Estos días España está de luto por la muerte de más de cien personas, mayores, jóvenes y niños, a causa de la DANA terrible que ha inundado las tierras del levante. No guardamos solo un minuto de silencio sino que muchos rezamos y ofrecemos sufragios por quienes han muerto sin esperarlo, confiándolos a la misericordia de Dios.
Noviembre
Precisamente este mes comienza con la fiesta de «Todos los santos»: son aquellos que no están canonizados e inscritos en el elenco de los santos de la Iglesia, que también reconoce santos ortodoxos y otros hermanos separados, porque han dado muestra de fe, esperanza y caridad, heroicas.
Al día siguiente la Iglesia celebra el «Día difuntos» cuando muchos fieles visitan los cementerios donde los seres queridos esperan la resurrección de la carne. Es la fe de la Iglesia con una expresión que no entra en detalles sobre cómo será, pero está anclada en la Resurrección de Jesucristo, y en la promesa de la Vida eterna en Dios.
Todo el mes los fieles ofrecemos sufragios por los conocidos y desconocidos con el deseo de vaciar el Purgatorio, un estado real de esperanza en que los difuntos necesitan nuestras oraciones y sacrificios, especialmente la Misa.
Ante esta realidad de la muerte, de la vida eterna, del cielo, del infierno y del purgatorio, carecen de consistencia los actos de halloween, y otros como ensalzar la muerte para hacerse amigos de ella, inventar fantasías para impresionar sin tomarse en serio la vida, la muerte, ni el Cielo. Los muertos recientes por la DANA se merecen más respeto, y no jugar con la muerte ni con calabazas vacías.
Guerras interminables
Ciertamente las guerras recorren la historia de los hombres y están demasiado presentes hoy día en Ucrania y en Palestina por citar tan solo dos terribles heridas abiertas en la faz de la tierra, aunque sin olvidar las guerras en el continente africano y en oriente. Con razón ha repetido el Papa Francisco que estamos sufriendo la tercera guerra mundial en pedazos.
Nos estamos acostumbrando a las noticias diarias sobre ataques cada vez más mortíferos y sofisticados. Sabemos que desde una consola se puede enviar un misil contra un edificio de viviendas, una escuela, o un hospital causando docenas de víctimas sin cargo de conciencia por parte de los agresores, o eso parece pues estos ataques no disminuyen sino aumentan.
La construcción día a día de la paz empieza por valorar más la vida ajena, cuando vemos las imágenes de los cadáveres envueltos en sábana, los ataúdes, o las fosas abiertas en los bosques. Queremos pensar en esas criaturas envueltas a diario en las explosiones, las ruinas, las huidas y las muertes. Los millones de desplazados muestran las cicatrices del mundo actual incapaz de defender los derechos fundamentales, que recluye en campos de refugiados a miles de personas y vivirán durante demasiados años en guetos inhumanos.
No acostumbrase a la cultura de muerte
No parece lo mismo pero la realidad el aborto y la eutanasia son también atentados diarios contra la vida, aunque los envolvamos en conceptos abstractos como el tan manido de «interrupción voluntaria del embarazo». Hay un salto mortal en la sociedad desde que se presentaron en la opinión pública casos penosos de mujeres que morían por «abortar en malas condiciones y otras que iban a la cárcel» hasta hoy con la aceptación social del aborto y la eutanasia.
Como tantas veces, muchos creadores de opinión mueven los sentimientos para ofuscar la inteligencia y seguir avanzando en la cultura de la muerte. Luego se despenalizan unos supuestos a la vez que cierto feminismo hace bandera de ese derecho que se introduce en la legislación. Al final llegamos hasta la Asamblea de Francia que establece el aborto como un derecho constitucional.
En nuestro mundo supuestamente civilizado se va imponiendo la eutanasia como una solución para el envejecimiento de la población, presentándola como un ejercicio de libertad y un derecho. Además, la cultura de muerte va destruyendo la conciencia moral de los jóvenes, que ya no sabrán distinguir entre el bien y el mal. Por este camino avanzamos hacia el establecimiento de la eutanasia como un derecho constitucional, igual que ya ha ocurrido con el aborto.
Trabajar por la vida
No son pocos los que trabajan por la paz en la política, la economía, el derecho, la sanidad, y asociaciones varias, en las que colaboran hombres y mujeres, jóvenes y mayores, los que vemos la transmisión de los valores humanos en defensa de la vida, del matrimonio, de la libertad en un ejercicio palpable de generosidad y de la solidaridad. Todos somos llamados en conciencia a renovar la sociedad, a defender la convivencia pacífica en el respeto de los derechos de todos, y a esforzarnos con esperanza para el progreso real en humanidad.
Las guerras siempre interesadas de unos pocos, que no quieren cargar con los muertos, con la aceptación social de los atentados a la vida como el aborto y la eutanasia constituyen la mayor regresión que puede acabar con la civilización occidental.
Sin embargo, también crece la oposición a esta cultura de muerte por parte de juristas, políticos, médicos, escritores, y artistas que siguen proclamando bien alto y con perseverancia que la vida es el mayor bien, la base de toda civilización digna de este nombre y siempre un don de Dios. Si muchos se empeñan en destruir el tejido social excitando la mentira y el egoísmo, otros muchos seguiremos proclamando el valor supremo de la vida humana.
Jesús Ortiz López