En la cultura que vivimos actualmente, tremendamente tecnificada y científicamente tan avanzada, subyace el espejismo o la ilusión de que el hombre es autosuficiente y autónomo y ha alcanzado o alcanzará en un breve período de tiempo, poderes jamás imaginados de autoabastecimiento, autogestión y autorecreación. Los avances en biomecánica y genética, nos hacen pensar que somos o estamos a punto de ser como dioses, que acabaremos con los límites que cercenan y frustran la realización plena del hombre sobre la tierra, porque podremos elegir el sexo o el color de pelo de nuestros hijos, o acabar con alguna de las enfermedades crónicas y letales que acechan nuestra esperanza de vida, o porque podremos sustituir los miembros enfermos de nuestros cuerpos por extensiones biomecánicas, incluso más eficientes que las naturales. Quizás, en un corto espacio de tiempo, la vida en la tierra se pueda prolongar más allá de los doscientos años o la mente humana adquiera la posibilidad de ejercer su famoso máximo porcentaje de capacidad, o las comunicaciones se puedan realizar a una velocidad telepática.
En el aspecto moral y psicológico, tampoco el hombre actual advierte sus límites, reconociendo que jamás ha alcanzado una autonomía y libertad tales, en una sociedad tan demócrata y respetuosa con el derecho particular. Las guerras ya no son mundiales, sino accidentales y comarcales; el mundo es más civilizado y no existen en los gobiernos esas ansias febriles de dominar y conquistar tierras y espacios.
Si bien es cierto que ninguno de estos logros están consumados ni cerrados, ya que existen continuos conflictos que nos recuerdan que nada está totalmente superado, si es cierto que hablarle al hombre de hoy de un Dios creador, que sostiene todo y que se preocupa de su criatura, suena a mito, creencia supersticiosa u opio narcotizante para masas ignorantes. El hombre actual vive enganchado a las nuevas tecnologías, sabiendo que él es creador de ellas y que él es el que hace avanzar y mejorar la vida sobre la tierra. Que exista un ojo supervisor o una mano divina ayudando en la empresa es infantil e irracional. Como mucho, el hombre actual, (por aquello de no poderse demostrar), puede llegar a admitir una especie de Deísmo, de una mente ordenador que en el principio de los tiempos actuó como chispa generadora del universo, pero que en ningún caso, puede aparecer como un Dios persona, preocupado y actuante en la historia humana. Mil argumentos convincentes y racionales acaban con la existencia de un Dios creador y amante, pero el más aplastante en los foros sociales y filosóficos es el de la existencia del mal en el mundo. La pérdida de fe, el materialismo engreído y el humanismo feroz y rabioso, ha provocado el olvido de un Jesús Dios, que murió en la cruz y combatió el mal, asumiéndolo.
Es cierto que el hombre actual parece comprobar que no necesita a Dios para nada y que su autonomía respecto a leyes divinas limitantes, no ha provocado sino hacer avanzar a la humanidad más deprisa y con más confianza en sí misma. Pero también es cierto, que la pregunta más profunda sigue sin responderse: ¿El hecho de que vivamos con más comodidad sobre la tierra, hace que el hombre sea más feliz y su realización sea más completa?
El hecho de que la criatura olvide a su creador, solo puede acarrear la pérdida de identidad. Olvidar las raíces y negar nuestro origen, hace que cada día el hombre aparezca más extraño a sí mismo y se entienda con más dificultad. Lejos de avanzar hacia la solidaridad y la comprensión, el hombre corre el peligro de encarcelarse en una torre de babel incomprensible y confusa, donde seamos capaces de los logros más inimaginables posibles pero no seamos capaces de gestionarlos de la manera más justa, eficiente y solidaria posible. Dios creó todo con sabiduría, con amor y por amor y el hecho de separarnos de él, nos empobrece y nos confunde.
El hombre, al comer del árbol del bien y del mal, provocó que apareciera en la tierra el pecado, el error y la muerte. Ahora está comiendo del árbol de la vida… y esto también traerá sus consecuencias.