Da a cada cual lo que es suyo, su derecho: sé justo. No robes ni te quedes con lo ajeno. Renuncia a la venganza y jamás seas rencoroso.
Por aquí empieza el camino de la alegría.
Sé agradecido a quien te hizo bien y guarda sus enseñanzas. Devuelve bien por mal y supera los favores que tú recibiste.
Si eres compasivo con quien sufre y no tardas en ayudarle.
Entonces ya experimentarás una sana alegría.
Da la mano al caído que necesita ayuda para seguir adelante.
Ofrece un rostro amable y sonriente para con quien sufre.
«Si por su honor tu honor expones...»
No estás lejos de la verdadera alegría.
Si sigues el camino que Dios te ha trazado.
Si intentas esparcir alegría a tu entorno.
Si no desprecias a nadie... ayudas a todos.
Entonces ya cosecharás alegría.
Si eres apoyo físico y moral para el anciano y el enfermo.
Si eres «rico para el pobre».
Si «eres poderoso para el desamparado».
Si llevas paz, concordia, bondad, amabilidad, ayuda.
La alegría hará presencia en tu interior y en tu exterior.
Si sabes soportar por amor las injurias y los males...
Si vacías de tu interior el amor propio exagerado, agudo...
Si conviertes tu servicio en amor a Dios y a los hombres...
Entonces, ya eres una persona alegre.
Alimbau, J.M. (2017). Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.