Aunque nunca lo había expresado en voz alta, en estos últimos años, cuando llegaba el funeral de alguna de las religiosas del Colegio Compañía de María de Talavera de la Reina, pensaba:
-Cuando muera Madre Díez, tendremos que poner pantallas en la galería de entrada para que el gentío que venga pueda seguir el funeral…
Hemos llamado a nuestro párroco de Santa Teresa de Calcuta, don Juan Jesús García, para que presidiera el responso. Y su hermana con su esposo, que han venido de Madrid, en cuanto hemos podido disponer su entierro. De Talavera, su otro hermano. Tres familiares. Como ha dispuesto el Gobierno. Y la Comunidad, claro está. El hombre propone y Dios dispone.
De forma imprevisible ayer, 31 de marzo, falleció la Madre Gabriela Díez Esteban, religiosa de la Orden de Hijas de María Nuestra Señora, del Colegio Compañía de María de Talavera de la Reina (Toledo). Toda una institución.
La actual presidenta de la Congregación Mariana y docente en el centro, María Victoria Melchor, ha escrito recordando sus años de Colegio:
Son tantos los recuerdos que se agolpan en estos momentos de la M. Díez, que es difícil elegir entre ellos.
Como alumna, de pequeña me impresionaban su altura y su voz, ese dominio que tenía para silenciarnos a todas, a veces con solo una mirada. Más adelante comprobé el empeño que ponía para que todas las niñas aprendieran y cómo buscaba que ayudásemos siempre a las que tenían alguna dificultad.
Una de las frases que resuenan ahora en mi cabeza es: El que obedece nunca se equivoca, el que manda sí.
Como congregante, nos inculcó el amor al Corazón de Jesús (esos pequeños sacrificios que, ofrecidos a su Corazón, salvaban almas, nos decía) y a la Virgen María, mostrándonos la importancia de ser puras como Ella: Madre, que quien me mire te vea.
Cómo no mencionar los campamentos... Junto al P. José Ramón Bidagor, predicador incansable del amor a la Virgen María y que tanto nos ayudó en la Congregación y en el Colegio, llevaron a cabo esta gran labor de apostolado, forjando jóvenas incomparables. Son vivencias imborrables.
Como adulta, pude darme cuenta de que detrás de esa apariencia de firmeza, se escondía un enorme corazón y una gran generosidad.
Tenemos una deuda impagable con aquella mujer que nos supo transmitir con rigor y dedicación el valor de ser mujeres intachables, honestas y sobre todo, consecuentes, afianzando así en nosotras la virtud de la fortaleza.
Descanse en paz, M. Díez, en la gloria de Dios Padre, junto a los Corazones de Jesús y de María.
Su fallecimiento, según ha determinado la doctora geriatra -que ha dictado la defunción- se ha debido a su deterioro físico por la enfermedad que padecía. Eran poco más de las tres de la tarde, cuando la religiosa que la atendía se la ha encontrado muerta. “Sentada y tranquila, en su celda, con el rosario en las manos y como si estuviese mirando hacia la ventana. Había comido e incluso había estado cantando, como hacía estos últimos días”.
Entre sus manos le hemos colocado un detente del Corazón de Jesús, una estampa de la Niña María, otra de su beato Saturnino Ortega y, finalmente, una estampa del padre Bidagor.
La Madre Díez, que contaba 81 años, ha pasado toda su vida dedicada a la enseñanza de las niñas, y durante décadas había sido la directora de Primaria de dicho centro educativo.
Su comunidad, sus Discípulos, las alumnas, sus antiguas alumnas
Las circunstancias del entierro han sido igual de penosas como lo están siendo para toda la población española. Más después de las nuevas normas para entierros que ayer publicaba el Gobierno.
Su hermana y su marido que viven en Madrid, con los debidos permisos para poder trasladarse, se unieron a su otro hermano para poder asistir a su inhumación, a las 19 de la tarde, en el pequeño cementerio de esta comunidad. El Real Decreto Ley aprobado por el Gobierno debido a la crisis del coronavirus ordena que no haya velatorio, aunque su muerte se haya debido a otras causas, como era el caso.
Tengo la sensación en estas horas de que todos (sacerdotes de la ciudad, su querido don Antonio Díaz-Corralejo, sus Discípulos de los Corazones de Jesús y María, las alumnas que están actualmente en el Cole y a las que se dedicaba sin cesar a hacer carantoñas, especialmente a las más pequeñas, y sus antiguas alumnas) sentían la necesidad de saltarse, literalmente, el embargo gubernativo y haberse presentado a las puertas del Colegio.
Tranquilos. Nuestra fe marca otro camino. Nuestros rezos, nuestras Misas ofrecidas… cuando llegue el momento celebraremos un funeral por ella y, otro, por la querida Madre Mercedes Palau, que también nos dejaba hace unas semanas, esencia pura de lo que debe ser una religiosa.
Las Madres del Colegio, desbordadas, quieren agradecer a todos vuestras oraciones y vuestro cariño hacia ella y hacia la Orden.
Cuando pase el Estado de Alarma se celebrará un funeral en el colegio por el eterno descanso de su alma. Las religiosas de la Orden y el Colegio, profesores, personal no docente y sacerdotes agradecen todas las muestras de cariño, afecto y condolencias que están recibiendo y piden que se rece por su alma, ya que no se puede acudir al colegio por la Orden de Confinamiento. Ellas también están rezando por el fin de la pandemia y por tantas personas que están sufriendo la enfermedad y la muerte en estos días y sus familias.
Finalmente, las Madres escribían esto al correo de antiguas alumnas
Como bien sabéis, hace tiempo que venía arrastrando una dura enfermedad. Últimamente había caído mucho, pero en su cama o sentada, mantenía aquella energía que tanto la caracterizó siempre. Apenas hablaba, pero por la mirada sabíamos que nos reconocía. Le enseñábamos fotos de sus padres o del Padre Bidagor y sonreía. Le gustaba oírnos cantar y se añadía a los cantos mejor que nunca, algo que nos hacía mucha gracia. En estos últimos días cantaba todo seguido, de memoria, el himno de San Ignacio, el de la Virgen del Prado y, sobre todo, Quiero Madre en tus brazos queridos [dentro del YouTube tenéis la letra de la canción]. Y así se ha quedado: sentada, dormida como una niña en brazos de su madre y con una gran expresión de paz.
Una antigua alumna, Victoria Moreno, me acaba de escribir:
Dios la reciba como ella merecía "A lo grande" (como era) y agradecida por la dedicación integra, que siempre nos ofreció a todas nosotras, sus alumnas. Siempre dejará un recuerdo en nuestros corazones. Descanse ya en paz.