Enseñar Patrología, y volver una y otra vez sobre los Padres, sus escritos, sus enseñanzas, el contexto en el que cada uno desempeñó su ministerio, resulta siempre una tarea docente que enriquece no sólo a los alumnos que con mente abierta y espíritu receptivo cursan la asignatura, sino al mismo profesor que debe retornar a las fuentes patrísticas constantemente, descubrir nuevos aspectos, saborear sapiencialmente el conjunto, conocer a los Padres y tenerlos por amigos, maestros e interlocutores, mientras lee todas las obras que se vayan traduciendo y publicando. Máxime cuando la Tradición de los Padres es tan rica que resulta inagotable e inabarcable.
Así, en cada curso que imparto Patrología, el primer beneficiado soy yo mismo, que he de repasarlo todo, descubrir elementos, profundizar en otros, dejarme cuestionar, disfrutar de algo que, de pronto, ha captado mi atención de una manera nueva y poner en conexión a los Padres con la actualidad eclesial viendo cómo sus enseñanzas y su hacer pueden enseñarnos hoy.
1) La Tradición viva que construye el futuro
La Patrología no es una asignatura de literatura cristiana del primer milenio; tampoco es historia de la Iglesia, aunque comparta con ambas disciplinas elementos comunes. Posee algo más que la hace diferente. La Patrología es el contacto con la Tradición de la Iglesia, que está viva y es fecunda y al progresar en ella enriquece hoy con su luz la vida eclesial. No es un fósil. No es arqueologismo. Está viva, progresa y se desarrolla en el hoy eclesial. Ésta es una característica peculiar de esta asignatura de Patrología: conocemos las aguas vivas de la Tradición, de las que no podemos apartarnos porque la Iglesia vive de la Tradición, la Iglesia conserva, desarrolla y se mantiene fiel a la Tradición.
Cuando Ratzinger hablaba del significado de los Padres para la Iglesia y la teología, lo cifraba de manera hermosísima:
“En la imposibilidad de tratar todos estos puntos, terminaremos con las palabras con las que A. Benoit concluye su importante estudio sobre los Padres: “El patrólogo es el hombre que estudia los primeros siglos de la Iglesia. Pero debe ser también el que prepara su futuro. Ésta es su vocación”. La dedicación estudiosa a los Padres no consiste en un trabajo de catalogación, sumergidos en el museo del pasado. Los Padres son el pasado común de todos los cristianos. En su reencuentro radica la esperanza del futuro de las Iglesias. Ahí tenemos una de nuestras tareas actuales” (Teoría de los principios teológicos, Barcelona 1985, 150).