Tanto Benedicto XVI como Francisco, nos han ayudado a estar alertas para no caer en el proselitismo típico de las sectas que acaparan horarios de la noche en televisión ofreciendo toda clase de curaciones. La Iglesia Católica, nos dice el papa actual, “crece por contagio” y tiene razón. Algunos, ignorando el fondo del asunto, han señalado que no se puede evangelizar sin dejar de ser proselitistas; sin embargo, una cosa nada tiene que ver con la otra. En el primer caso, se enseña la fe de una forma pedagógica, abierta a la ciencia, al conocimiento, en medio de un proceso integral marcado por la libertad de quedarte o irte, mientras que en el segundo se desprecia la dimensión intelectual, de análisis, imponiendo, por saturación, una pseudo espiritualidad que consiste en un tipo de obediencia ciega que nada tiene que ver con la conciencia debidamente formada, el discernimiento tan recomendado por San Ignacio de Loyola (14911556). Para entenderlo, vale la pena tomar a dos personajes de la historia: San Francisco de Asís (11821226) y Martín Lutero (14831546). El primero, atrajo por contagio; es decir, por un estilo de vida que logró la reforma que la Iglesia necesitaba en medio de una jerarquía en crisis, mientras que el segundo, aunque con motivos para quejarse, optó por el proselitismo, negando el papel de la razón, haciendo de la fe un mensaje desconectado del pensamiento cristiano que Santo Tomás de Aquino había enriquecido gracias al aporte de Aristóteles. Si bien San Francisco no fue un estudioso, al considerar que le bastaba la oración, dio permiso a varios frailes de formarse desde el punto de vista teológico y filosófico cuando la misión así lo requería de modo que incluso él, en su humildad, no descartaba el papel del conocimiento.
La Iglesia Católica está llamada a evangelizar sin ser proselitista. A continuación, veremos tres ejemplos en los que un católico puede dejarse llevar justamente por el proselitismo:
La Iglesia Católica está llamada a evangelizar sin ser proselitista. A continuación, veremos tres ejemplos en los que un católico puede dejarse llevar justamente por el proselitismo:
- Enviar, vía chat, párrafos enteros con temática religiosa a contactos que agregó sin que ellos dieran su aprobación. Además, a horas inconvenientes.
- Ante las dudas de los ateos, responder que “lo dice la Biblia y punto”.
- Pedirle a un joven que lleve a otros a un evento para el que nadie los preparó a fin de ser muchos.
No es proselitista compartir la fe en redes sociales, pero debe hacerse de una forma asertiva. Saturar con frases piadosas no es evangelizar, porque si no se profundiza, termina por ser paja que aleja. Por supuesto que la Biblia es Palabra de Dios. Así lo creemos y vivimos; sin embargo, al platicar con los ateos, lo normal es apoyarnos también en la ciencia, como lo hacía Santo Tomás de Aquino y no quedarnos en que “así me lo dijo mi mamá y te lo repito sin analizar”. En cuanto a los eventos, claro que hay que invitar, sumar, pero no con el objetivo de acarrear, sino de favorecer un mayor conocimiento y experiencia de Dios.
No somos una secta. La diferencia está en que creemos en Dios, revelado por Jesús, pero con una estructura intelectual que le da sustento. Es decir, al tiempo que creemos en su Palabra, sabemos que también lo conocemos a través del estudio de la realidad que nos rodea e interpela. Si falta esto, aparece el fanatismo, las manipulaciones ideológicas que confunden religión con intereses de dominio.
El proselitismo llena filas rápidamente, porque se guía por discursos radicales, extremistas que, por desgracia, en una sociedad fragmentada, tienen mucho éxito y empuje, pero de ninguna manera es lo que se busca en la Iglesia Católica. Calidad y no solo cantidad. Si se logran las dos, ¡qué mejor!, pero desde la libertad de estar debidamente formados.
-----------------------------------------------------------------------------------Audio: Comunicar la fe católica. El mensajero es la carta de presentación del mensaje: https://mx.ivoox.com/es/comunicar-fe-el-mensajero-es-carta-audios-mp3_rf_20141401_1.html No somos una secta. La diferencia está en que creemos en Dios, revelado por Jesús, pero con una estructura intelectual que le da sustento. Es decir, al tiempo que creemos en su Palabra, sabemos que también lo conocemos a través del estudio de la realidad que nos rodea e interpela. Si falta esto, aparece el fanatismo, las manipulaciones ideológicas que confunden religión con intereses de dominio.
El proselitismo llena filas rápidamente, porque se guía por discursos radicales, extremistas que, por desgracia, en una sociedad fragmentada, tienen mucho éxito y empuje, pero de ninguna manera es lo que se busca en la Iglesia Católica. Calidad y no solo cantidad. Si se logran las dos, ¡qué mejor!, pero desde la libertad de estar debidamente formados.