Luis Alegre es filósofo y es homosexual. También es uno de padres fundadores de Podemos, pero eso no tiene nada que ver ni con sus estudios ni con su orientación, sino con la querencia por el estalinismo de la gente pija que, en vez de trabajar en la vendimia, habla del campo mientras toma café de Colombia en un cenador atestado de parras. Ignoro si como homosexual supera a Lorca, pero sé que como pensador no alcanza a Ortega. A Ortega jamás se le habría ocurrido plantear en voz alta, como ha hecho Alegre en una entrevista en El Mundo, que un homosexual hecho y derecho es superior a un heterosexual hecho y derecho, pues tan hombre es Bertín Osborne como Jesús Vázquez. Para Alegre, sin embargo, el homosexual, por cuanto cuestiona el orden establecido, es capaz de mirar más lejos que el heterosexual. Obviamente, esto sólo lo puede decir alguien que cree que el orden establecido está contaminado por la moral.
Pero, puesto que la moral no opera en el bosque, donde el ciervo, tras la berrea, no duda en elegir a la cierva antes que hacer manitas con el gamo, habrá que deducir que la sociedad no encasilla a los sexos, sino que les brinda el espacio que mejor le cuadra. Es decir, la elección clásica, la del hombre por la mujer, no es la consecuencia de siglos de adoctrinamiento, sino la línea recta que sigue la naturaleza para perpetuar la especie. Otra cosa es que Luis Alegre considere que la naturaleza se equivoca. Yo no creo que un homosexual sea una equivocación de la naturaleza, pero, por eso mismo, pido que respete la presunción de inocencia del heterosexual, al que muchas veces se acusa de urdir una sociedad a su imagen y semejanza, que sojuzga a Chueca. Antes no digo que no, pero ahora Chueca, por lo que se le respeta, es la calle Serrano esquina con Colón.
El respeto, no obstante, es una forma de seriedad y no es serio que el profesor afirme también que los homosexuales odian mejor. Como desconozco los niveles del odio, imagino que se refiere a que no le desean la muerte a su peor enemigo, pero, puesto que lo odian, aunque sea poco, tal vez sí una hepatitis leve o, como poco, una gripe mal curada. En este punto pone como ejemplo al cardenal Cañizares, sistemáticamente denunciado por no hablar bien de la ideología de género. Asegura Alegre que las críticas de los homosexuales se circunscriben a Cañizares, pero añade, a modo de coda, que la jerarquía de la Iglesia no hace nada por los marginados. Habría que informarle de que Cáritas no es un ente autónomo controlado por la joven guardia roja del clero ni por los antisistema del rosario. Capaz es de creer que el catolicismo de base es la CUP de Dios.