El pasado día 2 de Octubre la Iglesia celebró la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, los ángeles de la guarda.
Por cierto, son los patronos de los policías así que ese día también hay que felicitar a los policías, que son nuestros ángeles de la guarda de carne y hueso.
No voy a hacer una disertación acerca de la existencia de los ángeles y sus intervenciones en la historia de los hombres relatadas en la Biblia, para eso está Google y la curiosidad de los lectores; lo que sí voy a hacer es compartir con vosotros mi experiencia personal.
Tengo la suerte de haber conocido la existencia de mi ángel de la guarda desde muy pequeña, tanto que no recuerdo un solo día de mi vida consciente sin haberle tratado.
Empecé a hacerlo con la oración aprendida de labios de mi madre “Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, no me dejes sola que me perdería”, que también rezaba con mi padre en las ocasiones en que su trabajo como piloto de Iberia le permitía darme las buenas noches y el ansiado beso de antes de dormir.
Y así cada noche todos los días de mi vida. No me avergüenza reconocer que a mis 44 años sigo rezándola, ahora plenamente consciente del significado y sentido de las palabras.
Cuando tenía 13 años, en 8º de E.G.B., conocí la historia de Alexia González-Barros, una niña madrileña que está en proceso de beatificación y que vivió una anécdota muy divertida sobre el ángel de la guarda: Alexia estaba leyendo un libro en el que se contaba que un ángel tenía bajo su custodia a una niña muy revoltosa que le daba mucho trabajo, no como la niña a la que cuidaba antes. Alexia le preguntó a su madre, muy seria, si su ángel era sólo suyo o había sido antes de otra niña.
A mi ángel custodio le trato habitualmente y no sólo como a un amigo sino como a un amigo muy especial. Todos los días le saludo, le pido ayuda para cosas materiales y sobre todo para me que ayude a ser mejor persona y mejor cristiana que el día anterior.
Le mando recados para el Señor, para la Virgen… y por supuesto el día 2 le felicité con mucha alegría y les recordé a mis hijos en el desayuno que era la fiesta de todos los ángeles de la guarda y que sería muy bonito que felicitasen a los suyos.
¿Y de verdad me hace favores mi ángel de la guarda? ¡Ya lo creo que sí!
Llevo años sin despertador. Tenía uno que se enchufa en la pared y los números se ven en la oscuridad. Lo compré cuando nació mi hijo mayor porque necesitaba ver la hora para la toma nocturna. Al poco tiempo se estropeó y dejó de sonar la alarma, pero como siguió funcionando como reloj no lo tiré. Mi hijo tiene ya 21 años y en todo este tiempo mi ángel de la guarda ha tenido encomendada la tarea de despertarme a la hora que yo le indicaba al acostarme. Y sigue haciéndolo puntualmente cada día. Ni teléfono móvil ni gaitas.
Cuando salgo de casa rezo la oración que menciono al principio, y cuando voy por la calle o en el Metro o el autobús encomiendo a las personas con las que me cruzo a sus ángeles de la guarda. A lo mejor alguna de ellas, o muchas, no saben que tienen uno.
Si veo que se acerca alguien con mala pinta me encomiendo a mi ángel y al de la otra persona, no vaya a ser que se trate de un atracador o un pirao que me puedan dar un susto.
Aunque yo no tengo carnet de conducir también me ayudan, mi ángel y el del conductor, a encontrar aparcamiento cuando voy en coche y tenemos que aparcar en la calle.
Los ángeles de la guarda están con nosotros desde el momento en que somos concebidos, a lo largo de toda nuestra vida y hasta que nos encontramos cara a cara con Dios tras nuestra muerte. Después no sé qué es lo que hacen, qué tarea les encomienda el Señor.
Dios ha pensado en un ángel en particular para cada uno de nosotros. Para que nos acompañe, nos proteja de todo mal, nos ayude a vivir cerca de Él y nos lleve después al Cielo.
¿Pueden leer nuestro pensamiento? Pues no lo sé. ¿Pueden influir en nuestra voluntad? Pues tampoco lo sé.
Lo que sí sé es que si les pedimos consejo o ayuda en cosas materiales y espirituales sí que actúan.
En el mes de Mayo pasado una amiga me contó esta historia: un grupo de profesoras y alumnas de un colegio de Madrid peregrinaron a Fátima para asistir a la canonización de Francisco y Jacinta. Un día fueron a la playa de Nazaré. Varias de las chicas se vieron sorprendidas por la resaca y les costaba mucho volver a la orilla pero una de ellas en particular se vio arrastrada cada vez más lejos. Ninguna lograba llegar hasta ella y la chica gritaba con auténtico pavor. Las profesoras y las demás alumnas estaban muertas de miedo porque no podían rescatarla.
En medio del terror, los gritos y la confusión, un chico alto y con el pelo largo y tatuajes se mete corriendo en el mar, llega nadando hasta ella y la lleva de vuelta a la orilla.
Las profesoras y alumnas la rodean y cuando buscan al chico aquel para darle las gracias… ¡no está por ninguna parte! Lo buscan, recorren la playa, preguntan… y nada. Por supuesto la niña se recuperó en el hospital y no le quedó ninguna secuela aparte del susto mortal que se llevó.
Mi amiga está convencida de que ese chico era el ángel de la guarda de la niña que casi se ahoga. ¡Y yo también!
A mi ángel de la guarda le puse nombre. Y tengo una pequeña broma con él, no me importa contarla: cada vez que me hace el favor concreto que le haya pedido le digo “fulanito”, ¡eres un ángel!
Tengo muchas muchas muchas ganas de conocerle “en persona”. ¡Le voy a dar un abrazo enorme cuando le vea por primera vez!
No me gustan las imágenes de ángeles relamidas y cursis. Yo no creo que los ángeles sean así, blanditos, cursis, sabihondos, “repollos”… Yo me los imagino como tíos enrrollaos, simpáticos, divertidos, responsables, fieles, entregados, generosos, dispuestos, nada sosos ni aburridos.
Bueno, no creo haber revelado nada nuevo en este artículo. Sólo deseo rendir un humilde homenaje a los ángeles custodios.
Hay una canción muy simpática del grupo Betsaida dedicada a ellos. Es un aire popular chileno y algunas palabras y expresiones son de allí y puede que no se entiendan bien pero la canción es muy pegadiza y festiva.
Yo me veo claramente bailando con mi ángel cuando llega la frase “ven ángel, baila conmigo esta toná, que es para ti.”
Se titula "Tonada al ángel de la guarda" y es muy alegre y pegadiza, espero que te guste y acabes cantándosela a tu ángel de la guarda. Y si conoces alguna otra agradeceré que me lo haga saber.
¡Gracias Dios por regalarme un ángel para mí sola!