Hoy celebramos en España la solemnidad de Sagrado Corazón de Jesús. Muchos peregrinos subirán al Cerro de los Ángeles, en Getafe,  centro geográfico de la Península Ibérica, lugar en el que el  rey Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919.

¿Qué sé yo del sagrado corazón de Jesús? Bien poco, la verdad, y es una pena porque “del Sagrado Corazón” es mi 2º nombre.

Lo único que sabía del Sagrado Corazón de Jesús hasta hace pocos días era que se lo representaba en unas esculturas y pinturas bastante “moñas”, cursis, acarameladas… y me dan repelús porque yo no me imagino al Señor nada cursi ni delicadito sino recio, fuerte, viril, con un corazón muy grande pero nada ñoño. Por eso me gusta la imagen que ilustra este artículo, porque no es empalagosa pero sí tierna, invita a poner tus manos en las del Señor y aceptar su abrazo.

Hace unos días asistí a una conferencia sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y aprendí cosas que me hicieron pensar.

Dios, en su Hijo, nos ama con corazón de hombre, con amor humano. Nosotros conocemos el amor humano, sabemos qué se siente, cómo se vive, cómo gozamos y sufrimos en nuestro corazón. Porque no estamos hablando del corazón en cuanto víscera que bombea la sangre, sino como la parte que representa la interioridad de una persona, su más profunda intimidad.

Pues Jesús de Nazaret tiene el corazón-víscera y el corazón-interioridad de la persona, puesto que es una persona humana.  Así que siente como nosotros y por eso nos entiende perfectamente.

Y como además es Dios, puede ir más allá del amor humano y obrar con misericordia, pues la misericordia va más allá del amor: empieza donde el amor llega a su límite, donde cualquiera de nosotros diría “basta ya, hasta aquí hemos llegado, ya no te mereces más amor ni más perdón porque te has pasado tres pueblos”.

Jesús de Nazaret murió desangrado cuando una lanza le atravesó el corazón y se vació por completo. Tres días después resucitó y su corazón de carne vuelve a latir y a sentir amor. Le duelen nuestros desprecios, nuestra indiferencia, nuestro dejarle para luego, nuestros pecados, los sacrilegios…  Y le gustan nuestros detalles de amor y de cariño, nuestro desagravio,  le gusta que le hagamos caso y le queramos.

En 1923 la carmelita descalza Maravillas de Jesús recibió la inspiración de fundar un Carmelo en el Cerro de los Ángeles, ella decía que la fundación del Cerro el Señor se la pedía “a gritos”.

Tomo este fragmento de un relato de Javier Onrubia Rebuelta:

En una relación que narra la fundación, se encuentra un papel en el que se lee: “El Cerro se representó. Aquí quiero que tú y esas otras almas escogidas de mi Corazón me hagáis una casa en que tenga mis delicias. Mi Corazón necesita ser consolado y ese Carmelo quiero que sea el bálsamo que cure las heridas que me hacen los pecadores. España se salvará por la oración”. El 19 de mayo de 1924, las cuatro carmelitas –Maravillas, María Josefa, Rosario y Josefina– salieron de El Escorial, y se postraron ante el monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles y bajaron a Getafe, a la pobre casita en la que vivirían. Tuvieron que pasar dos años hasta que por fin el 31 de octubre de 1926 se instalaron en el nuevo Carmelo del Cerro. La madre Maravillas fue la primera priora y al poco tiempo la comunidad estaba completa.

Y así ese Carmelo pasó a ser Betania para Jesús, un lugar donde le gusta ir porque allí se le quiere y se le cuida y se le trata bien. Un sitio donde le gusta estar y donde está muy a gusto, donde puede descansar.

Yo quiero ser Betania para el Señor.  Y darle mi corazón entero para que Él gobierne mi vida. ¡Pues resulta que eso es precisamente consagrarse al Corazón de Jesús!, darle tu corazón entero para que Él gobierne tu vida.

Y sí, desear que mi corazón y mi casa sean Betania para Jesús es un deseo precioso, pero a veces mi corazón y/o mi casa parecen más bien territorio comanche en lugar de Betania. No pasa nada, Él conoce al dedillo el corazón humano y sabe que a veces se llena de malos sentimientos, pensamientos y deseos. Pero no se asusta ni se escandaliza sino que entonces es Él quien pone bálsamo en nuestras heridas.

También nos puede pasar que nuestro corazón atraviese temporadas de no sentir nada, o más bien de sentir sequedad, soledad, aridez… eso se llama “la noche oscura del alma”, bien descrito por San Juan de la Cruz en su poema “Noche oscura”.

Jesús también conoce ese sentimiento, lo vivió hasta el límite durante su pasión y  muerte así que nos entiende perfectamente cuando nos pasa. Y la mayor parte de nuestra vida espiritual es noche oscura, es tirar p’alante aunque no tengamos mariposas en el estómago ni un subidón durante la consagración; es perseverar porque confías en Cristo y crees en Él, y crees que Él está en la Eucaristía y crees que todo lo que hizo y dijo es verdad.

En la noche oscura hay que perseverar confiando sólo en Dios, porque si perdemos la confianza en Dios y nos dejamos llevar… ¡acabamos tirando la toalla!

El Corazón de Jesús no se puede separar de Corazón de María, donde está Uno está la Otra y viceversa, ¡son inseparables! Y María, la Madre de Jesús, consigue todo de Él.

Si Dios es Amor… ¿qué será, cómo será el corazón de Jesús?

Si tú has conocido ese Amor, el Amor de Dios..., si lo has tocado con tus manos en tu vida… seguro que necesitas contarlo, compartirlo, darlo a conocer a todo el mundo para que todos, sobre todo tu familia y los que más quieres, vivan en su propia carne lo que tú has vivido, sientan en su corazón lo que tú has sentido y conozcan el Amor de Dios como tú lo has conocido, pues una vez experimentado no se olvida, aunque vengan malos tiempos, pues Dios es fiel.

Es comprensible tu deseo de contarlo pero ¡no des sermones!, los sermones aburren y acaban espantando al personal.

No des sermones. Que vean lo que llevas dentro, que noten el cambio, el gozo, la paz que el corazón de Jesús derramó en tu corazón.