Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
 
25º domingo del Tiempo Ordinario
 
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… Y ante la Presencia de Dios, adórale…, confía… Pídele su Espíritu… Y déjale actuar en ti…
 
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 20,116
 
El aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a encontrar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: ´Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido´. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ´¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?´. Le respondieron: ´Nadie nos ha contratado´. Él les dijo: ´Id también vosotros a mi viña´. Cuando oscureció el dueño dijo al capataz: ´Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros´. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: ´Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno´. Él replicó a uno de ellos: ´Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tu envidia porque yo soy bueno?´. Así, los últimos serán primeros y lo primeros, últimos”.
 
Contemplar…, y Vivir…
 
Muy interesante la parábola, clara y muy sorpresiva y casi cuestionable en su solución. Hay tres elementos en ella dignos de la contemplación que ahora comenzamos, y en los que fijamos nuestra atención contemplativa, “intentando sacar algún provecho” de la Palabra de Dios, para nuestro bien. Los tres elementos: la viña, el propietario y los jornaleros.
>La viña.  Es el pueblo de Dios, la Iglesia en concreto hoy. Y lo dijo Jesús en el Evangelio de san Juan: en esa viña, “yo soy la vid y vosotros los sarmientos”. La viña del Señor es algo muy valioso, como lo es la vid y también nosotros los sarmientos; como valioso, su fruto, si estamos injertados a la vid: frutos de santidad y de gracia, de verdad y de vida, de justicia de amor y de paz, para que el mundo crea y se salve. Está claro, por esto y para esto, la viña, la vid, los sarmientos. Estamos envueltos en el proyecto amoroso y salvador del Padre en Jesucristo. ¿Tengo conciencia clara de esto? Mira que es importante, muy importante… ¿Estoy bien injertado en Cristo, unido, entroncado a Él, o más o menos soy sarmiento seco? ¡Dios no lo quiera! Los sarmientos secos solo sirven para el fuego.
>El propietario. ¿Quién va a ser sino Dios? Además, se ve claro en la expresión: yo soy bueno. ¿Quién es bueno sino Dios?, dijo Jesús en otra ocasión. Él, Dios mismo, es quien busca a cada uno a la hora que quiere para trabajar en su viña. Él quien toma la iniciativa y sale. En su viña, en su Iglesia, en su proyecto amoroso él es quien sale y busca a los obreros, quien los envía a trabajar, quiere que nadie esté ocioso, que trabaje lo que pueda para ganarse la vida y para que la viña dé fruto para todos. El quién concreta el jornal de cada uno. En definitiva: quiere que todo el mundo forme parte de su pueblo, la Iglesia, y que ahí trabajemos. Ese deseo de Dios se sigue concretando hoy en nosotros. ¿Me siento yo llamado a ser parte viva y activa de la viña del Señor? No estoy al margen del proyecto de Dios. Todos los días y a todas horas estoy siendo visitado por el Señor con un mandato personal para mí. No me quiere ocioso, y me ha dado dones para trabajar en su viña, en su proyecto salvador. ¿Caigo en la cuenta? Piénsalo… Tengo un puesto, un trabajo, un jornal concreto y muy saludable en la comunidad eclesial. ¿Qué y cómo lo estoy haciendo?...
>Los jornaleros. Yo mismo. ¿Me siento así o cómo me siento? Todos los cristianos bautizados estamos llamados a extender el Reino de Dios en este mundo. ¿Soy realmente consciente de ello? Es una gracia del Señor formar parte de este pueblo y poder trabajar en esta viña. ¿Lo percibo así? No lo olvides: al final todos recibiremos el jornal completo, porque todos seremos recompensados por igual en la vida eterna, con la vida eterna. Hoy, como mañana, y en la eternidad, nuestra recompensa es Él mismo, su Presencia amorosa constante. ¡Es lo más grande y valioso! ¿No te llena de gozo…, y de fortaleza…, y de entusiasmo apostólico por la extensión del Reino de Dios? ¡Si es lo mejor que nos ha podido ocurrir a los humanos! ¿Todavía no lo crees ni lo sientes así? Pídelo al Señor… La parábola, además, nos enseña a no tener envidia de quien hace más, o menos. No importa tanto la hora ni el trabajo, importa el amor con que respondo y hago lo que Dios quiere. Todo se juega ahí. La vocación cristiana también. ¿Cómo lo estoy viendo yo?
>Así, los últimos serán primeros y lo primeros, últimos. Con esta sentencia, Jesús concluye la parábola evangélica. ¿Por qué será? Para el Señor, en la Iglesia todos somos iguales por el bautismo. Para seguir a Jesús no hay escalafones, ni privilegios, ni enchufes: ser primero o último, llegar pronto o tarde, nadie es inferior o superior al otro, sino que hay unidad de corazones llenos de amor.
 
Para terminar: Da gracias a Dios y despídete de Él. Eso sí, recogiendo aquello que puede haberte sido más fácil o difícil, lo que te ha aportado más luz u oscuridad, más consuelo y paz. Sobre eso tendrás que volver durante la semana para irlo madurando y clarificando, y hasta viviéndolo como parte de tu experiencia cristiana. Despacio y de corazón, reza un Padrenuestro…