Cuenta Lucas que cuando a Jesús le negaron alojamiento en una aldea de Samaria sus discípulos Santiago y Juan le pidieron permiso para aplicar el artículo 155. Le propusieron en concreto hacer gestiones para que bajara un fuego destructor desde el cielo. Jesús, tras desestimar la propuesta, les explicó que no había venido a perder a los hombres, sino a salvarlos. Desconozco si Rajoy sustenta su prudencia de este pasaje del Nuevo Testamento, pero sé que Mariano no es Jesús. De hecho, Cristo no perdió a ninguno de los suyos, mientras que el estatismo de Rajoy ha dejado a muchos de los nuestros a merced de la turba. Con el problema añadido de que, tras salir del armario los catalanes que escondían su españolidad, los radicales se han quedado con su cara.
Obviamente, si Mariano es no Jesús, Rivera no es Santiago ni Aznar es Juan, pues los hijos del Trueno plantearon al Maestro la posibilidad de destruir la aldea sin esperar nada cambio, mientras el líder de Ciudadanos pide la aplicación del 155 porque interpreta la crisis de Estado en clave electoral y el ex presidente porque intenta marcar distancias con la pusilanimidad de su sucesor. No sé de qué se extraña. Cuando le eligió ya sabía que no era Espartero. Digo más, si Marruecos hubiera invadido Perejil con Mariano de jefe de gobierno, en el islote reinaría ahora el cuscús. Pero también digo menos: no está claro que en política la vehemencia sea más efectiva que la inacción. Fue Gandhi el que, cuando un asesor le pedía precipitar la independencia de la India, le replicó que tomara como ejemplo a la manzana, que cae por su propio peso.
Cuando nadie sabe lo que va a pasar es más fácil acertar que decidir. Enfrentar al Estado contra Cataluña es como enfrentar al Madrid de Zidane contra un combinado de casados y solteros de Vilanova y la Geltrú. El resultado está claro, pero ya se cuidará Ramos de entrar con todo al falso nueve del conjunto aficionado si no quiere que la FIFA, la comunidad internacional, le afee la conducta. De manera que entiendo el dilema de Mariano. Máxime si además no cuenta con el apoyo del nuevo PSOE, uno de cuyos mandos advenedizos, Óscar Puente, se ha atrevido a descalificar a la vieja guardia socialista, que es como si un físico del montón cuestionara a Newton, no porque Newton esté equivocado, sino porque le recuerda que es el montón.