No hace mucho, la vicepresidenta segunda de nuestro Gobierno dijo: «Me parece, como siempre, que no saben cuál es su lugar», refiriéndose a los obispos. Yo le contesté en mi blog de Religión en Libertad que «el lugar de los obispos y de los sacerdotes no es la política sino la predicación del Evangelio y de la moral según las enseñanzas de Jesús, y en comunión con el Magisterio. Ese evangelio y esa moral debemos predicarlos por todo el mundo».
También le decía que «el tener todos derecho a la vida no es una concesión del Estado; es un derecho anterior al Estado mismo y éste tiene siempre la obligación de tutelarlo. Hitler y otros no lo hicieron así».

Ahora, unas semanas después, viene el nombramiento de Mons. Munilla como obispo de San Sebastián y se han levantado voces, entre otras, de políticos nacionalistas vascos, protestando por el nombramiento. Ante esto, pienso que quizá no sepan los obispos cuál es su lugar, pero lo que es cierto es más bien, que no saben algunos políticos cuál es el suyo.

Si la Iglesia hubiese dicho algo en contra del nombramiento, por ejemplo, de algún ministro, no sé qué hubiesen dicho los políticos sobre la actitud de la Iglesia. Lógicamente, que habría actuado muy mal por ir más allá de sus competencias. Y tendrían razón, porque no es esto competencia de la Iglesia.

Pero ahora resulta que el Papa nombra a Mons. Munilla obispo de San Sebastián y algunos políticos manifiestan que se trata de un nombramiento muy mal hecho por no ser la persona indicada para regir la diócesis de San Sebastián. Es que los políticos quieren también que los nombramientos que hace la Iglesia los haga a su gusto. Seguro que habrá quien conteste: ¿por qué la Iglesia dice lo que tienen que votar los diputados católicos sobre la ley de la ampliación del aborto?

Es posible que algunos encuentren que no soy lógico al decir lo que voy a decir. Lo que hace la Iglesia es recordar a los diputados católicos que sean coherentes con su fe en la que hay un precepto que dice no matarás y, por tanto, respetarás la vida de cualquier ser humano; y si la ciencia dice que después de la concepción hay un ser humano en el seno de la madre, tiene el mismo derecho a vivir que cualquiera de nosotros. Y nada de que la madre es libre para hacer lo que quiera de su cuerpo. Porque está la responsabilidad de respetar la dignidad de cualquier ser humano, también la del hijo que lleva dentro. Y no podemos olvidar que cualquier libertad hay que compaginarla con la responsabilidad.

Además, la Iglesia sigue recordando a los diputados católicos aquellas palabras de Jesús: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí» (Mt. 10, 37). Y aquí cabría también añadir: quien ama a su partido más que a mí, no es digno de mí.

Recordar esto a los diputados católicos no es meterse en política. Es sencillamente decirles que en política, como en cualquier otro problema moral, se porten como cristianos y sean dignos del nombre que llevan.



Naturalmente que cualquier partido también puede recordar a sus miembros que sean coherentes con el ideario del partido. Y ante la decisión de los dirigentes del partido de que sus diputados actúen con la disciplina del partido, el diputado católico se encuentra ante la disyuntiva de aceptar lo que dice la Iglesia o lo que dice su partido.

El partido les recordará que vote según las directrices del partido y estará en su pleno derecho. Y lo que les recuerda la Iglesia es que si votan a favor del proyecto, van a ser responsables del asesinato de muchos miles de seres humanos inocentes y, por tanto, que cometen un pecado gravísimo, y que mientras no se arrepientan públicamente, porque el pecado es público, ni pueden recibir el perdón de Dios ni pueden comulgar, lo cual no significa que queden excomulgados. En la excomunión es la Iglesia la que lo excluye de la vida comunitaria eclesial y de los sacramentos, mientras que en el pecado es el mismo pecador quien se aparta de la unión con la Iglesia al perder la gracia de Dios, El arrepentimiento es condición necesaria para recibir el perdón, como también el propósito de la enmienda; lo mismo en el caso de un excomulgado.

Los que no sienten en católico quizá no comprendan esto, que es una exigencia de la fe católica. Y es deber de los obispos advertirlo a sus fieles sin tener que pedir autorización de los políticos para poder hacerlo. Y los políticos deben callar como la Iglesia debe callar en cuestiones políticas, no en cuestiones morales.