Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
 
3º de Adviento: Testigo de la luz
 
[Un paso más hacia la Navidad. También en este domingo se pone de relieve la figura del Juan Bautista. Tiene mucho que enseñarnos para arreglar los caminos del Señor que viene. Si el Evangelio de la semana pasada nos lo presentaba como un profeta austero que predica la conversión, el evangelista Juan nos presente hoy al Bautista, subrayando otros aspectos de su identidad y de su misión: insiste en su condición de testigo eminente de Jesús: testigo de la luz. No olvidemos: como Juan es el Precursor de Jesús, así el Adviento es Precursor de la Navidad; lo que nos ayuda a aprovecharlo bien. No solo adornando con luces nuestras calles, sino poniendo focos luminosos en nuestro corazón y en nuestra vida. Esto dirá con más elocuencia, que se acerca la Navidad].
 
Si te ayuda, puedes empezar así: -Señor, estás… -Señor, estoy… Aquí estoy pidiéndote que me enseñes a ser mensajero-precursor de tu venida… Allana con tu mano misericordiosa los altibajos de mi mente y de mi corazón… Y podré ser tu voz… Tu luz…
 
Del Evangelio de san Juan 1,6-8.19-28: (Tener a mano el texto completo y leerlo).
 
>“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz”.
-Juan evangelista nos presenta a Juan Bautista Es el “enviado por Dios”, pero era tan solo “un hombre”. Nosotros que somos tan solo eso, hombres o mujeres,¿ podemos estar siendo enviados, hoy, por Dios, de una u otra manera? Seguro. ¿Enviados a qué? Pues como Juan, a ser testigos. ¿De qué? De la luz: de Dios, Creador y Padre, pues estamos “hechos a su imagen y semejanza”. Y de Jesús. Él dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo”. Y afirmó de nosotros sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo”. Con nuestra coherencia entre fe y vida, estamos llamados a dar testimonio de esa Luz, Jesús; para que todos crean, le vean por medio de ese testimonio personal. ¿Me doy cuenta de lo que el Señor me está pidiendo vivir con particular esmero durante este Adviento? Llenar el propio corazón, la propia vida y las calles de luces, sí: todo cristiano que pasee por ellas lleno de alegría, paz y fraternidad, sin consumismos y con mucho amor entregado a todos en especial a los pobres. Eso sí es Adviento. Eso sí será festejar el Nacimiento de Jesús. 
    Señor, sí, lo veo claro; pero ¿cómo hago? Tú que me lo pides porque me has elegido para ello, no permitas que te falle, y si lo hiciere, envuélveme con tu presencia, que es la Luz y su Fuente. Contigo podré, Señor.
 
>“¿Tú quién eres? Él confesó y no negó… Yo no soy el Mesías…, ni Elías…, ni un Profeta… ¿Quién eres, para poder dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”
-Aquí el Bautista se compromete personalmente. Para que quede claro, dice primero lo que no es. “No soy ninguno de esos”, dice con humildad verdadera. ¡Viva la coherencia de vida! ¡Viva el auténtico testimonio! Pero, claro, va a añadir más y lo más importante.
>“Yo soy la voz que grita en el desierto: ´Allanad el camino del Señor´, como dijo el profeta Isaías”.
-Esa es su honda y pequeña-grande identidad, y la mía: ser “la voz”. Está claro que es la voz de la Palabra. ¿Qué respondes tú? ¿Eres la voz de la Palabra, de Jesús? ¿Quién podrá serlo siempre? ¡Pues eso es lo nuestro! ¿Por qué nos perdemos en pequeñeces cuando no en estupideces? Y añade Juan: “Allanad el camino del Señor”. Aquí está el único imperativo del texto: allanad, haced recto, el camino del Señor. Mi pregunta, -tu pregunta-, es: ¿qué tenemos que rectificar en nuestra vida para que el Señor pueda andar por ella y avanzar en ella sin dificultades? ¡Vamos, atrévete! Para eso, el Adviento. Para eso nace Jesús en Navidad.
>“Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí y al que no soy digno de desatar la correa de las sandalias”.
-Otro grupo distinto, -antes de sacerdotes, ahora de fariseos-, aprovechó para volver sobre la misma pregunta: “Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el Profeta?” Ahí está su respuesta: bautiza, sí: porque sabe cuáles son sus límites, sus dones, su misión. Y se pone al servicio de la gente y su conversión. ¡Qué grande! Esa es su humilde grandeza. Pero sabe también que hay alguien más poderoso que él que está por llegar. Deja ahí picando la respuesta completa: “el Mesías que estáis esperando”. Pero como para incitar más su curiosidad y probar su verdadera espera, señala con claridad: …en medio de vosotros hay uno que no conocéis… Se trata del Mesías, claro, de Jesús. ¿Cuáles son mis límites, mis dones? ¿Los pongo al servicio de los demás? ¿Estoy convencido y vivo que Jesús está en medio de nosotros? Sí, sí, en medio. ¿Y que no le conocemos? Al menos habitualmente. El Adviento es la ocasión de este entrenamiento espiritual que hará progresar nuestra experiencia espiritual y evangelizadora. La tuya y la mía.
    Señor, sé que estás en medio de nosotros y, sin embargo, vienes y vendrás, porque no te conocemos. Podemos conocerte más y mejor, y eso será siempre una nueva venida tuya a nuestro corazón y a nuestra vida. Quiero allanar cuanto en mí dificulte tu venida, y ser voz y luz que ayude a hacer lo mismo a los demás. Gracias, porque estás viniendo. ¡Te espero, Señor!
   
A los cristianos se nos ha tildado muchas veces de “tristes”, “hombres y mujeres sin chispa”, “personas que piensan en el más allá, sin vivir la vida de aquí”, etc. ¿Crees que nos hemos ganado esta fama por méritos propios? ¿Cuáles son los motivos para ello?
La liturgia de este domingo nos invita a la alegría, pero ¿hemos sentido en nuestros interior el sabernos perdonados, acompañados, salvados, gratuitamente queridos por Dios? ¿No falta esa experiencia personal y comunitaria?
Valora y comparte con tu grupo parroquial (o familiar o de amistad) estas frases y comentarios:
-Existe la alegría de la gratuidad. Se trata de vivir siempre con un sentido de agradecimiento y de reconocimiento por el bien que se nos hace.
-Existe la alegría del compromiso. Se trata de vivir siempre con los ojos y el corazón abiertos a las necesidades de los demás. La generosidad es fuente de alegría.
-Existe la alegría de la cotidianidad. Se trata de vivir todos los días con sus pequeñas alegrías y sorpresas: el saludo del vecino, la sonrisa, la llamada por teléfono, el descanso, lo bello de cada día…
-Existe la alegría de la amistad. Se trata de vivir en comunión con tantas personas buenas que nos cruzamos  por el camino de la vida. Tener amigos y amigas es sentirse apreciado y estimado.
-Existe la alegría de la fe. Se trata de vivir conscientes del gran regalo que Dios nos da cada día. (Cáritas. Guiones litúrgicos).