Un autor contemporáneo[1], comentando la parábola de los viñadores homicidas, afirma que en ella no solo se cuenta la historia de Israel; es un espejo de lo que sucede con nosotros, que somos el nuevo Israel.
 

La parábola de los viñadores homicidas, Codex Aureus Epternacensis (hacia 10351040). Reichenau (Alemania).

Es verdad que nosotros somos esos otros labradores que entregarán a Dios los frutos a su tiempo. Pero no lo es menos que nuestros frutos, las más de las veces, no son los que corresponden a Dios; no son lo que Él espera recibir; no le damos lo que Él se merece.

Pero la Palabra se cumple: Dios sigue mimando a su viña. La ha plantado mediante el Bautismo; la ha cercado defendiéndola del mal; ha puesto de guarda a su Espíritu, y espera de los viñadores los frutos: verdad, vida, santidad, gracia, justicia, amor y paz. Y Dios sigue mandando criados -los santos- que recogen estos frutos para Él y experimentan -dentro de la viña- una especie de martirio: rechazo, sospecha, desprecio...

Y sigue mandando a su Hijo, el heredero, al que los viñadores, nosotros, sacamos fuera de la viña y matamos de nuevo. ¿Qué pasa por nuestra mente? Nos encanta la herencia. Los frutos de la viña son apetecibles, pero queremos conseguirlos a nuestro modo y... ¡rechazamos al Hijo como Señor!

Alguno -dice el autor de la Carta a Diogneto- podría pensar que el Padre envía a su Hijo para ejercer una tiranía y para infundir terror y espanto. Ciertamente no, sino que lo envió con bondad y mansedumbre, como un rey que envía a su hijo-rey; lo envió como Dios y como hombre entre los hombres; y esto lo hizo para salvar, para persuadir, no para violentar, ya que en Dios no se da la violencia. Lo envió para invitar, no para castigar; para amar, no para juzgar. Ya llegará el día en que lo envíe para juzgar, y entonces, ¿quién será capaz de soportar su presencia?

Lo estupendo es que aún podemos entregar los frutos a su tiempo. Porque la piedra rechazada se ha vuelto angular; el Cristo muerto y resucitado es camino de retorno al Padre. He aquí el milagro patente: la conversión, la vida nueva que Cristo nos da.

Pero volvamos hacia atrás, a esa expresión que acabamos de usar -Dios sigue mandando criados (los santos)- y unámonos al gozo de nuestra Santa Madre la Iglesia, que declara santo a uno de sus hijos, que descubre la mano de Dios en la vida de los santos.

En 1941 el español Víctor García Hoz, después de confesarse, escuchó que le decían: -Dios te llama por caminos de contemplación. Se quedó asombrado. Siempre había escuchado decir que la contemplación era una cosa para santos encaminados a la vida mística, cumbre asequible solo a unos pocos elegidos, gente en la mayoría de los casos retirada en el mundo. Yo, en cambio -escribe Hoz-, en aquellos años estaba casado, con dos o tres hijos entonces y esperando, como ocurrió en realidad, la llegada de más hijos, teniendo que trabajar para sacar adelante la familia.

¿Quién era aquel confesor revolucionario que dejaba de lado las barreras tradicionales, señalando metas místicas incluso a los casados? Era un sacerdote español, fallecido en Roma en 1975: San Josemaría Escrivá de Balaguer.
 

Para hablar de un santo, lo mejor es escuchar a otro. Y así, con esta anécdota del eminente pedagogo español García Hoz, comienza el cardenal Albino Luciani[2] -el que llegaría a ser Juan Pablo I, y cuyo proceso de beatificación está por concluir- una hermosa página sobre la santidad del fundador del Opus Dei.

Escrivá de Balaguer, con el Evangelio, decía continuamente: Cristo no nos pide un poco de bondad, sino mucha bondad. Pero quiere que lleguemos a ella no a través de acciones extraordinarias, sino con acciones comunes, aunque el modo de ejecutar tales acciones no debe ser común. Allí, en medio de la calle, en la oficina, en la fábrica, nos hacemos santos a poco que hagamos el propio deber con competencia, por amor de Dios y alegremente, de manera que el trabajo cotidiano se convierta no en una tragedia cotidiana, sino en la sonrisa cotidiana.

El legendario Barón de Münchausen narraba la leyenda de una liebre monstruosa que tenía dos series de patas: cuatro debajo del vientre, cuatro sobre la espalda. Perseguida por los cazadores, y sintiéndose casi alcanzada, se daba la vuelta, continuando la carrera con las patas frescas. Para el fundador del Opus Dei es monstruosa la vida de los cristianos que desean una doble serie de acciones: una hecha de oraciones a Dios, la otra de trabajo, de diversiones, de vida familiar para sí mismos. No, -dice San Josemaría-, la vida es única, debe ser santificada por entero. Por eso habla de espiritualidad materializada.

Para la propagación de su gran proyecto de espiritualidad, además de sus muy difundidos libros, dedicó una actividad tenacísima y organizó la asociación Opus Dei. Dad un clavo a un aragonés -dice un dicho- y lo clavará con su cabeza. Pues bien, yo soy aragonés -escribió-; es necesario ser tenaces. No perdía un minuto de tiempo. En España, antes, durante y después de la Guerra Civil, pasaba de las lecciones dadas a los universitarios a cocinar, a limpiar pisos, a hacer camas, a atender a los enfermos.

Yo tengo sobre mi conciencia -y con orgullo lo digo- el haber dedicado muchos, muchos millares de horas a confesar niños en las barriadas más pobres de Madrid. Venían con los mosquitos hasta la boca. Había que empezar limpiándoles la nariz antes de limpiarles un poco aquellas pobres almas.
Así ha escrito, demostrando que la sonrisa diaria la vivía de verdad:

Me iba a la cama muerto de cansancio. Al levantarme, todavía cansado, por la mañana, me decía: “Josemaría, antes de almorzar dormirás un poco”. Y cuando salía a la calle, añadía contemplando el panorama de trabajo que se me echaba encima aquel día: “Josemaría, te he engañado otra vez”...

Y termina el cardenal Luciani diciendo: La extensión, el número y la calidad de los miembros del Opus Dei han hecho pensar en alguna mira de poder, en la férrea obediencia de los gregarios. Lo contrario es lo verdadero: existe solo el deseo de hacer santos, pero con alegría, con espíritu de servicio y con gran libertad.

San Josemaría predicó incansablemente la llamada universal a la santidad y al apostolado. En otro momento afirmaba:

Debéis comprender ahora, con nueva claridad, que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en un cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.

No hay otro camino: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que nuestra época necesita devolver a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo[3].

He querido recordar hoy a San Josemaría por la fiesta que celebrábamos ayer: la Virgen del Rosario, ya que uno de los libros más populares es el Santo Rosario. Es un trabajo sencillo que redactó de un tirón en 1931, durante la acción de gracias de la Santa Misa. Publicado por primera vez en 1934, consta de una serie de consideraciones sobre los quince misterios del Rosario, con objeto de ayudar a los lectores a dirigirse con sencillez y confianza a la Virgen María y, a través de Ella, a la Santísima Trinidad. Porque -como dice en el Prólogo- el principio del camino que tiene por fin la completa locura por Jesús es un confiado amor hacia María Santísima. Actualmente, Santo Rosario, está publicado en 25 idiomas. Su difusión supera los 700.000 ejemplares. Elevemos a María Santísima, dentro de unos días celebramos la fiesta de la patrona de la Hispanidad, la Virgen del Pilar, oraciones por la paz en Cataluña, por la unidad de España con la plegaria del Rosario.
 

Acabemos con estas palabras del San Josemaría:
 
Como en otros días,
ha de ser hoy el Rosario
arma poderosa,
para vencer en nuestra lucha interior,
y para ayudar a todas las almas.
Ensalza con tu lengua a Santa María:
reparación te pide el Señor,
y alabanzas de tu boca.
Ojalá sepas y quieras tú sembrar
en todo el mundo la paz y la alegría,
con esta admirable devoción mariana
y con tu caridad vigilante.
 
           
PINCELADA MARTIRIAL
7 de octubre de 1936: Tarradellas traiciona a los Hnos. Maristas

Miquel Mir publicó en 2010 junto al Hno. Mariano Santamaría un nuevo libro titulado El preu de la traïció, editado por Ediciones 62 en catalán.

En la Barcelona de 1936, con un Gobierno autónomo de la Generalitat en teoría y en la práctica unos comités revolucionarios que han asumido el poder que emplean sus armas en la retaguardia y en la represión, encontramos un caso terrible: el intento de soborno a 172 maristas para salvar su vida y su posterior asesinato. Esto salpica directamente a un icono de la transición: Josep Tarradellas, ex presidente de la Generalitat. El autor sostiene que fue una traición por parte de dirigentes de la CNT-FAI que ocupaban cargos de responsabilidad en la Consejería de Interior de la Generalitat y en el Gobierno central de la República.
 

Mir explica que en el verano del 36 las patrullas de la CNT-FAI estaban en manos de un hombre sin escrúpulos, Aurelio Fernández, secretario general de la Junta de Seguridad de la Generalitat. Los Hermanos Maristas desde Francia, alarmados por las noticias que llegaban sobre el asesinato de 37 hermanos de su orden en España, iniciaron gestiones con los Consulados y la Generalitat y fueron remitidos a Aurelio Fernández, que pactó con la institución la entrega de 200.000 francos franceses a cambio de la inmunidad y salida de España de estos maristas. Tarradellas, como conseller de Finances, cobró, pero ellos fueron ejecutados.

El libro explica que “los responsables de todo lo que pasaba eran Manuel Escorza, del Comité de Investigación de la FAI; Dionís Eroles, cabeza de Servicios de la Comissaria General de Ordre Públic; Josep Asens, cabeza de las Patrulles de Control; Aurelio Fernández, secretario general de la Junta de Seguretat e Interior de la Generalitat de Catalunya; Silví Torrentes, cabeza del cuartel de Sant Elies”.

Asunto Ordaz

Mir documenta el encuentro, en el café Tostadero, de la plaza Universitat, donde se pacta la entrega de 200.000 francos a cambio de la inmunidad y salida de España de los maristas que habían salvado la vida.

“La cita, dice Mir, era en el puerto, donde les esperaba un barco, fletado por Francia, que les debía llevar a Marsella. Los maristas, confiados, abandonaron sus escondites y se dirigieron el barco. Solo tenían que dar la contraseña pactada: “¡Asunto Ordaz!”, para que les dejaran pasar. Iban a una ratonera. Al día siguiente los desembarcaron, los metieron en dos autobuses y los llevaron a Sant Elies (una checa). Allí, Aurelio Fernández, dirigiéndose a los patrulleros, les felicitó: ¡Buena caza, compañeros, os felicitamos! ¡Cómo os divertiréis con estos conejitos! ¡Qué tengáis buena puntería!”.

El 8 de octubre mataron a 46 religiosos en Montcada. El fusilamiento de un segundo grupo quedó frustrado porque un patrullero de Sant Elies, Vicenç Subirats, reconoció a Pere Soler, hermano de un amigo suyo, teniente de los Mossos d'Esquadra, quien consiguió llegar hasta Companys e informarle de lo que sucedía. Según Mir, así se consiguió salvar la vida de 62 maristas. Los hechos tuvieron lugar ya en octubre, pasados los meses del terror.

¿Qué hicieron los anarquistas con los 200.000 francos?
Según Mir, que cita el diario de José Asens, fueron entregados a Josep Tarradellas, conseller de Finances. En la declaración del 27 de octubre de 1936 ante el juez, el dirigente anarquista Joan García Oliver testimonia que fue a pedir a Tarradellas cinco mil francos para el Comité de Milicias y que Tarradellas le dijo: “Ten los cinco mil francos. Todavía están calientes, porque pertenecen al paquete de miles de francos que acaba de entregarme Aurelio, procedentes del intercambio por la libertad de maristas”.

Asens, en su diario, asegura que después Tarradellas le entregó 100.000 francos para comprar armas en Suiza y 200.000 más para meter en una cuenta bancaria a nombre de la Conselleria de Finances. Asens partió en un buick a Suiza. Un accidente llamó la atención de la policía, que los detuvo de inmediato. Desde el calabozo, Asens logró enviar un mensaje enrollado en una patata para que detuvieran en Barcelona al director de Hispano-Suiza, Braget, y a cuantos suizos pudieran. La orden se cumplió de inmediato y las autoridades suizas, asustadas por la suerte de sus ciudadanos, lo liberaron. Las armas llegaron a Barcelona camufladas en cajas de verduras.
Esta es la historia martirial que se prepara.

El buque-trampa Cabo San Agustín
La hora del martirio estaba próxima para casi cincuenta hermanos Maristas. En 1928, el Hermano Laurentino (Mariano Alonso Fuente) había sido designado Provincial de la Provincia de España. Cuando estalla la guerra tiene la posibilidad de trasladarse a Italia, pero prefiere quedarse con sus hermanos perseguidos. Logra hacer pasar a Francia a 117 jóvenes formandos, pero él y otros 106 hermanos caen en una trampa tendida por la FAI.

Cambios y más cambios confundirán a los religiosos que están al frente de la operación. Cuando manifiesten sus dudas, Ordaz les dirá muy amablemente: “La operación se hará tal como les indiqué en la reunión de ayer. Les esperamos a todos en el barco Cabo San Agustín a las ocho de la tarde y no se espanten si ven patrulleros por el muelle. Si tienen algún problema, no se olviden de dar la contraseña: ¡Asunto Ordaz!”.

El 7 de octubre de 1936 los maristas van llegando poco a poco al muelle Balears, en la Barceloneta. Esta noche la pasarán en los camarotes intentando descansar un poco. No se han dado cuenta pero, en realidad, quedan arrestados en el buque Cabo San Agustín, que tendría que haberles llevado a Francia después de haber pagado la cantidad de dinero acordada con la FAI. El barco se convierte en una ratonera.

Esa tarde -les mintieron- iban a embarcarlos en el barco Cabo San Agustín rumbo a Francia. Un hermano maristas que logró sobrevivir narraba su testimonio “-Lo vi con mis ojos (se refiere al anarquista Josep Serra). Entró en mi camarote y nos pidió que le entregáramos todo lo que teníamos de valor: -Para pasar a Francia es condición necesaria hacerlo sin nada de dinero, ni relojes... Ya que allí lo requisan todo, dijo. Nos mintió y nos saqueó”.

Cuando el tal Serra entró en el camarote del Hno. Policarpo Luis y se disponía a vaciarle los bolsillos, éste “obedeció la orden sin rechistar y le dio las dos pesetas y media que llevaba antes de encomendarse a Dios: “Ya se mascaba el engaño y la tragedia”, afirma. “Nos hicieron salir del barco y vimos cómo desvalijaban nuestras maletas. Unos anarquistas se probaban nuestra ropa mientras otros nos ponían en fila y nos dirigían a dos autobuses Roca de dos pisos”. En total estaban 107 maristas.
 

El Hno. Policarpo Luis todavía recuerda lo que sucedió con uno de los hermanos. El Hno. Baudilio bajó atenazado del autobús y entró llorando al convento San Elías, que la FAI había expropiado a las monjas clarisas y donde encerraron a los maristas antes de ejecutarlos. “¡Nos van a matar, nos van a matar!”, sollozaba Baudilio en el que había sido el lavadero de las religiosas, reconvertido en aquel momento en celda de frailes.
 
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2007/625/1192312801.html
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2007/626/1192917605.html
 

[1] José María BRAVO NAVALPOTRO, Una parábola para hoy, en Alfa y Omega, 5.10.1996.
[2] Albino LUCIANI, A través de las acciones corrientes, de la obra Textos sobre la grandeza de la vida ordinaria en Josemaría Escrivá (Actas del Congreso, de enero de 2002, que tuvo lugar en Roma desarrollando este tema central).
[3] San Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amar al mundo apasionadamente, homilía del 8.10.1967.