Hace años conocí al Dr. Jordi Gol. Fue el primer director de la Residencia de Bellvitge y uno de los padres de la Asistencia Primaria del país. Formó parte del Consejo Pastoral diocesano. Le gustaba autollamarse «médico de personas», subrayando así la idea de que en el hombre enfermo no existe únicamente un problema de enfermedad, sino también una problemática humana. Su biógrafo, J. Raventós, cuenta que un día el Dr. Gol iba a ver a un enfermo y se encontró en la calle con un grupo de amigos. Les pidió:
 
— «¿No sabríais un chiste? He de ir a ver al señor Pino —era un hombre que se encontraba gravemente enfermo y estaba muy vinculado, como él, a la vida parroquial— y he de contarle un chiste; un chiste nuevo cada día. Hoy no sé ninguno. Y él lo está esperando
 
— Visitar y ofrecer distracción al enfermo;
— Acompañar y llevarle buen humor y palabras que alivien;
— Ser portador de buenas sonrisas y de la mejor alegría; ... son pequeños actos de amor por parte de quien los ofrece y pueden servir para embellecer, aunque sea por unos momentos, la vida.
 
El Papa Benedicto XIV incluyó la alegría —el buen humor— entre las condiciones indispensables para elevar a alguien a los altares (De servorum Dei beatificatione). Consideraba el Papa que la alegría estaba muy ligada a la perfección de la vida cristiana.
 
Y es que el buen humor y la alegría son una bendición.




Alimbau, J.M. (2017).  Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.