Año del Señor 2017
Lerma, 22 de septiembre
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
SÓLO POR AMOR
No hay cosa que genere más inseguridad que ver a alguien sentado sobre una silla desencolada.
Las más tocadas en este asunto son las sillas de los locutorios. Ya hemos puesto otras como alternativa, pero muchas veces preferimos sentarnos en las típicas "sillas de paja".
Ayer, mientras ventilaba un poco el locutorio, me encontré con una silla completamente desencolada: ¡estaba a punto del desplome!
Así que la saqué afuera para dejarla en el pasillo, a ver cuándo la podíamos arreglar. Pero, para mi sorpresa, ya había otra silla ahí. E inmediatamente recordé que hace unas semanas la habíamos sacado del locutorio con los mismos síntomas.
"Pero, ¿cómo voy a dejar dos sillas aquí en medio?", pensé para mis adentros, mientras buscaba otra alternativa. Y es que ese pasillo es un pequeño espacio reducido, y muy central de la casa; vamos, que no es lugar para almacenar sillas rotas.
No sabía qué hacer. Cogí la otra silla para ver si hacía hueco para que me cupiesen las dos, y, de pronto... aquella silla, como por arte de magia, estaba completamente nueva.
Parecía como si no hubiese estado desencolada nunca. Abrí el asiento y me di cuenta de que alguien la había arreglado porque, además de encolarla, la había asegurado con unas escuadras.
Aquel gesto me llenó completamente de alegría. Alguna hermana se había dedicado a arreglar la silla con toda delicadeza. Lo había hecho ocultamente. Seguramente aquella silla arreglada ya llevaba algunos días ahí afuera y no nos habíamos dado ni cuenta, pero ella ni siquiera nos vino a decir "Oye, que os he arreglado la silla, que la he dejado donde la habíais puesto, por si no os habéis dado cuenta..."
Quizá por el tipo de dones que tiene cada monja, me pude imaginar que había sido una de las más manitas. Pero me ayudó un montón el hecho de ver cómo esta hermana sabe en qué cosas se puede entregar, y lo hace gratuitamente. Y, si lo ha hecho de este modo, es que hacerlo así le llena de felicidad.
Nuestro pobre ser muchas veces actúa y se mueve por la recompensa que espera recibir, aunque muchas veces se trate de un simple "gracias". Y es que sólo el Señor puede movernos a hacer trabajos ocultos. Sólo Él, porque toda la satisfacción que se lleva la persona es sencillamente el amor, que lo hace con Cristo y por amor, y nada más, y eso es fruto de un corazón enamorado.
Hoy el reto del amor es realizar un trabajo oculto, únicamente por amor.
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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