Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
4º de Adviento: Alégrate… Ella se turbó…
[Dios no olvida los compromisos adquiridos con su pueblo y el Adviento nos ofrece la oportunidad de celebrarlos y actualizarlos en la fe. María es, junto al Bautista, uno de los personajes centrales del Adviento. Por eso la liturgia no podía dejar de mencionarla en este tiempo. Ella escuchó a Dios y puso por obra su palabra, tanto que consintió que esa Palabra, el Hijo de Dios, se encarnara en su seno para que la salvación llegase a la humanidad entera. A las puertas de nacimiento de Jesús, se nos plantea una cuestión: ¿dónde preparamos su cuna, o sea, su “estar con nosotros”? ¿En un templo o en una humilde casa, como es nuestro corazón? Y cómo lo hacemos: ¿cómo María?]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Señor, estás… -Señor, estoy… Aquí estoy pidiéndote que me enseñes a mirar y a contemplar a María… María, ¿cómo son tus sentimientos a punto de dar a luz a Jesús? ¿Puedo saber algo de cómo lo viviste?
Del Evangelio de san Lucas 1,26-38: (Tener a mano el texto completo y leerlo. Es el mismo de la fiesta de la Inmaculada Concepción; por eso enviamos a él y a lo que allí se dijo. Ahora nos atenemos solo en un par de elementos de la Anunciación).
>“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
-Por más que se lean y se mediten, estas palabras del ángel a María, siempre suenan y resuenan a la mente, y sobre todo al corazón y a la fe, como un repicar alegre de campanas en fiesta. No es para menos. Por lo que eso dice de María la Virgen y por todo lo anunciado y acontecido después. Todo ahí es novedad: Buena y Novedosa Noticia. Contempla a María en medio de sus tareas cotidianas y de pronto… Sí, contémplala… Y escucha con tu oído interior ese saludo del ángel… ¿Te sugiere o dice algo? Hoy es un día para contemplar muy despacio esta escena, los dos que la componen, la frase, las palabras con su sentido… De nuevo, ¿te sugieren o dicen algo?
María, me parece que no te conozco bien todavía. Tan sencilla y a la vez tan encumbrada, no por ti misma. A ti no se te ocurren esas cosas, pero a Dios sí. Eres toda de Dios y de la humanidad. ¿Cómo hago Madre?
>“Alégrate”.
-Un saludo y mucho más. Es una invitación imperativa. No una tímida sugerencia. Dios hace bien las cosas con nosotros. El mensajero del cielo le dirige una palabra que en un corazón israelita tenía, desde antiguo, grandes y muy jugosas resonancias: lo prometido por Dios y esperado por ellos estaba ya llegando. Aquí se ve que llega ya, ya mismo.
Alégrate indica que, sin dilación alguna, dé cabida al mismo gozo al que llamaban los profetas por la llegada de Dios a su pueblo; en éste caso a María. Como si dijera: tienes que alegrarte inmensamente porque Dios está llegando, está a la puerta, está queriendo entrañarse en tu misma entraña. ¿Te das cuenta, María?
Contempla el corazón de María: cómo exulta, cómo salta, cómo danza… Casi le estalla el pecho y se le sale el corazón.
Alégrate, ¡qué palabra!, le suena a María a un gozo desbordante y último. Mira si no, como se expresa poco después: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador”: se alegra dentro, muy dentro, en lo hondo de sí, porque capta la grandeza de Dios, y porque Dios la ha salvado. Y este Dios se acerca con delicadeza a ella y le pide su consentimiento. María enmudece, pero su fe le va abriendo el corazón y también su seno virginal sin tocarlo… ¿Me doy cuenta de cómo actúa Dios en un alma, con que ternura y caricia, con qué responsabilidad y delicadeza, sin atropellos y mucho respeto? ¿Así en cada alma! ¡Y conmigo!
María, cómo tú quiero abrir la puerta de mi corazón y de mi vida a Dios. Hazme consciente de que Dios siempre está viniendo para dar vida a mi vida, para dar la vida a toda la humanidad. Y lléname, Madre, de ese santo deseo. Aunque no lo entienda todo, como tú María.
>“Ella se turbó grandemente ante estas palabras… Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”.
-Para María, frágil y muy humilde criatura, aquellas palabras angélicas eran inauditas, asombrosas y sobrecogedoras. Y, claro, se turbó grandemente… Tembló toda entera, por dentro y por fuera. Tanto, que el ángel le dijo: No temas, María… ¿Qué criatura no quedará turbada si es tocada por Dios, aunque sea a través de otro? ¿Quién puede resistir la fuerza y el poder de la palabra de Dios sin sentir una sacudida en toda su persona? La fuerte turbación de María, no era negativa, o sea, que no procedía de una tentación del maligno, sino de la misma Majestad divina, de su mensaje de alto voltaje divino y humano, que iba a cambiar el rumbo de la humanidad entera, y de la pequeñez, fragilidad y pobreza de la criatura humana María. Todo ello manifiesta la autenticidad de la verdadera relación divina y humana que se da en todo este relato de la anunciación a María. ¿Cómo reacciono yo ante la Presencia y los toques de su Gracia? ¿Ni me los creo ni los hago caso? ¿O a mi Dios nunca me dice nada? ¿Estás seguro?
-Aquí cabe preguntarse si como mensajeros de Dios que hemos de ser, damos como primera señal y testimonio llamar a la alegría, al entusiasmo (que significa literalmente estar-en-Dios), Y si como creyentes en Él, nos dejamos llevar por la alegría de sabernos acompañados, fortalecidos y habitados por el Salvador y la Salvación. O si por el contrario, mis señales y testimonios son de calamidades, de turbación, de dudas, de inquietudes que intranquilizan el corazón y lo resecan, de críticos negativos, etc. ¡Ahí no está Dios; eso no viene de Dios, sino de mal espíritu!
Mira a María… Y con sencillez y advertencia, dile que te enseñe a escuchar con fe los planes de Dios. Dile que te alegre y te quite los miedos, todos los miedos, y te enseñe a acoger y responder a la Palabra de Dios. ¡Algo parecido a ti, María!
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“María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos” (Papa Francisco).
Atención. Esta noche es noche buena y mañana Navidad. Dios mismo nos visita. ¡Una vez más! Noche de asombro y de paz. Ahora a Dios le podemos y le debemos encontrar (que siempre es un dejarse encontrar) en los acontecimientos de la vida. Cada persona, cada momento, es una presencia de Dios que nos habla, nos interpela, entra en relación con nosotros. Nace en nosotros y entre nosotros.
Como María estamos llamados a llevar a Dios y darle a luz a los demás. María llevó la alegría y el gozo a su prima Isabel. Nosotros podemos hacer lo mismo a tantas y tantas personas que nos necesitan. Nace Jesús. También en mí y a través de mí. ¿De verdad es así. Pues entonces, Feliz, muy feliz Navidad.