Es mucho más fácil ser un héroe que un caballero.
Héroe se puede ser solo una vez;
caballero hay que serlo siempre.
- Luigi Pirandello-
En numerosas ocasiones, cuando daba clase, hice el siguiente experimento. Colocaba una cartulina blanca en la pizarra, cogía un rotulado grande negro y pintaba un grueso punto en la cartulina. En cada ocasión colocaba el punto en un sitio distinto de la cartulina: arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, en el centro. Dejaba el rotulador y preguntaba sonriendo mientras apuntaba con la mano a la pizarra.
─Es muy difícil, pero quiero probar vuestra capacidad de observación. ¿Qué veis?
Invariablemente, la respuesta siempre fue la misma: Un punto negro.
En general somos más proclives a ver la paja en el ojo ajeno que a disfrutar de las miradas generosas que nos dedican. Con facilidad construimos listas negras de las dificultades de la vida e ignoramos los buenos momentos que, habitualmente, acompañan la mayor parte de nuestras vidas. Tendemos más a fijarnos en los puntos negros del cielo de nuestra historia, que a disfrutar de las extensiones de azul y de luz.
Y, sin embargo, hay, en el mundo, mucho más amor que odio; son muchos más los que perdonan que aquellos que pretende a todos condenar. Hay más besos y caricias que mala voluntad. Hay mucho más azul luminoso en el cielo que negrura en el fondo del mar.
Es cierto que no hay que ser tan optimista o ingenuos que ignoremos la realidad del mal en el diario vivir, pero no es justo despreciar las maravillas cotidianas que nos envuelven: el colorido vitalista de un amanecer, el embrujo de una puesta de sol, el encanto de la sonrisa de los niños, la fascinación de la inteligencia o el calor del amor. Tenemos que proclamarlo con fuerza y convicción: el sí es más fuerte que el no.
Y para ello tenemos un arma tan eficaz como asequible: la sonrisa.
La mejor forma de vencer las dificultades es atacándolas con una magnífica sonrisa -Robert Baden-Powell-.
Si fuésemos consecuentes con nuestra fe cristiana, seríamos más propensos a ver la blancura del folio que la negritud del punto, y sabríamos encontrar puntos de luz aún en la oscuridad de la noche.
Héroe se puede ser solo una vez;
caballero hay que serlo siempre.
- Luigi Pirandello-
En numerosas ocasiones, cuando daba clase, hice el siguiente experimento. Colocaba una cartulina blanca en la pizarra, cogía un rotulado grande negro y pintaba un grueso punto en la cartulina. En cada ocasión colocaba el punto en un sitio distinto de la cartulina: arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, en el centro. Dejaba el rotulador y preguntaba sonriendo mientras apuntaba con la mano a la pizarra.
─Es muy difícil, pero quiero probar vuestra capacidad de observación. ¿Qué veis?
Invariablemente, la respuesta siempre fue la misma: Un punto negro.
En general somos más proclives a ver la paja en el ojo ajeno que a disfrutar de las miradas generosas que nos dedican. Con facilidad construimos listas negras de las dificultades de la vida e ignoramos los buenos momentos que, habitualmente, acompañan la mayor parte de nuestras vidas. Tendemos más a fijarnos en los puntos negros del cielo de nuestra historia, que a disfrutar de las extensiones de azul y de luz.
Y, sin embargo, hay, en el mundo, mucho más amor que odio; son muchos más los que perdonan que aquellos que pretende a todos condenar. Hay más besos y caricias que mala voluntad. Hay mucho más azul luminoso en el cielo que negrura en el fondo del mar.
Es cierto que no hay que ser tan optimista o ingenuos que ignoremos la realidad del mal en el diario vivir, pero no es justo despreciar las maravillas cotidianas que nos envuelven: el colorido vitalista de un amanecer, el embrujo de una puesta de sol, el encanto de la sonrisa de los niños, la fascinación de la inteligencia o el calor del amor. Tenemos que proclamarlo con fuerza y convicción: el sí es más fuerte que el no.
Y para ello tenemos un arma tan eficaz como asequible: la sonrisa.
La mejor forma de vencer las dificultades es atacándolas con una magnífica sonrisa -Robert Baden-Powell-.
Si fuésemos consecuentes con nuestra fe cristiana, seríamos más propensos a ver la blancura del folio que la negritud del punto, y sabríamos encontrar puntos de luz aún en la oscuridad de la noche.