Estoy apenado. He pasado de la indignación a la tristeza.
El mismo día en que se celebraba la fiesta de Santa Teresa de Calcuta, el digital The Objective publicaba en Facebook un video difamando a la mujer que más hizo por los pobres durante el diabólico siglo XX: el siglo de las guerras mundiales, los holocaustos nucleares, nazis y comunistas, y los genocidios abortistas. Ayudar a los pobres borrándolos de la faz de la tierra.
Matar pobres, esa pasión de la izquierda intelectual y totalitaria -si es que esto no es una macabra redundancia-.
La progresía mata a los inocentes, ancianos y niños, en nombre de la ciencia y de la libertad que nos venden a pedacitos cuando nos dejan libres de la esclavitud de la conexión. Cadenas móviles con tarifa plana.
Tristeza, sí. Pena, mucha. Ayudé a fundar The Objective: una buena idea de periodismo nuevo. Mi paso por la gran Intereconomía me permitió incorporar a grandes profesionales: Pilar García de la Granja, Itxu Díaz, Ignacio Peyró, Melchor Miralles, Hermann Tertsch... Incluso a un famoso tertuliano llamado Pablo Iglesias. La izquierda inteligente de Beatriz Talegón también se sumó al proyecto. Transversal, respetuoso y, en la medida de lo humanamente posible, objetivo. La opinión estaba separada: era El Subjetivo, para no engañar a nadie.
El éxito fue notable, sobre todo entre gente joven.
Jamás atacamos a nadie. Jamás perdimos el sentido de la dignidad y del respeto.
Hasta hoy.
No tengo nada que ver con ese diario. Y lo que tuve que ver, poco o mucho, fue desde una voluntaria discreción.
Ahora, al ver que un medio que contó con mi colaboración se convierte en vocero de la mentira y la difamación, en cómplice del insulto -una vez más- al público católico en España e Hispanoamérica, me produce la tremenda sensación de hastío y de cansancio, de amargura y de tristeza, que siguen a la traición.
Santa Teresa de Calcuta no se merece esto. The Objective, tampoco.
Y un servidor, una vez más, se aleja solo hacia el sol poniente.