4.- «PIEDRAS VIVAS» DEL MONUMENTO
Como reacción a los primeros chispazos de la impiedad al advenimiento de la República, nació la idea de una obra de oración y penitencia precisamente entre gente sencilla de Madrid.
Su fundador fue el jesuita padre Alfonso Torres, célebre por su oratoria y obras sociales, que sufrió en sus carnes los primeros efectos de la furia sectaria en los incendios de la iglesia del Sagrado Corazón, el 11 de mayo de 1931.
Su reglamento refleja el espíritu de reparación propio de la devoción al Sagrado Corazón, a tono con aquellas circunstancias difíciles que exigían un espíritu fuerte y generoso. Como elemento distintivo de la obra figura el compromiso de un día de penitencia semanal y, sobre todo, asistir a la noche de vigilia mensual en el mismo Cerro de los Ángeles.
El núcleo de la asociación, extendida por toda España, lo formaban las llamadas “Compañías del Sagrado Corazón” en sus dos secciones, la de obreras (con el subtítulo de Nuestra Señora del Pilar) y la de obreros (de San José). Iniciaron sus vigilias en enero y marzo, respectivamente, de 1932, y cuentan con mártires apenas empezada la Cruzada. Los cinco primeros, cuyos nombres figuran en el fondo del antiguo monumento, murieron el 23 de julio de 1936, y sus restos fueron trasladados a la cripta del actual monumento en julio de 1965. Para adaptar la Asociación al momento actual [N. de R.: Recordamos nuevamente que el libro Corazón de España del padre Caballero, SJ fue publicado en 1977] se han redactado nuevos estatutos, aunque por varias causas hay que lamentar su decaimiento como en tantas obras de piedad y apostolado.
El nombre de piedras vivas en relación con el espíritu de reparación y sacrificio –como se hizo en el templo del Tibidabo en 1909-, lo vemos en la biografía del joven capellán José María Lamamié de Clairac, muerto casi al pie de las ruinas del monumento que acaba de visitar. Pérez de Olaguer tituló así su libro-semblanza. Una cita de su Diario parece la mejor explicación del nombre de la biografía (págs. 201, 279 y 88):
Día 13 de diciembre.- Por la tarde voy al Cerro de los Ángeles. El monumento, deshecho. Enfrente, Madrid. Y allí…, los míos. ¡El Corazón de Jesús! ¡España! ¡Cuántas ideas me suscitan! Cojo una piedrecita de la estatua deshecha del Sagrado Corazón. Rezamos por el triunfo de su reinado, por los mártires de la campaña, por los desgraciados rojos… Me ha impresionado la visita. Queda entero el altar. Una inscripción dice: España, al Sagrado Corazón, y los nombres de los donantes. El reinado de Jesús en España no era una realidad, y por eso le faltaba una base sólida al monumento… En el nuevo monumento estarán escritos con letras invisibles los nombres de tantos mártires. Los cruentos y los incruentos también… Estará hecho con piedras vivas, amasadas unas con sangre y otras con lágrimas…
Lo recordó luego, en 1946, el celoso sacerdote don Tomás Ruiz del Rey en el primer número del boletín Reinaré. Por indicación superior, se renunció a difundir este programa para no restar nada a la asociación que ya existía con el nombre de Oración y penitencia, que merece ser divulgada como nexo espiritual, como ya se ha hecho en los santuarios de Valladolid y el Tibidabo.
El sacerdote José María Lamamié de Clairac y Alonso (1911-1937), ingresó en el seminario de Comillas y cantó su primera misa el 30 de septiembre de 1935 en la Clerecía de Salamanca. Durante la revolución de Asturias de 1934 se incorporó como voluntario. La guerra le sorprendió en Comillas preparando el doctorado en Teología. Fue apresado, pero lo pusieron en libertad vigilada, aunque pudo ejercer secretamente su ministerio sacerdotal. El 1 de noviembre de 1936 logró evadirse y pasar a zona nacional, donde se incorporó como capellán al Tercio de requetés del Alcázar. Como capellán alférez de complemento se incorporó seguidamente al regimiento de Artillería de Sevilla, en el frente de Madrid. Con dicho regimiento participó en la Batalla del Jarama, siendo gravemente herido junto con sus compañeros de batería en La Marañosa el día 8 de febrero de 1937. Falleció ese mismo día en el hospital de sangre de Pinto como consecuencia de sus heridas. Fue enterrado en Salamanca.