Si dudamos si somos de Dios o del mundo, reflexionemos a quien nos donamos de forma total. La moneda que entregaron a Cristo para ponerle en una aprieto tenía la cara del Cesar inscrita. Llevaba inscrita la imagen y semejanza del Cesar. ¿A quien hemos de dar la moneda? Tal como indicó el Señor . “Dad al César lo que es del Cesar”. Pero dijo algo más: “... y a Dios lo que es de Dios”. ¿A qué se refería el Señor? ¿Qué lleva inscrita la imagen y semejanza de Dios? Nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, tenemos que darnos a Dios de forma completa y absoluta.
Conviene por lo tanto que nosotros le paguemos lo que le debemos, esto es, el cuerpo, el alma y la voluntad. La moneda del César está hecha en oro, en donde se encuentra grabada su imagen; la moneda de Dios es el hombre, en quien se encuentra figurada la imagen de Dios; por lo tanto dad vuestras riquezas al César y guardad la conciencia de vuestra inocencia para Dios. (San Hilario, in Matthaeum, 23)
Posiblemente nos preguntemos cómo podremos entregarnos a Dios si no le vemos. Nos entregamos a Dios cuando hacemos su Voluntad y cumplimos sus mandamientos. Nos entregamos a Dios si le ofrecemos cada segundo de nuestra vida. Nos entregamos a Dios cuando dejamos a un lado lo que separa y nos reunimos en Nombre de Cristo.
Desgraciadamente, hoy en día le damos más importancia a las rayaduras y suciedades que llevamos con nosotros. Nos olvidamos de la imagen y semejanza de Dios que llevamos con nosotros porque nos recuerda que debemos ser humildes y dóciles. Cuando olvidamos que hemos sido llamados a ser testigos de Cristo, la imagen de Dios desaparece de nosotros y sólo queda la suciedad de nuestros errores, limitaciones y pecados.
Volviendo al Evangelio de hoy domingo, es interesante darnos cuenta que el mundo nos cuestiona constantemente. Nos pide que nos definamos en cada acción y movimiento que realizamos. Nos pide que demos testimonio del Cesar y que olvidemos la imagen que llevamos inscrita. Si recordamos el Evangelio del pasado domingo recordaremos que el Señor envió a sus criados a los cruces de caminos para invitar al Banquete de Bodas. Sólo quienes sintieron la necesidad de participar fueron al Banquete, pero entre ellos había una persona que no iba vestido de forma correcta. Podríamos decir que llevaba inscrita la imagen de César y por eso se le condujo al exterior.
Dentro del Banquete, que es la convocatoria de Dios, la misma Iglesia, debemos estar dispuestos a mostrar la imagen de Dios que llevamos con nosotros. Dejemos fuera los ropajes e imágenes del mundo, porque la Iglesia se entrega a Dios porque lleva inscrita su imagen. Cuando la Iglesia se convierte en un grupo filantrópico y socio-cultural, deja de atender a la llamada de Dios. Cuando nosotros o la Iglesia nos ponemos una careta con cualquier imagen diferente a la de Dios, pedimos ser entregados al César, al mundo. Cuando la sacralidad pasa a ser simple apariencia cultural, la imagen de Dios desaparece de nosotros. Cuando la animación y el marketing se hacen modelo de santidad, somos más imagen del Cesar que nunca.
Queda en nuestra conciencia y nuestro ser, la responsabilidad de limpiar la imagen de Dios que llevamos dentro. Pedro negó a Cristo tres veces ¿Cuántas veces no hemos negado a Cristo para demostrar que somos del mundo?