Año del Señor 2017
29 de octubre
Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
SIN MEMORIA
Últimamente me fijo un montón en Jubi. Muchas veces se intenta salir con la suya: colarse en el monasterio, de un salto quitar la merienda a la monja que pasea, robarnos las pinzas de tender y morderlas hasta destrozarlas... así que, entre unas y otras, últimamente se está llevando más de una reprimenda.
El otro día, sin ir más lejos, se nos “coló” en el Noviciado. Debió de pensar que la sala era un baño público... y ya puedes imaginar lo que vino después. Total que, por nuestra reacción, entendió que no había hecho bien, y salió corriendo escaleras abajo.
Te preguntarás que qué observo en todo esto, y es que, después de que la hubiese liado o tras una regañina, iba donde ella y Jubi estaba como si nada hubiese pasado un rato atrás. ¡Tiene memoria a corto plazo!
Esa actitud de Jubi me impresiona, porque las personas, cuando nos equivocamos o actuamos mal, somos los primeros en juzgarnos, y muchas veces lo hacemos bastante duro. No sólo corremos escaleras abajo, sino que nos culpabilizamos hasta el punto de castigarnos a nosotros mismos. Tenemos mucha memoria con nuestros errores. En nuestra vida de fe, un error nos puede llevar a no volver a entrar en la iglesia y, si lo hacemos, son los últimos bancos los que ocupamos, como si de esa manera nos librásemos de una buena reprimenda. Dudamos tanto del Amor incondicional...
Cristo está ahí por ti y para ti, ha muerto y ha resucitado por ti. Sabe de tus heridas, de tus traspiés, y no se ha quedado entre nosotros en la Eucaristía para reprocharte nada; al contrario, es tu debilidad la que le hace estar ahí para que te puedas dejar abrazar, para que puedas dejar en Él todo aquello que tanto te pesa y llevas años arrastrando.
Hoy el reto del amor es que no corras escaleras abajo. Entra en una iglesia y siéntate en los primeros bancos. Vuelve a Él, déjate abrazar tal y como estas. No te muevas hasta que sientas la paz que tanto anhela tu corazón y puedas olvidar como Él olvida, perdonarte como Él te perdona; y, si lo sientes, busca un sacerdote al que puedas abrir tu corazón.
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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