DESENTONANDO
La sonrisa es una verdadera fuerza vital,
la única capaz de mover lo inconmovible.
-Orison Swett Marden-
Joaquín Salvador Lavado, Quino, el gran dibujante argentino, padre de Mafalda, nos dibuja a esta con una sonrisa serena mientras comenta:
—Comienza tu día con un sonrisa, verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo.
Para hacer un mundo mejor y más habitable, deberíamos empezar cada día con una sonrisa y mantenerla todo el día. Podemos irradiar luz, resplandecer como el sol con este gesto tan sencillo: sonreír.
Hay quien ha definido la sonrisa como un rayo de sol directo del alma. Hermosear la vida no es tanto producto de grandes acontecimientos, como de las pequeñas vivencias cotidianas. Quien de todo sabe encontrar motivo para una sonrisa tiene la sabiduría de la vida en plenitud.
¿No habéis pensado que Dios, al crear al hombre puso en casi todas sus acciones, además del fin práctico correspondiente, una razón de gozo? Por ejemplo, comemos y bebemos para subsistir, fin fundamental al que Dios añadió el que comer y beber sean cosas agradables y gozosas. ¡Y cómo alimenta comer con una sonrisa!
Ciertamente Dios pudo crear todo para sus solos fines prácticos, pero, ¡qué le vamos a hacer!, quiso embellecer cada una de nuestras funciones humanas con un alma de alegría.
Por eso me resultan desconcertantes las personas que parecen vivir para la tristeza. Y no digamos si, además, son creyentes. No hay, no puede haber verdadera religiosidad sin alegría. A la historia me remito: desde santa Teresa a san Juan Pablo II, de quién ha dicho el papa Francisco que «era un hombre de una alegría gloriosa» (domingo, 27 abril 2014).
¿Cuántas veces sonrío al día? Es una pregunta pertinente para hacerse, porque la risa puede ser una de las mejores medicinas para nuestra salud y para la de los demás. Y el buen humor tiene el poder de sanar.
Una sonrisa en mi rostro no significa la ausencia de problemas, sino la habilidad de ser feliz, por encima de ellos.
Voy a ser feliz, voy a tratar de sonreír, porque es bueno para la salud. La salud del cuerpo y del alma. Y eso, como diría Mafalda, aunque sea desentonando: ¡sonreír!