Como he mencionado en , los primeros cristianos celebraban la Eucaristía en casa de alguno de los hermanos que reuniera las condiciones necesarias para ello. Pero no hay que confundirse, los discípulos de Cristo seguían acudiendo a orar al Templo de Jerusalén, como el resto de los judíos. En los Hechos de los apóstoles 4,4 queda de manifiesto un discurso que realizó Pedro en el Templo, justo después de una sanación milagrosa, consiguiendo la conversión al cristianismo de hasta cinco mil judíos.
De hecho, el propio Jesucristo siempre mantuvo a lo largo de su vida una estrecha relación con el Templo como podemos comprobar en. Uno de los pasajes más conocidos es el de la expulsión de los mercaderes del Templo o la identificación de su resurrección con la reconstrucción del Templo en Jn 2, 13-25: “Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”. Pero él se refería al templo de su cuerpo.” Veremos más adelante la gran importancia de la relación que hizo Jesucristo de su cuerpo con el Templo.
Para que valoremos realmente la importancia del Templo dentro de la tradición del pueblo de Israel es preciso ir a los orígenes. Durante el Éxodo por el desierto, no era más que una simple carpa, que albergaba en su interior el Arca de la Alianza, la vara florida de Aarón y un poco de maná.
Con la llegada a la tierra prometida y la conquista de Jerusalén por parte del rey David, su sucesor, Salomón, encargó la construcción de la “casa” de Yahvé, convirtiendo el Templo en un símbolo de la presencia de Dios. Las obras concluyeron en el año 995 a.C. A este primer templo se le conoce como el Templo de Salomón.
Con la invasión por parte del ejercito babilónico 400 años después, éste fue destruido y el pueblo judío obligado a marcharse al exilio. Unas décadas después en tiempos de Sasabasar, nombrado gobernador de Jerusalén por Ciro, rey de Persia, y Zorobabel, un descendiente del Rey Joaquín, volvieron de la cautividad con un vasto número de judíos, provistos de autoridad para reconstruir el Templo de Jerusalén, pero muy lejos del esplendor que tuvo el de Salomón y que tantos datos nos brinda la biblia para hacernos una idea de su magnificencia. A este segundo Templo le conocemos con el nombre del Templo de Zorobabel.
En la época de Jesús, el rey Herodes el Grande, colocado en el poder por el Senado romano, decide devolver el antiguo esplendor al Templo, incluso superando en proporciones y decoración al tan añorado Templo de de Salomón y rivalizando con las más bellas y grandiosas construcciones de la antigüedad. A esta ampliación y restauración se conoce como el Templo de Herodes.
El califa Abd al-Malik en el año 687 d.C. construyó un monumento islámico en el centro del Monte del Templo conocido como la Cúpula de la Roca para conmemorar el lugar dónde la tradición musulmana establece la ascensión a los cielos de Mahoma acompañado del ángel Gabriel para reunirse con Dios.
Según la ortodoxia judía, se prohíbe el acceso a los judíos al Monte del Templo porque está considerado un lugar sagrado profanado por las construcciones musulmanas y, además, podrían violar el Sancta Sanctorum del desaparecido Templo, es decir, el lugar sagrado más importante del Templo, en el cual se custodiaba el Arca de la Alianza, en donde sólo podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año durante el Yom Kippur. El Sancta Sanctorum estaba cubierto por un paño de color rojo-púrpura, que fue el que se rasgó a la muerte de Jesús en la Cruz, como ya se había anunciado en la Sagrada Escritura.
Se puede ver más información detallada sobre el templo .