Vamos a conocer el episodio de la vida de algunos santos durante los trágicos días de la persecución religiosa en la España de 1936. Hoy nos acercamos al Hno. Rafael.
Rafael Arnaiz Barón, comúnmente conocido como el Hermano Rafael (Burgos, 9 de abril de 1911 - San Isidro de Dueñas, Palencia, 26 de abril de 1938), monje trapense, considerado uno de los grandes místicos del siglo XX, que fue canonizado por Benedicto XVI en 2009.
Terminado el Bachillerato, en 1929 decidió iniciar estudios de Arquitectura en Madrid, y en los momentos libres empezó a visitar a su tío materno Leopoldo, duque de Maqueda, y su esposa, en la finca de Pedrosillo, propiedad de éstos y situada muy cerca de Ávila. Estrecharon su relación y charlaron sobre la vida cristiana, reforzando la profunda formación cristiana recibida sobre todo de su madre.
Aprobadas las primeras asignaturas de la preparación para Arquitectura, Rafael hizo una excursión por Castilla, deteniéndose principalmente en Salamanca para admirar las obras arquitectónicas de la ciudad. Después, de vuelta en Ávila, pintó unas vidrieras para la capilla de sus tíos. Sufrió entonces unas fiebres palúdicas no muy graves, de las cuales se repuso en cuanto volvió a su hogar en Oviedo. Sus tíos [bajo estas líneas con su tía] le hablaron del Monasterio de San Isidro de Dueñas (también conocido como La Trapa), que ellos visitaban, y así, en octubre de 1930 Rafael se acercó a Dueñas a conocerlo, una visita que despertó en él la vocación monástica.
En el año de la proclamación de la Segunda República española entra en la Acción Católica, se compromete con las Conferencias de San Vicente de Paúl y practica la adoración nocturna. En el mes de septiembre de 1931, con motivo de un viaje a la Trapa, escribe lo siguiente:
«El trapense vive en Dios y por Dios, que es la única razón de su existencia en este mundo. ¡Qué diferencia con algunas almas que se llaman cristianas para quienes Dios es un ser de segunda categoría, con quien se trata a las ocho de la mañana y al que se abandona a las nueve, hasta el día siguiente a la misma hora, para olvidarlo de nuevo!». Y más adelante añade: «El artista, que posee un alto grado de sensibilidad, queda impresionado por la Trapa y la vida de sus monjes, del mismo modo que por un cuadro o una sonata. Quien es cristiano, quien tiene fe, ve en la Trapa algo más que todo eso, ve a Dios de una manera palpable. Sale fortificado en la fe y, si el Señor le concede esa gracia, sale conociéndose un poco mejor a sí mismo, y allí, solo con Dios y su conciencia, cambia su manera de pensar, su manera de sentir las cosas y, más aún, su manera de comportarse en su acción en el mundo».
Tras nuevas visitas y unos ejercicios espirituales en el monasterio, Rafael se decide a solicitar su ingreso en él.
Tras finalizar el servicio militar, el joven Rafael Arnaiz ingresó en La Trapa el 15 de enero de 1934, adoptando el nombre de fray María Rafael. Pero a los cuatro meses el desarrollo de una grave diabetes le obliga a volver a Oviedo, muy a su pesar. Tras irse recuperando gracias a los cuidados familiares, consiguió reingresar, pero ya sólo en calidad de oblato, pues la enfermedad le impedía observar la regla trapense: necesitaba dos inyecciones diarias de insulina y seguir un régimen alimenticio estricto.
[No olvidemos el episodio de la insurrección obrera ocurrida en Asturias en el mes de octubre de 1934 que formaba parte de la huelga general revolucionaria y el movimiento armado organizado por los socialistas en toda España conocido con el nombre de Revolución de Octubre de 1934 y que sólo arraigó en Asturias,1 debido fundamentalmente a que allí la anarquista CNT sí que se integró en la Alianza Obrera propuesta por los socialistas de la UGT y el PSOE, a diferencia de lo sucedido en el resto de España. En la Revolución de Asturias, entre las más de mil víctimas, fueron asesinados 34 sacerdotes y religiosos. Los mártires de Turón ya están canonizados].
En julio de 1936, al inicio de la guerra civil española, Rafael reconoce que no sabe gran cosa de lo que ocurre en España. Movilizado el 29 de septiembre, es declarado inútil para el servicio. Son muchos los jóvenes monjes que han sido incorporados al ejército, y Rafael sufre de ver partir a sus hermanos y de ser considerado exento. Después de una estancia con su familia, refugiada en un pueblecito castellano muy tranquilo, fray Rafael regresa por tercera vez a la Trapa el 6 de diciembre.
Así que tuvo que abandonar el monasterio dos veces más: entre septiembre y diciembre de 1936 [estamos en los primeros y devastadores meses de la persecución religiosa], al ser llamado a filas en Burgos por la Guerra Civil, hasta ser declarado inútil por su enfermedad. Entre febrero y diciembre de 1937, por empeorar de nuevo su salud.
El 7 de febrero de 1937, Rafael abandona por tercera vez la Trapa a causa del deterioro de su estado de salud. La guerra impide que le cuiden convenientemente en el monasterio. Esos meses los pasó en Villasandino con su familia, que había dejado temporalmente Oviedo.
De esta tercera salida, conservamos esta carta.
16 de diciembre de 1937 - jueves
Ave María.
Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.
Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.
Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.
Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.
Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios. Ése es mi tema..., ése es mi único pensamiento.
Sufro mucho..., María, Madre mía, ayúdame.
He venido por varios motivos:
1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.
2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.
3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.
A lo que solamente aspiro en el monasterio es:
1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.
2º A no vivir más que para amar y padecer.
3º A ser el último, menos para obedecer.
Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.
En su cuarto y último regreso atisbaba ya el final de su vida, y el domingo de Resurrección, 17 de abril de 1938, Félix Alonso, el abad, le impuso simbólicamente el escapulario negro y la cogulla trapense, cumpliendo su deseo de poder morir con ella. Recibió una última visita de su padre el 21 de abril, todavía pensando proyectos, y un coma diabético acabó finalmente con su vida el 26 de abril de 1938. Faltaba casi un año para el final de la guerra civil española.
Rafael Arnaiz Barón, comúnmente conocido como el Hermano Rafael (Burgos, 9 de abril de 1911 - San Isidro de Dueñas, Palencia, 26 de abril de 1938), monje trapense, considerado uno de los grandes místicos del siglo XX, que fue canonizado por Benedicto XVI en 2009.
Terminado el Bachillerato, en 1929 decidió iniciar estudios de Arquitectura en Madrid, y en los momentos libres empezó a visitar a su tío materno Leopoldo, duque de Maqueda, y su esposa, en la finca de Pedrosillo, propiedad de éstos y situada muy cerca de Ávila. Estrecharon su relación y charlaron sobre la vida cristiana, reforzando la profunda formación cristiana recibida sobre todo de su madre.
Aprobadas las primeras asignaturas de la preparación para Arquitectura, Rafael hizo una excursión por Castilla, deteniéndose principalmente en Salamanca para admirar las obras arquitectónicas de la ciudad. Después, de vuelta en Ávila, pintó unas vidrieras para la capilla de sus tíos. Sufrió entonces unas fiebres palúdicas no muy graves, de las cuales se repuso en cuanto volvió a su hogar en Oviedo. Sus tíos [bajo estas líneas con su tía] le hablaron del Monasterio de San Isidro de Dueñas (también conocido como La Trapa), que ellos visitaban, y así, en octubre de 1930 Rafael se acercó a Dueñas a conocerlo, una visita que despertó en él la vocación monástica.
En el año de la proclamación de la Segunda República española entra en la Acción Católica, se compromete con las Conferencias de San Vicente de Paúl y practica la adoración nocturna. En el mes de septiembre de 1931, con motivo de un viaje a la Trapa, escribe lo siguiente:
«El trapense vive en Dios y por Dios, que es la única razón de su existencia en este mundo. ¡Qué diferencia con algunas almas que se llaman cristianas para quienes Dios es un ser de segunda categoría, con quien se trata a las ocho de la mañana y al que se abandona a las nueve, hasta el día siguiente a la misma hora, para olvidarlo de nuevo!». Y más adelante añade: «El artista, que posee un alto grado de sensibilidad, queda impresionado por la Trapa y la vida de sus monjes, del mismo modo que por un cuadro o una sonata. Quien es cristiano, quien tiene fe, ve en la Trapa algo más que todo eso, ve a Dios de una manera palpable. Sale fortificado en la fe y, si el Señor le concede esa gracia, sale conociéndose un poco mejor a sí mismo, y allí, solo con Dios y su conciencia, cambia su manera de pensar, su manera de sentir las cosas y, más aún, su manera de comportarse en su acción en el mundo».
Tras nuevas visitas y unos ejercicios espirituales en el monasterio, Rafael se decide a solicitar su ingreso en él.
Tras finalizar el servicio militar, el joven Rafael Arnaiz ingresó en La Trapa el 15 de enero de 1934, adoptando el nombre de fray María Rafael. Pero a los cuatro meses el desarrollo de una grave diabetes le obliga a volver a Oviedo, muy a su pesar. Tras irse recuperando gracias a los cuidados familiares, consiguió reingresar, pero ya sólo en calidad de oblato, pues la enfermedad le impedía observar la regla trapense: necesitaba dos inyecciones diarias de insulina y seguir un régimen alimenticio estricto.
[No olvidemos el episodio de la insurrección obrera ocurrida en Asturias en el mes de octubre de 1934 que formaba parte de la huelga general revolucionaria y el movimiento armado organizado por los socialistas en toda España conocido con el nombre de Revolución de Octubre de 1934 y que sólo arraigó en Asturias,1 debido fundamentalmente a que allí la anarquista CNT sí que se integró en la Alianza Obrera propuesta por los socialistas de la UGT y el PSOE, a diferencia de lo sucedido en el resto de España. En la Revolución de Asturias, entre las más de mil víctimas, fueron asesinados 34 sacerdotes y religiosos. Los mártires de Turón ya están canonizados].
En julio de 1936, al inicio de la guerra civil española, Rafael reconoce que no sabe gran cosa de lo que ocurre en España. Movilizado el 29 de septiembre, es declarado inútil para el servicio. Son muchos los jóvenes monjes que han sido incorporados al ejército, y Rafael sufre de ver partir a sus hermanos y de ser considerado exento. Después de una estancia con su familia, refugiada en un pueblecito castellano muy tranquilo, fray Rafael regresa por tercera vez a la Trapa el 6 de diciembre.
Así que tuvo que abandonar el monasterio dos veces más: entre septiembre y diciembre de 1936 [estamos en los primeros y devastadores meses de la persecución religiosa], al ser llamado a filas en Burgos por la Guerra Civil, hasta ser declarado inútil por su enfermedad. Entre febrero y diciembre de 1937, por empeorar de nuevo su salud.
El 7 de febrero de 1937, Rafael abandona por tercera vez la Trapa a causa del deterioro de su estado de salud. La guerra impide que le cuiden convenientemente en el monasterio. Esos meses los pasó en Villasandino con su familia, que había dejado temporalmente Oviedo.
De esta tercera salida, conservamos esta carta.
16 de diciembre de 1937 - jueves
Ave María.
Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.
Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.
Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.
Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.
Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios. Ése es mi tema..., ése es mi único pensamiento.
Sufro mucho..., María, Madre mía, ayúdame.
He venido por varios motivos:
1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.
2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.
3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.
A lo que solamente aspiro en el monasterio es:
1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.
2º A no vivir más que para amar y padecer.
3º A ser el último, menos para obedecer.
Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.
En su cuarto y último regreso atisbaba ya el final de su vida, y el domingo de Resurrección, 17 de abril de 1938, Félix Alonso, el abad, le impuso simbólicamente el escapulario negro y la cogulla trapense, cumpliendo su deseo de poder morir con ella. Recibió una última visita de su padre el 21 de abril, todavía pensando proyectos, y un coma diabético acabó finalmente con su vida el 26 de abril de 1938. Faltaba casi un año para el final de la guerra civil española.