Uno de los capítulos más oscuros de la historia de la Iglesia ha sido el mercado de las reliquias de Jesús, la Virgen y los santos elevados a los altares. La carrera de este espinoso asunto comenzó con Elena, madre de Constantino, cuando viajó a Tierra Santa a encontrar recuerdos sobre la Pasión y Muerte de Cristo. El gran momento de mayor comercio y trapacerías fue el tiempo de las Cruzadas, cuyos combatientes perdieron la vida y las haciendas para traerse a las tierras propias toda clase de reliquias. Algunas de ellas eran horrendas barbaridades imposibles de sostener hoy con una sensata y científica interpretación histórica.
Durante largos decenios se han pasado en los inventarios monásticos, episcopales y parroquiales una lista de reliquias, de recuerdo inmemorial, como verdaderos "tesoros de fe" que, o levantaban e invitaban a la risa, o a la increencia más justificada y racionalmente hablando. De aquellos amores extremos por las reliquias se pasó al movimiento del péndulo.
El luteranismo enemigo de toda imagen, reliquia y recuerdo de las personas divinas y humana, condujo a la Iglesia Católica a ser más cauta y organizadora sobre el asunto de las reliquias, algo que ocurrió en Trento de forma algo tímida, porque durante el tiempo de la contrarreforma el comercio de las reliquias fue enorme, sobre todo en los países netamente católicos como España.
La llegada del racionalismo al pensamiento eclesial, y el marxismo materialista, todavía presente de modo claro y estable, produjo que el desprecio por las reliquias fue absoluto tras los vientos del Vaticano II.
Aquellos años trajo la pérdida de ostensorios de reliquias en catedrales, por ejemplo, cuyo valor artístico y de poderoso caballero don dinero llenó bolsillos ignotos que nunca saldrán a la luz de la Justicia humana. Aunque lo pagarán ante la Justicia Divina, cuando el Señor venga a juzgar a vivos y muertos.
Ahora se ha intentado remediar algo el ancho campo de las reliquias con un documento emitido por la Congregación para la Causa de los Santos.
Leído, me parece positivo, y claro. El tiempo dirá si sirve para algo positivo o no. Dios lo quiera.
El documento, en lengua italiana, se puede leer en el siguiente enlace:
http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2017/12/16/0905/01939.html
Tomás de la Torre Lendínez