Es el título de una novela, muy realista, descarnada, escrita por James Carol, en la que denuncia el crimen profundamente inmoral que se comete con el abuso de jovencitas, inocentes, convertidas en carne para lujuriosos sin corazón y sin cabeza
Me ha venido a la mente este gravísimo problema al estudiar estos días el caso de una esposa que ha visto malogrado su matrimonio por las secuelas psicológicas que dejaron en ella ciertos abusos cuando era niña y adolescente por parte de unos desaprensivos. Y me he acordado de un libro de Patricia Suárez titulado “El Desván”, y llevado al teatro con el nombre de “Muñecas rotas”.
Es la historia de dos mujeres arrojadas a su suerte en algún lugar de la Argentina. Ellas harán todo lo posible por evadir esa realidad tan descarnada. Y esta realidad es la historia de miles de niñas y adolescentes que en muchos lugares del mundo se convierten en juguetes de voraces alimañas humanas que rompen sin entrañas vidas humanas, muñecas recién abiertas a la vida, que jamás podrán recomponerse porque las fracturas son muy profundas.
No habría prostitución si no hubiera consumidores. El hombre sin entrañas sigue explotando a la mujer, alquilando su cuerpo, por unos euros. Los matrimonios se vienen abajo cuando aparece una tercera persona sin corazón. La familia termina por ser un estorbo. Y la mujer sigue perdiendo terreno en dignidad y libertad.
Y los políticos, los responsables sociales, están muy entretenidos en sus discusiones económicas, en sus campañas, en sus peleas ideológicas. Hablan de lo humano y lo divino. Ocupan la mayor parte de los medios de comunicación. Pero parece que este tema no les interesa tocarlo. Más bien hay que silenciarlo. En todo caso que el comercio carnal no se ejerza en público. Los parques y jardines hay que dejarlos libres para que muchos/as jóvenes tengan sexo gratis.
Es un verdadero crimen moral el destrozar tantas “muñecas” con cara de inocentes, que aprenden pronto la astucia de la seducción, encandilando a los “pobrecitos” hombres que buscan, como perros sabuesos, la presa a devorar.
¿Qué diría el amable lector de un esposo que le propone a su esposa que visite un prostíbulo de hombres y que escoja al que más le guste para “pasar el rato”? Pues es un caso real que conozco. Cuando el ser humano se deshumaniza, ya vale todo. Se convierte pronto en jauría sin control. Y las “muñecas” van cayendo rotas a sus pies sin el más mínimo escrúpulo. ¿Les gustaría que una de esas “muñecas” fuera una hija suya? Creo que no, aunque se puede llegar a un extremo en el que ya no hay corazón. En ese caso tendría razón Borges cuando dice: Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, esta es la muerte que hubiera elegido o soñado¨. Es la muerte del hombre cuando ha perdido la humanidad.
¿Alguna vez la sociedad se planteará en serio este problema y buscará una solución? Me temo que no.