de su Encarnación. Y así, cuando mereció verse libre de los pecados por la participación de los sacramentos, secó la fuente de su sangre como por el contacto de sus vestidos. Y el Señor miraba en torno suyo para ver a la que lo había tocado, porque juzga dignos de su mirada y de su misericordia a todos los que merecen la salvación. (Beda el Venerable, in Marcum, 2, 22)
Beda el Venerables nos señala un entendimiento que podría pasar de largo, si no nos fijamos. Acceder a Cristo es acceder a los sacramentos. Porque los sacramentos nos unen a Dios de forma sagrada y profunda. En un mundo lleno de pecado y locura, acceder a los sacramentos es similar a la mujer que toca el manto de Cristo llena de fe. De todos los que agolpan aparentemente en torno al Señor, sólo la humilde mujer fue capaz de tocar el manto. ¿Hacemos nosotros esto cuando nos acercamos a los sacramentos?