Hace ya varios años, el Señor me regaló ver que este tanque es el corazón de la huerta, la pieza fundamental para que se mantenga todo con vida.
Sin embargo, hemos notado que algo le ocurre al motor que saca el agua del tanque. No es la primera vez que nos da problemas, pues, al tratarse de un tanque que está abierto por la parte superior, no sólo recoge el agua limpia del pozo, sino que, con los vientos, le cae tierra, hojas y demás cosas que terminan por atascar el motor... y al final se estanca un poco el agua y todo se convierte en un lodazal.
Somos como este tanque, un hueco vacÃo para recibir y llenarnos de amor, pero un amor que no se puede estancar dentro, sino que es para darlo, y regar con este agua a todos los de nuestro alrededor.
Sin embargo, tantas circunstancias que hemos vivido, tantos momentos difÃciles... han sido como vientos fuertes que han llenado nuestro interior de lodos que nos han ido llevando a taponarnos, a cerrarnos a amar. Son heridas que han quedado en nuestro corazón, y que hemos intentando sanarlas de mil maneras, pero, al final, nada termina de quitarnos totalmente el peso y las manchas de ese lodo.
Y es verdad, nosotros no podemos, sólo Cristo puede hacerlo, y lo quiere hacer, pero necesita que tú se lo entregues.
Tú se lo entregas asÃ, como está, envejecido, herido, hecho un lodazal... y Él te lo devuelve nuevo, resucitado. Seguirás siendo el mismo, vivirás con las mismas personas, pero ya todo es diferente: tú eres nuevo.
Hoy el reto del amor es entregar tu corazón a Cristo. Seguro que has intentado mucho con tu esfuerzo, o que has querido hacer "borrón y cuenta nueva"... pero en el fondo sabes que aquello sigue estando ahÃ. ¿Quieres un corazón nuevo? Haz un acto de fe en el poder que tiene Cristo para sanarte, y deja todo en Sus manos.