Posiblemente existen pocos escritos, después de los Evangelios, que ayuden profundizar sobre el sentido de la Navidad, como el romance de san Juan de la Cruz, "In principio erat Verbum". Éste romance surgió de su corazón de místico y de poeta cuando su dignidad humana era pisoteada a unos límites increíbles en su estancia en la cárcel conventual de Toledo. En él balbucea magistralmente algo del diálogo intratrinitario donde surgió la creación del ser humano.
Romance sobre el evangelio «In principio erat Verbum» de San Juan de la Cruz
I. Introducción al pensamiento y a la obra de san Juan de la Cruz
1. Breve nota biográfica
Juan de Yepes, nace en Fontiveros, pequeño pueblo de Ávila, el año 1542. Huérfano de padre desde su más tierna infancia, conoce desde niño la pobreza y el hambre. Junto a su madre y hermanos tendrá que ir de pueblo en pueblo en busca de sustento, hasta que se establecen en Medina del Campo. Allí, a la vez que cuidará de los enfermos en el Hospital de la Concepción de Medina, asiste a las clases en el Colegio de la Compañía de Jesús. Concluidos los estudios ingresará en el Carmen en el 1563. Hará su Profesión religiosa, después de un año de fervoroso noviciado, tomando el nombre de fray Juan de santo Matía. De Medina pasará a Salamanca, donde estudiará filosofía y teología en la Universidad de Salamanca. Ordenado sacerdote en Salamanca en 1567, va a Medina a celebrar su Primera Misa durante el verano de 1567.
Deseando vivir con más radicalidad la vida religiosa tiene proyectado ingresar en la Cartuja. Pero en Medina se encuentra con Teresa de Jesús que acaba de iniciar la Reforma del Carmelo femenino, y busca quien le ayude a iniciar la Reforma del Carmelo masculino. Encuentra en fray Juan la persona clave para iniciarla. Teresa de Jesús le convence que si quiere vivir con más radicalidad la vida religiosa, que lo haga en su misma Orden. Fray Juan regresa a Salamanca para finalizar los estudios teológicos.
Un año después en 1568, fray Juan de santo Matía, que tomará el nombre religioso de la Cruz, junto con fray Antonio de Jesús iniciará en Duruelo (Ávila) la Reforma del Carmen masculino. En 1572 Teresa de Jesús le pide que vaya a Ávila hacer de confesor de las monjas carmelitas de la Encarnación, de la cual ella es priora. En 1577 es secuestrado y le encierran en la prisión conventual de Toledo, pagando con ello discordias y desavenencias de la familia religiosa. Fortalecido por las oraciones que santa Teresa y sus monjas no dejarán de ofrecer a Dios por su liberación, fray Juan de la Cruz en la prisión se afianzará en la santidad, y surgirá el poeta y el místico.
Permanecerá en la prisión durante ocho meses y medio hasta que puede huir de ella el 16 de agosto de 1578. Será destinado a Andalucía, donde vivirá unos años llenos de vitalidad. Nombrado consejero de la Reforma permanecerá unos años en Segovia, para regresar de nuevo a Andalucía, donde sufre persecuciones de algunos de sus hermanos de la Reforma. Pero él no tolera que se hable mal de nadie, enseña con la palabra y con el silencio a ofrecerlo todo al Señor. Ejemplo luminoso para todos en su enfermedad, como lo ha sido siempre durante toda su vida, muere santamente en Úbeda (Jaén) a las 12 de la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591, irá a cantar los maitines al cielo. Contaba 49 años.
Juan de la Cruz era un hombre sencillo, bueno, valiente, sensible, profundamente religioso, enamorado de su vocación de carmelita. Después de su muerte ha recibido los máximos honores, como místico, poeta, santo, escritor y teólogo. Será canonizado por Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726. Pío XI lo declara Doctor de la Iglesia Universal el 24 de agosto de 1926. Juan Pablo II visitará su tumba en Segovia el 4 de noviembre de 1982 y el 8 de marzo de 1983 lo declarará Patrón ante Dios de los poetas de lengua castellana. Ya lo había dicho Manuel Machado, “¡Oh, el más poeta de los santos todos...., y el más santo de todos los poetas!”.
2. Obras
De la confluencia de diversos factores –religioso, contemplativo, vocación de poeta, teólogo, maestro de espíritu, místico- surgirán las obras de san Juan de la Cruz. Su condición de poeta siempre está latente, se despierta y se manifiesta en la soledad y en la oración, en la vida fraterna, en comunidad, en sus viajes. Las situaciones límite –la prisión de Toledo- son ocasión para que realice su creación poética, que no necesita de entrenamiento, “noviciado”, sino que surge con una belleza y una expresividad acabada. Es una explosión de lirismo, de lamento reprimido que se convierte en canto de amor, como es el caso de los Romances, el Cántico espiritual, la Fonte... De esta forma la obra cumbre de la poesía española, es el primer ejercicio de un poeta primerizo, del que no conocemos ningún escrito anterior.
Juan de la Cruz no es un poeta de profesión, ni es un literato; es un religioso carmelita contemplativo por vocación, y su condición de poeta-artista es un don que Dios da a la humanidad para manifestarnos algo de la belleza de su misterio y de nuestro misterio.
La obra de san Juan de la Cruz se compone de:
Escritos breves:
- Poesías: dos romances, cinco poemas, cinco glosas.
- Dichos de luz y amor y otros avisos: unos doscientos.
- Cautelas y cuatro avisos a un religioso.
- Epistolario: treinta-tres cartas (aprox.).
Obras mayores:
- Subida del Monte Carmelo (tres libros)
- Noche oscura (dos libros).
- Cántico espiritual.
- Llama de amor viva.
Prácticamente toda su obra literaria tiene como objetivo ayudar a la unión del alma con Dios, que es según el Vaticano II la vocación última del hombre. Así lo afirma en la Gaudium et spes: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios” (n.19).
3. Composición del Romance “In Principio erat Verbum”
Juan de la Cruz se encuentra en la prisión de Toledo, donde vive en condiciones infrahumanas. Vive durante ocho meses y medio en una pequeñísima habitación, sin más claridad que algún rayo de luz que entra por un ventanuco. Allí no tiene más que una manta con la que duerme. Le dan de comer un poco de pan con sardinas y agua, una comida que su estómago no tolera. No le permiten cambiarse de ropa y los piojos le destrozan.... Todo con el objetivo que abandone la Reforma iniciada por santa Teresa de Jesús.
En esta soledad impresionante, es donde vive en su propia carne la degradación más grande de la persona humana y religiosa. En esta noche humana, vive también la noche de la alma, todo es oscuro; en este momento resuenan las palabras de Jesús en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34). En esta situación de purificación radical, donde el sufrimiento espiritual y la oscuridad llegan a límites insospechados, Juan de la Cruz no deja de enfrentarse a esta realidad con la oración, implorando la ayuda de Dios. Él no está solo, le acompaña la comunidad eclesial que reza constantemente por él, en la persona de Teresa de Jesús y de sus monjas.
En esta noche oscura del alma y de la dignidad humana surge una luz, como él mismo cantará en su poema Noche oscura.
“En una noche oscura /con ansias en amores inflamada/ ¡oh dichosa ventura! Salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada:; /(...) En la noche dichosa/ en secreto que nadie me veía/ ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía/ sino la que en el corazón ardía./ Aquésta me guiaba/ más cierto que la luz de mediodía/ adonde me esperaba/ quien yo bien me sabía/ en parte donde nadie parecía./ ¡Oh noche que guiaste! !Oh noche amable más que la alborada!/ Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!”
Este poema expresa algo de lo que le sucedió en su alma. Hasta entonces se podría decir que Juan de la Cruz era un asceta, el cual por medio de una vida austera, llena de penitencias se esforzaba en vivir el Evangelio. Quiere retornar a Dios los dones que le ha concedido, si no será objeto de castigo. Esta visión de la relación del hombre con Dios la podemos constatar en el inicio del Cántico espiritual. Es entonces cuando en su alma, por un don del Espíritu Santo, surge con una gran pujanza algo que nos es dado con el bautismo, cuando nos incorporamos a la Iglesia que es la esposa de Cristo. Por tanto cada bautizado como miembro de la Iglesia, es esposa de Cristo. Y esta será ya para siempre su forma de relacionarse con el Cristo.
Juan de la Cruz mirará a Cristo, su obra de redención humana, incluso la misma naturaleza con ojos de enamorado, con los ojos de alguien que ha intuido en lo más profundo de su alma el inmenso amor con que Dios lo ha creado todo.
En el lugar donde la dignidad del hombre religioso había llegado a las cotas más bajas, es cuando a Juan de la Cruz le es concedida la comprensión del amor con que Dios creó el mundo y la humanidad, y con el amor con que Él ha querido que el hombre fuera redimido. Esta compresión lo expresará en los versos magistrales del romance sobre la Encarnación del Verbo.
En este romance él expresará su visión antropológica de la condición humana y su relación con el misterio de Dios. Este tiene su inspiración principal no en el relato de la Génesis, sino en el Prólogo del Evangelio de san Juan. En él se puede ver la profunda compenetración de Juan de la Cruz con la Biblia. Que, como se ha dicho de él vive, respira y se mueve en le mundo de la revelación bíblica. El siente los hechos y las palabras de la Escritura como expresión de su propia experiencia personal.
En el romance sobre el evangelio «in principio erat Verbum», es una muestra de la compenetración de la Biblia con el poeta, Juan de la Cruz, están presentes elementos de diferentes libros de la Biblia integrados en un poema excepcional.
Juan de la Cruz mirará a Cristo, su obra de redención humana, incluso la misma naturaleza con ojos de enamorado, con los ojos de alguien que ha intuido en lo más profundo de su alma el inmenso amor con que Dios lo ha creado todo.
En el lugar donde la dignidad del hombre religioso había llegado a las cotas más bajas, es cuando a Juan de la Cruz le es concedida la comprensión del amor con que Dios creó el mundo y la humanidad, y con el amor con que Él ha querido que el hombre fuera redimido. Esta compresión lo expresará en los versos magistrales del romance sobre la Encarnación del Verbo.
En este romance él expresará su visión antropológica de la condición humana y su relación con el misterio de Dios. Este tiene su inspiración principal no en el relato de la Génesis, sino en el Prólogo del Evangelio de san Juan. En él se puede ver la profunda compenetración de Juan de la Cruz con la Biblia. Que, como se ha dicho de él vive, respira y se mueve en le mundo de la revelación bíblica. El siente los hechos y las palabras de la Escritura como expresión de su propia experiencia personal.
En el romance sobre el evangelio «in principio erat Verbum», es una muestra de la compenetración de la Biblia con el poeta, Juan de la Cruz, están presentes elementos de diferentes libros de la Biblia integrados en un poema excepcional.
4. Estructura del romance “In principio erat Verbum” [4]
Este Romance se divide en nueve partes, que forman una perfecta unidad literaria y doctrinal. En este romance nos podemos adentrar en el misterio de Dios, desde los preparativos de la Historia de la Salvación y su realización, condensada en la Encarnación de Jesucristo. Se podría decir que el romance sobre la Trinidad habla del Verbo, de su Encarnación con tal de introducir nuevamente a la esposa, después del exilio y la muerte por causa del pecado en la gloria de la vida intratrinitaria.
Los romances, de dos en dos van presentando una misma realidad que se desarrolla progresivamente:
1 y 2: vida trinitaria y predestinación. El misterio íntimo de Dios comunión que predestina al hombre, para que tenga comunión con Dios.
3 y 4: La creación como plan y como realización. El mundo creado, es «el palacio» de la humanidad-esposa del Hijo de Dios.
5 y 6: le esperanza general de los hombres, y la esperanza particular de algunas personas. La humanidad, mediante los sufrimientos del exilio, aprende a esperar un Salvador.
7 y 8: La Encarnación como plan y como realización. En «la plenitud de los tiempos» el Verbo de Dios se hace, por amor, «semejante» a la que tanto estimaba, creada a imagen suya.
9. El Nacimiento. El Verbo asume plenamente la vida humana, desposándose con la humanidad y comunicándole los frutos de la redención.
3 y 4: La creación como plan y como realización. El mundo creado, es «el palacio» de la humanidad-esposa del Hijo de Dios.
5 y 6: le esperanza general de los hombres, y la esperanza particular de algunas personas. La humanidad, mediante los sufrimientos del exilio, aprende a esperar un Salvador.
7 y 8: La Encarnación como plan y como realización. En «la plenitud de los tiempos» el Verbo de Dios se hace, por amor, «semejante» a la que tanto estimaba, creada a imagen suya.
9. El Nacimiento. El Verbo asume plenamente la vida humana, desposándose con la humanidad y comunicándole los frutos de la redención.
Es impresionante como Juan de la Cruz en el Romance In principio erat Verbum ha sabido mostrar magistralmente el inmenso amor existente en el seno de la Trinidad, en el que el Padre desea que el Hijo sea aún más amado, y el amor que Éste tiene hacia el Padre, hace posible que con gran amor se quiera encarnar para poder comunicar a la humanidad la inmensa bondad y belleza de Dios, y redimir a la humanidad, para que participe de la vida divina. Si la creación del mundo se debió a la Palabra creadora del Padre, en la Encarnación es necesario que exista también la colaboración humana que se hace presente en Maria.
En este poema podemos ver, que aunque la degradación humana de algunos llegue a límites inimaginables y reduzca al hombre a extremos inconcebibles, nadie nos puede apartar del amor de Cristo, ni tampoco de la oración de la Iglesia. La comunidad eclesial no deja de implorar al Padre por sus miembros sufrientes, el Padre derrama su gracia divina y el hombre a quien se ha querido aniquilar, renacerá, y como Juan de la Cruz, podrá contemplar el inmenso amor con que Dios ha creado al hombre y la posibilidad de la plenitud del amor, la última meta de nuestra sed, el ser amados y de amar.
En este poema podemos ver, que aunque la degradación humana de algunos llegue a límites inimaginables y reduzca al hombre a extremos inconcebibles, nadie nos puede apartar del amor de Cristo, ni tampoco de la oración de la Iglesia. La comunidad eclesial no deja de implorar al Padre por sus miembros sufrientes, el Padre derrama su gracia divina y el hombre a quien se ha querido aniquilar, renacerá, y como Juan de la Cruz, podrá contemplar el inmenso amor con que Dios ha creado al hombre y la posibilidad de la plenitud del amor, la última meta de nuestra sed, el ser amados y de amar.
Texto del Romance sobre el evangelio «in principio erat Verbum» acerca de la Santísima Trinidad de San Juan de la Cruz