La comunidad hindú de Ceuta celebró, como todos los años, el Ganesh Chaturthi, festividad en la que se pasea por las calles a la deidad Ganesha. Hasta aquí todo normal. Este pasado lunes saltó a los medios de comunicación un hecho singular, filmado en video y disponible para todos a través de youtube. La procesión de la deidad entró en la Basilica de Nuestra Señora de África, donde se colocó delante de la imagen de la Virgen patrona de Ceuta, momento en que fue homenajeada con cantos por el coro de la Hermandad del Roció. Siguiendo lo que un portavoz del colectivo hinduista ha dicho, los niños de región hinduista rezaron un Padre Nuestro delante de la imagen de la Virgen.
El Obispo de Cádiz y Ceuta. Mons Zornoza Boy, actuó con celeridad aunque estaba en un retiro. Se amonestó al Vicario responsable del suceso y éste, reconociendo su error, dimitió de sus responsabilidades. La Oficina de Prensa de la Diócesis, con profesionalidad evidente, redactó el comunicado de forma clara y efectiva. Pero ahí no se ha cerrado la polémica. Como suele pasar en verano, los hechos “diferentes” son cazados por los medios y se amplifican para crear expectación.
El portavoz del colectivo hinduista ha encontrado un espacio para comunicar su sorpresa y consternación por lo que ha pasado. Sobre todo porque, según él, llevan ocho años realizando estos actos sin problema alguno. Para el colectivo hinduista, los sucesos son tan sólo una muestra de afecto mutuo entre los fieles católicos y ellos. Además, ellos también consideran a la Virgen como Patrona de Ceuta.
¿Dónde está el problema? El problema lo encuentro en las palabras del representante del colectivo hinduista y en diversos comentarios que se han generalizado en las redes. ¿Qué se dice entonces?
- Se señala que prohibir este tipo de actos, que llevan tiempo realizándose, va contra el “espíritu” del Concilio Vaticano II y el modo de actuar el Papa Francisco.
- Algunos comentaristas dicen quetal o cual obispo hubiera actuado de forma diferente.
- El portavoz del colectivo hinduista, Chandiramani, ha señalado como “grave” la postura del Obispado y ha dejado claro “su total apoyo al sacerdote por un acto realizado desde el cariño y el respeto”.
Por otra parte, se han alzado voces que lamentan los sucesos y los califican de profanación, comportamiento anticatólico y otros calificativos que no deseo relatar por su dureza.
Pero ¿qué es lo que evidencian estos hechos? Básicamente se pueden ver las consecuencias de no tener claras nuestra religión y fe. ¿No queremos una Iglesia plural? Pues aquí la tenemos. Unos dan más importancia al hermanamiento multicultural que a la sacralidad de un espacio. Otros se sienten dolidos por la evidencia de la capacidad de mando del Obispo. Otros se ven cuestionados en sus motivaciones ecumenistas. Otros lloran y padecen la presencia en un templo de una deidad pagana en igualdad de condiciones que otras imágenes católicas. Otros sienten que el sincretismo es un mal que va ahondando poco a poco en nuestra fe. Etcétera. Estas son las consecuencias de una Iglesia plural, es decir, una confederación de cientos de iglesitas dentro de una denominación común y una estructura jerárquica relativamente común.
Viendo el circo montado por la pluralidad, nos podemos dar cuenta de lo que nos separa. El gran simulacro de la unidad deja entrever lo que han detrás del telón. Si todos tuviéramos la misma fe y religión, actuaríamos unidos en consonancia y coherencia. Invocaríamos las mismas razones para decir que estos actos son maravillosos o los repudiaríamos sin duda alguna. Esta misma tarde, una amiga me comentaba lo que tenía que ir a una misa distante de su domicilio, porque en las que están cerca se cometen abusos que le son insoportables. Me decía que cuando este sacerdote deje su puesto, no tendrá donde ir. Seguro que la misa en la que ella se siente cómoda, es anodina o rechazable por otros católicos.
¿Dónde está la unidad? Hace pocas fechas el Papa Francisco hablaba de las grietas que padece la Iglesia y la necesidad de que las grietas sean reparadas. ¿Cómo reparar lo que ha pasado en Ceuta? ¿Qué tenemos que hacer para que no tengamos dudas en aplaudir/rechazar la presencia de una deidad hinduista en nuestros templos?
Yo, sinceramente, me hago unas preguntas básicas, básicas, básicas… ¿Creemos en un Dios trascendente o una deidad inmanente, lejana e indiferente? ¿Tenemos claro el sentido de lo sagrado como puente de comunicación con Dios? Alguno se sorprenderá porque para él lo sagrado es algo superado y hasta abolido. ¿Quién nos reúne en los sacramento? ¿Dios o la comunidad? ¿A Quién debemos amar sobre todas las cosas? ¿Sabemos diferenciar entre caridad y solidaridad? ¿Sabemos que Dios nos pide ser santos? ¿Sabemos dar sentido cristiano a la tolerancia y no suplantarla por complicidad pagana? Si profesamos una fe y una religión diferente, ¿Qué esperamos? La Esperanza desaparece porque no nos reunimos en Nombre de Cristo, sino en nombre de diversos dioses e ídolos. Ahora ¿Les causa sorpresa el suceso de la presencia de una deidad hinduista en un templo católico? A mí no me causa sorpresa alguna. En la práctica, es lo que venimos haciendo desde hace décadas, pero esta vez el ídolo no es de nuestra propia cultura.
Pero ¿qué es lo que evidencian estos hechos? Básicamente se pueden ver las consecuencias de no tener claras nuestra religión y fe. ¿No queremos una Iglesia plural? Pues aquí la tenemos. Unos dan más importancia al hermanamiento multicultural que a la sacralidad de un espacio. Otros se sienten dolidos por la evidencia de la capacidad de mando del Obispo. Otros se ven cuestionados en sus motivaciones ecumenistas. Otros lloran y padecen la presencia en un templo de una deidad pagana en igualdad de condiciones que otras imágenes católicas. Otros sienten que el sincretismo es un mal que va ahondando poco a poco en nuestra fe. Etcétera. Estas son las consecuencias de una Iglesia plural, es decir, una confederación de cientos de iglesitas dentro de una denominación común y una estructura jerárquica relativamente común.
Viendo el circo montado por la pluralidad, nos podemos dar cuenta de lo que nos separa. El gran simulacro de la unidad deja entrever lo que han detrás del telón. Si todos tuviéramos la misma fe y religión, actuaríamos unidos en consonancia y coherencia. Invocaríamos las mismas razones para decir que estos actos son maravillosos o los repudiaríamos sin duda alguna. Esta misma tarde, una amiga me comentaba lo que tenía que ir a una misa distante de su domicilio, porque en las que están cerca se cometen abusos que le son insoportables. Me decía que cuando este sacerdote deje su puesto, no tendrá donde ir. Seguro que la misa en la que ella se siente cómoda, es anodina o rechazable por otros católicos.
¿Dónde está la unidad? Hace pocas fechas el Papa Francisco hablaba de las grietas que padece la Iglesia y la necesidad de que las grietas sean reparadas. ¿Cómo reparar lo que ha pasado en Ceuta? ¿Qué tenemos que hacer para que no tengamos dudas en aplaudir/rechazar la presencia de una deidad hinduista en nuestros templos?
Yo, sinceramente, me hago unas preguntas básicas, básicas, básicas… ¿Creemos en un Dios trascendente o una deidad inmanente, lejana e indiferente? ¿Tenemos claro el sentido de lo sagrado como puente de comunicación con Dios? Alguno se sorprenderá porque para él lo sagrado es algo superado y hasta abolido. ¿Quién nos reúne en los sacramento? ¿Dios o la comunidad? ¿A Quién debemos amar sobre todas las cosas? ¿Sabemos diferenciar entre caridad y solidaridad? ¿Sabemos que Dios nos pide ser santos? ¿Sabemos dar sentido cristiano a la tolerancia y no suplantarla por complicidad pagana? Si profesamos una fe y una religión diferente, ¿Qué esperamos? La Esperanza desaparece porque no nos reunimos en Nombre de Cristo, sino en nombre de diversos dioses e ídolos. Ahora ¿Les causa sorpresa el suceso de la presencia de una deidad hinduista en un templo católico? A mí no me causa sorpresa alguna. En la práctica, es lo que venimos haciendo desde hace décadas, pero esta vez el ídolo no es de nuestra propia cultura.