La campaña de Antena 3 contra la violencia machista acredita que Matías Prats tiene el talento interpretativo de Ágata Lys. Es un magnífico comunicador, pero su credibilidad a la hora de informar sobre el proceso unilateral de independencia troca en fingimiento cuando pone cara de desasosiego. Para ser James Dean le falta, no sólo teñirse de rubio, sino perfeccionar el método Stanislavski. En su caso, las clases en el Actors Studio son imprescindibles porque como viene de una familia estructurada no logra transmitir el sufrimiento marca de la casa adherido a las víctimas de la paliza conyugal. Esa que en otros ambientes menos armónicos le propina el hombre a la mujer porque ella vuelve a las diez de la noche o porque él vuelve a las cinco de la mañana.
Coincido con Antena 3 en que el maltrato machista es una lacra. No tengo relación alguna con la violencia, aunque admiro a Joe Louis y a su epígono Legrá. Si me gusta el boxeo es porque es el único deporte en el que los dos contendientes saben que van a partirse la cara. En el fútbol abunda la entrada de Goicoetxea y el codazo de Ramos. Y el waterpolo es kárate submarino. En el cuadrilátero, sin embargo, la tangana está reglada de tal modo que un peso medio perdería la licencia si apalizara a un supermosca. En algunos matrimonios, sin embargo, abunda la entrada de Goicoetxea y el codazo de Ramos. En determinados hogares, la vida conyugal se parece más al fútbol que al boxeo.
La toma de conciencia de la sociedad española de que esto es así permitirá acabar con esta infamia. Pero hay que acabar con otras. Es una lástima que aquí se considere más importante erradicar una lacra que evitar una masacre. Lacra es asesinar 50 mujeres, masacre impedir el nacimiento de 100.000 niños que, si crecieran, tendrían la oportunidad de librar su propia guerra, que sería la de los botones, para acabar con el aborto. Falta hace que nazcan. Más que nada para fortalecer a la causa del bien, poblada ahora de indecisos. Raro será que cualquier Navidad los ayuntamientos del cambio no pongan en el Belén una clínica Herodes, la Dator de la época, al lado del pesebre por si la Virgen se lo piensa mejor. Y raro será que el católico común, tan apocado, se atreva a quitarla.