La Madonna Sixtina, según el critico de Arte del siglo XVI, Giorgio Vasari, es un encargo de los monjes benedictinos para el altar mayor de la iglesia del monasterio de San Sixto de Piacenza. Rafael concluye esta pintura en 1514.
La Madonna Sixtina de Rafael Sanzio ha tenido a lo largo de los siglos reconocidos y rendidos admiradores. El antes mencionado Giorgio Vasari (15111574) refiriéndose a Rafael exclamó: "Qué generoso y benévolo puede mostrarse el Cielo en ocasiones para derramar sobre un hombre las infinitas riquezas de sus tesoros; toda la gracia y los raros dones que, por lo demás, distribuye durante un largo período de tiempo entre muchos individuos pueden verse claramente en la belleza y la elegancia de Rafael".
El pintor y arquitecto italiano Carlo Maratti (16251713) afirmó: “Si me mostraran el cuadro de Rafael y nada supiera de él mismo, y me dijeran que es la creación de un ángel, lo hubiese creído”. El escritor alemán Goethe (17491832) dijo: “Rafael creaba siempre lo que otros soñaban crear”.
Pero, sin duda, uno de sus más grandes admiradores fue el escritor ruso Fiodor Dostoievski (18211881). Él considera que las obras de Rafael Sanzio están por encima de cualquier otra creación pictórica y destaca, como su obra suprema, a La Madonna Sixtina. En una visita a Dresde no puede apartarse de la contemplación constante de ésta obra. Una y otra vez va a observarla, se queda horas mirándola inmóvil. El último día de su estancia en Dresde llega a colocar una silla delante del lienzo, para poder observar aún más de cerca el rostro de la Virgen: "Qué belleza, inocencia y tristeza en ese semblante celestial; qué humildad y sufrimiento en esos ojos. Entre los antiguos griegos, los poderes de la divinidad se expresaron en la maravillosa Venus de Milo. Los italianos, en cambio, han producido la verdadera Madre de Dios, la Madonna Sixtina".
Esta pintura es un óleo sobre lienzo, algo poco usual en las obras de Rafael, pues él solía pintar habitualmente sobre tabla. Respecto a la composición aparecen en el centro del cuadro una joven Virgen María que porta en sus brazos a un Jesús niño. Están escoltados a ambos lados por dos santos arrodillados; a su derecha San Sixto I y, a su izquierda, Santa Bárbara. Actúan como mediadores nuestros ante la Virgen y el Niño. En la parte inferior de la pintura se encuentran dos angelitos que dirigen su mirada hacía lo alto.
En esta obra, Rafael establece una línea compositiva a través de la relación de las miradas de los personajes retratados. Ya hemos comentado anteriormente que la Virgen y el Niño se encuentran en el eje axial de la composición, siendo además los únicos de la escena que interpelan directamente con sus miradas a los espectadores. Es una forma sutil de diferenciarlos del resto de los personajes. La dirección de la mirada comienza en San Sixto que la dirige hacía la Virgen y el Niño, y baja por medio de Santa Bárbara que mira a los angelitos que se sitúan abajo. Finalmente, los dos angelitos con su mirada provocan que nos centremos de nuevo en las figuras centrales de la Virgen y el Niño.
Los angelitos están sobre una balaustrada y posada sobre ella se encuentra una tiara papal que sirve como nexo entre el espacio pictórico y el espacio real. No tenemos que olvidar que el destino original de esta obra era el altar mayor de un templo, es decir, un lugar alto en el cual tendríamos que levantar la mirada para contemplarlo.
A ambos lados destacan unos pesados cortinajes verdes replegados que envuelven a todos los personajes del cuadro, introduciendo la escena. En el fondo blanco descubrimos decenas de rostros difuminados que representen probablemente a ángeles u otros seres celestiales.
La iluminación también posee un importante papel, pues dota a todo el conjunto superior de la escena de una luz dorada que destaca la divinidad de Cristo en los brazos de una dulce Virgen María, y los envuelve a ambos en un resplandor sobrenatural. Sin embargo la parte inferior que se extiende hacia nosotros, posee una iluminación más blanquecina. Rafael Sanzio utiliza una paleta de colores fríos a excepción de algunos toques de rojo.
Hasta 1753, la obra permanece en el convento de San Sixto de Piacenza en Roma, momento en que los monjes se la venden al rey de Polonia Augusto III por la cantidad de 25.000 escudos romanos. Su nuevo destino es la en Dresde.
Durante la II Guerra Mundial los nazis esconden La Madonna Sixtina junto a muchas otras obras maestras de la pintura y escultura. El Ejército soviético, tras una complicada investigación, la encuentra en una cantera abandonada en los alrededores de Dresde en 1945.
La Madonna Sixtina estaba dentro de un cajón de madera, pero obras de Rubens, Giorgione, del Veronés y muchos otros estaban tiradas por el suelo apretadas unas junto a otras o contra las paredes de la mina. En total se descubre un conjunto de 1.240 obras que son enviadas a Moscú para su restauración. En 1955 La Madonna Sixtina es devuelta al Gemäldegalerie Alte Meister de Dresde.
Dibujos y fotografías tomadas de Wikipedia, siroco-encuentrosyamistad.blogspot.com, yomenosquenadie.blogspot.com, skd.museum.