Aunque parezca que en la Iglesia ellos son cizaña, nuestra fe y caridad no deben entorpecerse; no nos retiremos de la Iglesia porque veamos que hay cizaña en ella. Únicamente hemos de esforzarnos en ser nosotros trigo. (San Agustín. Carta a Macrobio 108, 3.10)
San Agustín nos habla de esta tendencia farisaica que nos está haciendo mucho daño. No se trata de echar a nadie, porque nadie sobra. No se trata de crear apartados o guetos eclesiales, porque todos somos necesarios. ¿De qué se trata? San Agustín lo dice con claridad: “Únicamente hemos de esforzarnos en ser nosotros trigo”. En la Iglesia actual todo lo socio-cultural resulta de gran importancia, por eso está tan de moda el juego de sentirse fuera o dedicarnos a echar a los demás. El resultado se mide en dolor. Mucho dolor y indiferencia. Pero la Iglesia no es una realidad social, sino una Verdad que traspasa nuestras limitaciones, egoísmos y prepotencias.
¿Hay cizaña en la Iglesia? Claro que la hay. Nosotros mismos somos cizaña cada vez de nos acogemos a lo "socio-cultural" y olvidamos lo sagrado. ¿Hay trigo en la Iglesia? ¡Muchísimo! Porque todos llevamos impresa la imagen de Dios. Cada uno de nosotros, con nuestras limitaciones, pecados y sensibilidades, conformamos la Iglesia y lo que debería importarnos es "ser trigo"
Únicamente hemos de esforzarnos en ser nosotros trigo, para que, cuando empiece a recogerse el trigo dentro de los graneros del Señor, recibamos el fruto por nuestros trabajos y actividad. El Apóstol dice en su carta: En una casa grande no hay tan sólo vasos de oro o de plata, sino también de madera y de barro, y unos son de honra y otros de ignominia. Trabajemos con todo ahínco y esforcémonos por ser vasos de oro o de plata. El quebrar los vasos de barro le está reservado a sólo el Señor, que es el que tiene la vara de hierro (San Agustín. Carta a Macrobio 108, 3.11)
Dejemos de sentirnos justicieros con potestad para sacar a patadas a quienes nos parecen que no merecen ser Iglesia. San Agustín lo dice claro: “El quebrar los vasos de barro le está reservado a sólo el Señor, que es el que tiene la vara de hierro”. ¿Quiénes somos nosotros para utilizar la vara que sólo es Señor puede utilizar? Sólo Dios es totalmente justo y misericordioso al mismo tiempo. Lo es, porque es omnipotente. Nosotros somos limitados y además, nuestro juicio y misericordia, tienen a sesgarse según nuestros gustos y egoísmos.
Entonces ¿No se puede señalar el error cuando lo vemos? El error debe ser evidenciado desde lo Revelado por Dios. Señalar el error no conlleva condenar a quien lo transporta. Ya será Dios el encargado de romper los vasos de barro con su justa y misericordiosa vara. Todo a su debido tiempo. Los errores se pueden señalar sin señalar a la persona o sacarla a patadas. Sacarla de donde creemos que sólo “los puros” están destinados a dar gracias a Dios por su aparente pureza. A veces, nos sacamos a nosotros mismos de la Iglesia, ya que no somos capaces de aceptar nuestra imperfección.